Hay personas que hablan dos idiomas y son bilingües. Hay otras que hablan varios y se los llama políglotas.
Pero están aquellos que tienen una capacidad especial, fuera de lo normal, para aprender y comunicarse en una cantidad atípica de idiomas. Se los llama hiperpolíglotas, porque llegan a hablar más de diez idiomas. Dicen que Juan Pablo II lo hacía en doce lenguas y que el cuarto gobernador que tuvo Hong Kong, John Bowring, hablaba cien, aunque nadie le tomó un examen para comprobarlo.
Sin embargo, los peronistas podrían decir que el mayor hiperpolíglota de todos fue argentino y se llamó Perón. No lo dirían porque hablaba el italiano, traducía el alemán y chapuceaba el inglés, sino por su infinita capacidad para hablar en tantas lenguas como las que sus interlocutores necesitaban escuchar.
Fronteras afuera. Políglota viene del griego y significa muchas lenguas. Los herederos de Perón siempre tuvieron esa destreza y hoy le toca a Alberto Fernández ponerla en práctica.
Le habla a Trump para explicarle que el nuevo gobierno mantendrá relaciones maduras con la principal potencia, rememorando el encuentro entre Néstor Kirchner y Bush, cuando le palmeó la pierna y le dijo: “No se preocupe, nosotros somos peronistas”. Traducido al inglés de la Casa Blanca, ser peronista quiere decir ser capitalista y pragmático, ladrar pero no morder.
Fernández hereda la habilidad linguística del peronismo de decirle a cada uno lo que quiere escuchar
En un idioma similar le habla al FMI, garantizándole que cumplirá con el pago de la deuda. Lo hace peronistamente, con la verba inflamada más un antecedente que aclara el vocabulario: en 2006, siendo jefe de Gabinete, pagó toda la deuda sin que se lo exigieran. Traducido al idioma que al Fondo le importa: “Parecemos rebeldes, pero sabemos negociar y pagaremos como lo hicimos antes”.
El presente pasa cada vez más rápido y en un mundo de personalismos fuertes como los de Putin, Trump y Bolsonaro todo puede cambiar en un segundo, pero hoy la hipótesis de inserción internacional del albertismo no se aleja de la tradición peronista.
En esa línea se enmarca su protagonismo en el Grupo de Puebla y el acercamiento a México, vecino en conflicto con los Estados Unidos, pero socio histórico al fin.
La presencia de traductores como Argüello, Bielsa o Solá, supuesto futuro canciller, indican que la diplomacia peronista sabrá explicarle al mundo la distancia entre lo que se dice y lo que se hará. La diferencia entre el idioma usado fronteras adentro y cómo las mismas palabras deben ser leídas en el exterior.
Maduro y Bolsonaro. “Trump y Puebla pueden coexistir –explica uno de sus principales asesores internacionales–. Es muy importante que Trump haya felicitado a Alberto, no es habitual con quien todavía no asumió. Los canales están abiertos y esto no es contradictorio con su participación en un grupo como Puebla, progresista, pero no tirabombas. Se debe prescindir de los ideologismos. Alberto está en esa línea”. También confirma su viaje a Washington antes de fin de año, además de otro al Vaticano en el verano (¿para tantear al Papa de visitar el país?).
Sí se acepta que habrá dos focos de alta tensión: Venezuela y Brasil.
Con Maduro se intentará seguir el idioma de México y Uruguay, el de la moderación crítica. Eso quedó reflejado en las declaraciones de Alberto y López Obrador tras el encuentro de la semana pasada. Una posición crítica sobre la situación política venezolana (tanto México como Argentina integran el Grupo de Lima, que reconoce a Guaidó, aunque México no participa activamente), pero no beligerante como la que pretende Estados Unidos y sostiene Macri.
Diosdado Cabello tomó nota del cambio que implicaría Alberto sobre el apoyo que siempre obtuvo de CFK. Por eso le advirtió que “ojalá no entienda que lo eligieron porque es él”.
Con Brasil la preocupación es superior ya que es el mayor socio comercial (Argentina es el tercero para Brasil). La Cancillería paralela de Alberto asegura que están tendidos los puentes diplomáticos para resguardar la relación comercial.
Reconocen que el presidente electo “pisó el palito” cuando trató a Bolsonaro de misógino y racista, pero resaltan que no volvió a nombrarlo: “El problema es la cabeza de Bolsonaro y cómo la libertad de Lula podría generar un extremismo de lo absurdo que lo lleve a profundizar el conflicto”.
Fronteras adentro. Alberto Fernández también está aplicando las técnicas del buen peronista hiperpolíglota en sus distintas internas. Quedó reflejado en el acto del viernes en la CGT. Sumó a todos los sectores y cada uno escuchó lo que quiso. Y lo que creyeron escuchar es que serían parte del nuevo gobierno y que el relato camporista ya no tendría relevancia (reivindicó más de una vez a Rucci, el asesinado secretario general tan repudiado por el setentismo).
Se abrazó a todos y cantaron juntos la marchita, pero antes les pidió que no lo presionen con pedir aumentos por encima de la inflación. O sea, que acepten no recuperar el salario real hasta que la economía mejore.
Pero donde Alberto deberá concentrar sus esfuerzos de comunicación es con la mujer por la cual está donde está. Reconoce que sin Cristina no lo hubiera logrado, aunque cree que ella tampoco hubiera regresado al poder sin la unificación peronista que siguió a su postulación.
A ella le envía mensajes y metamensajes todo el tiempo. Frente al protagonismo de Cristina y Kicillof el día del triunfo, le respondió con un acto en Tucumán rodeado de caciques provinciales “con los que gobernaré”. Parece haber limitado el poder del cristinismo a la provincia de Buenos Aires y se rodea de personas que fueron tan críticas con ella,
como Massa, Vilma Ibarra o Gustavo Beliz. Pero al mismo tiempo la reivindica en público como líder y no se cansa de enviarles a los jueces (y a ella) un mensaje claro: Cristina es inocente y no puede ir presa.
Alberto está convencido de que ese será el lenguaje de la relación y que una peronista como ella lo entiende bien. “La duda es si ella es peronista”, ironiza un albertista que es peronista desde joven.
Pero cómo entenderse con todos: CFK,FMI, Trump, Maduro, los gordos, Kicillof,Rucci,La Cámpora, el Papa
Otro importante dirigente, pero del Instituto Patria, coincide con Alberto: “Sí, entre él y ella va a seguir el alineamiento. Eso no quita que de ahí para abajo nos saquemos los ojos”, se ríe.
Un peligro necesario. Cristina, Trump, Maduro, FMI, Kicillof, los “gordos”, La Cámpora, Rucci, el Papa. ¿Le alcanzará a Fernández la histórica habilidad del peronismo para hablar en tantas lenguas como interlocutores existen?
En cualquier caso, será Cristina la que más siga de cerca lo que dice y lo que le manda decir.
Cuando Macri se alió con Carrió, la mayoría supuso que el vínculo sería inestable y caótico, y que no duraría demasiado. La realidad demostró que no fue así: a pesar de haberle generado conflictos que hubiera preferido evitar, Carrió estuvo cuando Macri más la necesitaba y él supo contenerla dentro del espacio.
¿Es Cristina la Carrió de Alberto?
Entre el peligro y la necesidad quizá prime la lógica de que convivir con ella cerca será complejo y riesgoso. Pero más complejo y riesgoso sería hacerlo con ella lejos.