De la misma forma que el jueves la desproporcionada reacción de la Gendarmería disparando indiscriminadamente generó antipatía con el Gobierno entre quienes no tenían previamente posición tomada sobre la reforma previsional, este lunes, la desproporción inversa de la Policía de la Ciudad resistiendo durante horas ataques que fueron superiores a sus fuerzas produjo antipatía hacia los manifestantes de los partidos de izquierda y sus aliados dentro del Congreso, especialmente el kirchnerismo.
Las imágenes de ayer del excandidato del Frente de Izquierda de los Trabajadores, Sebastián Romero, disparando bombas de estruendo contra la policía con un arma de fabricación casera le hizo un enorme favor al Gobierno. Lo mismo pasó con la lluvia de piedras que terminaron con 88 policías heridos pero resignificó positivamente la acción de las fuerzas de seguridad. O el intento de linchamiento del periodista de Canal 13, Julio Bazán, que hizo disculpar la sesgada elección del título de su reportaje el domingo a Alieto Guadagni: "Con la moratoria de los K se jubilaron señoras bien para salir con sus amigas".
Todo exceso transforma en malo lo bueno.
El levantamiento, primero, del paro nacional de UTA anunciando que habrá colectivos, al que le siguió el anuncio de que también los trenes funcionarán, desoyendo lo dispuesto por la CGT, demuestran cómo las exageraciones de un lado predisponen a la compensación hacia el otro.
Lo voluble del humor social también demuestra cómo la grieta se alimenta de sus promotores. Los cacerolazos, aunque en distintas proporciones, son contra ambos bandos: contra lo cínicos que son los kirchneristas y lo violentos que son sus aliados en las calles, pero también lo inconsistentes que son en el Gobierno al defender que la reforma previsional mejorará los haberes de los jubilados simultáneamente con el argumento de que, si no se aprueba, el sistema no será sustentable.
Estos mutuos bumerangs tiene algo positivo: se hace cada vez más evidente que la grieta se termina devorando a los que agitan sus dos bordes.