Hace un poco más de veinte años, el 27 de noviembre de 1997, aparecía en arXiv.org un artículo de Juan Martín Maldacena, un joven físico argentino de Harvard. Su título “El límite de gran N de las teorías de campos superconformes y de la supergravedad” no permitía adivinar que acabaría por convertirse en el artículo de física teórica más citado de la historia. Dos semanas más tarde, Maldacena presentó su idea en una conferencia del CERN: propuso una conexión entre la teoría de la gravedad (que explica la interacción entre los planetas y el Sol) y la física de las partículas elementales (los ladrillos que componen la materia).
Veinte años después de su formulación, la “conjetura de Maldacena” es uno de los principios más fértiles de la física teórica, con aplicaciones en áreas como física nuclear o materia condensada, y ha convertido al físico argentino en una de las mentes más brillantes de nuestro tiempo. “Ciertamente me sorprenden muchas cosas que han pasado con mi teoría, como la relación con materia condensada. Pensaba que los sistemas eran más distintos pero hay una universalidad que era más de lo que imaginaba”, le cuenta Maldacena a PERFIL momentos antes de brindar una charla en el Centro Cultural de las Ciencias (ver recuadro).
El científico de 49 años, casado y con tres hijos, es desde 2001 profesor de Física en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, el mismo en el que trabajó Einstein, y fue uno de los nueve ganadores del Premio Yuri Milner a la Física Fundamental. De paso por la Argentina para pasar las fiestas con su familia y participar del seminario “It from Qubit” en el Instituto Balseiro de Bariloche (el lugar donde se formó), Maldacena habló con PERFIL.
—¿Qué paso en estas dos décadas con la “conjetura de Maldacena”?
—Ha avanzado en distintas direcciones: una es entender un poco mejor cómo funciona y otra es asumir que es cierta y usarla para describir otros sistemas. ¿Por qué uno puede hacer esto? Porque la conjetura relaciona un sistema de partículas que interactúan muy fuerte con una teoría de gravedad. Lo primero no lo podemos entender fácilmente pero las teorías de gravedad sí, las podemos describir a través de ecuaciones. Entonces es como una manera de hacer cálculos, de verificar hipótesis. Así se usó primero para problemas de física nuclear y después de materia condensada.
—El año pasado se anunció la primera detección de las ondas gravitacionales predichas por Einstein. ¿Hay un antes y un después de este descubrimiento?
—Es sumamente interesante. Es ver al Universo con otro tipo de lentes. Hasta ahora siempre lo hemos visto a través de procesos electromagnéticos. Pero ahora las ondas gravitacionales pasan a través de cualquier cosa. Podemos ver colisión de agujero negros. Y se pueden chequear en detalle las predicciones de Einstein. Es un momento muy excitante, sobre todo para la astronomía. La primera detección fue algo sorprendente: agujeros negros de treinta veces la masa del Sol. No se pensaba que había tan grandes.
—¿Cómo influye esto en tu investigación?
—Estudio aspectos cuánticos de los agujeros negros, motivado por los desarrollos de Stephen Hawking. Esos aspectos son importantes para agujeros más bien chiquitos, no los grandes que están en la naturaleza. Pero investigando ese tipo de cosas uno empieza a ver agujeros negros donde antes no se pensaba que había, por ejemplo en las relaciones entre materia condensada y agujeros negros. Uno puede pensar en hacer una especie de agujero negro en el laboratorio.
—Einstein decía que todo lo que cae en un agujero negro no puede volver a salir...
—Hawking dice que algo sale, una cierta radiación. Lo que creemos es que los agujeros negros se comportan como un sistema térmico, lo mismo que cuando vos tirás una gota de tinta en un vaso y se distribuye la tinta y ya deja de ser una gota, se transforma de alguna forma. Eso es parecido a algo cayendo en un agujero negro: aparentemente se pierde cierta información.
Para Maldacena, la motivación más importante para estudiar la gravedad cuántica es tratar de entender el principio del Big Bang. “La limitación más importante que tenemos es la falta de imaginación, de pensar nuevas teorías. Mucho de nuestro trabajo parte de un sistema de partículas que interactúan pero no sabemos su comportamiento. Quizás con el advenimiento de computadoras cuánticas se puedan entender muchos sistemas”.
—¿Qué opinás de los recortes en los fondos a la ciencia en varios países?
—Puede haber recortes de presupuesto en un momento u otro, pero en general la economía del mundo va en aumento y la posibilidad de hacer investigación también.
—¿Qué consejo le darías a una persona que quiere ser un científico?
—Para dedicarse, le tiene que gustar mucho. Igual creo que uno puede aprender de ciencia sin necesidad de ser científico, solo leyendo. A veces se hace una dicotomía entre ciencia y cultura que no existe. La ciencia tiene un valor cultural muy importante.
—¿Cómo hacés para que tus hijos dejen la play y se interesen por la ciencia?
—Son adolescentes, si les dijera que estudiaran ciencia, harían lo opuesto (se ríe). Por suerte, les gustan las clases de ciencia y tratamos de hablar de estos temas en casa, ya tienen cierto interés.