COLUMNISTAS
JUBILACIONES

Argentina, ¿un lugar para envejecer?

Vejez
Los ideales de eterna belleza y de juventud perseguidos por la cultura de consumo dejan poco espacio para la aceptación de las distintas etapas de la vida, imponiendo modelos  poco tolerantes e inadecuados para la elaboración y aceptación de los cambios. | Imagen de Susanne Pälmer en Pixabay.

Cada tanto conviene volver sobre algunas palabras ya que su uso en el discurso cotidiano, sea social o político, las insignifica. La solidaridad, en definición amplia, es hacer o tener causa común con otros. Personas capaces de unirse con un objetivo.

No es una palabra quieta. Es una acción. La solidaridad es una adhesión a una razón, un apoyo comprometido que implica a otros y nace para superar situaciones difíciles.

Los proyectos solidarios son evidentes frente a la urgencia: una inundación, un terremoto, una epidemia. Se acciona para hechos del presente, pero también se puede tener un fin solidario que nos trascienda, que llegue a generaciones futuras. El más claro es el relacionado con el ambiente, cuidar el planeta para los habitantes actuales y para los que vengan.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Algo similar ocurre con las jubilaciones. Nuestro sistema es solidario. Simplificadamente, los aportantes que a través de generaciones han tenido trabajo registrado financian a los que se encuentran retirados.

Un informe de la Oficina de Presupuesto del Congreso, sintetizado en el Auditor.info, señala que se recauda un 13,5% menos de lo necesario para autofinanciar las, de por sí bajas, jubilaciones. El promedio salarial ronda los $ 54 mil y el jubilatorio los $ 24.400. Un 13,5% extra es lo que debería descontarse de los salarios para abonarlas.

Según la OPC la mayoría de los aportantes tienen entre 26 y 45 años, por la tardía incorporación de los jóvenes al mercado laboral y por la desocupación que pega fuerte a mayor edad. Hay 6.500.000 jubilados y pensionados y 9.800.000 trabajadores en actividad. La jubilación mínima es $ 16.875. En septiembre habrá un aumento del 7,5% (en diciembre se suspendió por decreto la movilidad jubilatoria) que llevará la jubilación mínima a $ 18.130 (con la fórmula anterior sería de $ 19.124).

La población aumenta en edad. Un niño/a que haya nacido en nuestro país en 2018 aspira a vivir 10,5 años más que uno nacido hace cincuenta años. El empleo precario crece en detrimento del registrado, acentuando la desfinanciación del sistema.

¿Es Argentina un buen lugar para envejecer? El fin no solo es vivir más sino mejorar la calidad de vida de las personas en todas sus etapas. Hay que proponer un envejecimiento fértil; jubilarse no implica ser excluido de la sociedad. Se poseen las mismas necesidades de salud, transporte, vivienda, comunicación, alimentación, seguridad, vestimenta. Al ver a los mayores como parte del pasado les transmitimos la idea de que sobran y/o molestan.

El sistema jubilatorio es solidario y público, pero cada vez más se transfiere la solidaridad al ámbito privado. Los familiares se ocupan, por la escasez del haber, de las necesidades señaladas, a la par que el Estado se hace menos cargo de los jubilados.

Los números expuestos por la OPC hablan del presente, pero dan pistas del futuro. Los recursos provenientes del blanqueo para la Reparación a jubilados se agotaron y el FGS (Fondo de Garantía de Sustentabilidad) será rediscutido. La palabra “solidaridad” no va a ser la solución si no es entendida para asumir los intereses del otro como propios encarando la responsabilidad colectiva. Se puso de moda en el discurso político la búsqueda de consensos. La jubilación es un buen comienzo. Tomar las cifras, ser realistas, no arrojar a nuestros mayores de un lado a otro a ver quién los rescata mejor desde lo verbal.

La solidaridad implica un círculo del “nosotros”, los de la causa común para preservar la identificación. La identidad en el agrietado presente pasa por círculos del “nosotros” cerrados, pequeños y viciosos. El desafío es agrandar esos círculos hacia una identidad común.

Por una vez, utilicemos los números para poner en marcha una política pública factible. Empezar los consensos tan reclamados desde los mayores es un buen punto de partida para una solidaridad activa y, si se me permite la palabra, contagiosa.

 

*Secretario general de la Asociación del Personal de los Organismos de Control (APOC) y secretario general de la Organización de Trabajadores Radicales (OTR-CABA).