La decisión de Horacio Rodríguez Larreta de separar por al menos unos metros la elección en la Ciudad de Buenos Aires, votando el mismo día que las nacionales (no se sabe si en la misma escuela o aula), es en parte inexplicable y riesgosa para el propio armado presidencial del alcalde porteño.
Fantasmas. Como siempre en estos casos, se debe separar legalidad, legitimidad, objetivos y resultados. Los objetivos de la movida han sido pensados con cierto cuidado por el equipo de Larreta, lo que choca con la explicación de que filmó cuatro spots antes de irse a España a visitar a su hija, y que por alguna razón salió elegida la opción de voto electrónico en coincidencia con la elección nacional a lo que se le puso en pomposo título de “voto concurrente”, como si existiera el voto sin concurrencia. Cuando los argumentos son flojos, la legitimidad se resiente.
Pero por ahora veamos los objetivos:
El primero, quitar de carrera a Ramiro Marra, el más probable candidato a jefe de Gobierno de La Libertad Avanza. Es una posibilidad cierta que Javier Milei sea el candidato a presidente más votado en forma individual, y si las listas fueran juntas (en la vieja y querida sábana), esto arrastraría a Marra. Ahora, con las listas separadas, Marra no obtendría ni la mitad de los votos de Milei y, probablemente, quedaría tercero o cuarto peleando con el o los candidatos del Frente de Todos. Una derrota dura en el distrito madre del libertario.
El segundo, desgastar a Jorge Macri, no dejar de heredero a un Macri. Pero, al parecer, la separación de las elecciones no sería suficiente, por eso la táctica electoral se combinó con la instalación de la duda sobre si el intendente de Vicente López en uso de licencia podría ser candidato en la Ciudad, combinando requerimientos legales de ambas manos de la General Paz; por otra parte, difundiendo el dato desconocido por muchos. La explicación de Larreta de que su habilitación la tendría que determinar la Justicia ya pone en duda la candidatura del primo del expresidente. Y esto lleva directamente al tercer objetivo, que es contrariar a Mauricio Macri, mostrar que la candidatura de Larreta no es una decisión de Macri, sino que él es completamente independiente: no ser un nuevo Alberto. Hay una presunción anterior que habría visto el equipo de campaña del alcalde porteño: el expresidente sería “piantavotos”, y mejor tenerlo lejos; lo que no dilucidó el implacable team es cómo será tenerlo en contra, para quedar solo apoyado por lo radicales (que se sienten los victoriosos de la movida) y Elisa Carrió, con quien Larreta tiene una pacto under the table.
En realidad, se trata de una serie de eventos desafortunados. Jorge Macri sería un excelente candidato a gobernador en la Provincia. Intendente de un municipio exitoso como Vicente López, podría haber generado una fórmula competitiva con Néstor Grindetti o Diego Valenzuela y, de paso, poner arriba de la mesa candidatos de la primera y la indomable tercera sección electoral. Pero todo el PRO aceptó sin resistir la mudanza a la provincia de Buenos Aires de Diego Santilli, viceintendente de CABA y que hoy es quizás el único punto en común que tienen las encuestas: no alcanza a superar a Axel Kicillof. Allí siempre se debe recordar que no hay ballottage. De esta forma, Larreta podría haber ubicado a “una sola” fórmula del PRO en CABA, por ejemplo, Fernán Quirós-María Soledad Acuña, hoy candidatos muy menguados.
Enemigos íntimos. Ahora, ¿preferiría Larreta dejar la Ciudad de Buenos Aires en manos de Martín Lousteau en vez de alguien propio? De ninguna manera. El jefe de Gobierno no olvida que en 2015 Lousteau quedó a unos tres puntos de arrebatarle la elección, y que el actual senador nacional con su bloque Evolución le negoció a cara de perro cada ley presentada en la Legislatura con sus ocho legisladores. Por este motivo, al plan Larreta le falta un lado B para conquistar la Ciudad con alguien propio.
Pero claro, la inquietud más grande es cómo superar en las primarias a Patricia Bullrich, cuyas posibilidades aumentan proporcionalmente con cada hecho de inseguridad en el país. Ya Larreta instaló la narrativa que marca que él gana cuando las encuestas son presenciales, y efectivamente Bullrich cuando son on line, sin que termine de elucidarse por qué pasa tal desajuste demoscópico. Pero tras la decisión electoral de Larreta surgió la oposición más temida, que es la de María Eugenia Vidal. Mauricio Macri insistentemente la ubica como la tercera contendiente del PRO a la presidencia, pero también podría ser prenda de unidad para ser candidata en CABA, por lo que lograría lo que nadie pudo desde José María Cantilo, haber gobernado CABA y PBA (aunque Cantilo fue interventor en la Provincia designado por Hipólito Yrigoyen).
Poder todo. En términos legales, el artículo 60° de la ley 6031 que crea el Código Electoral de la Ciudad en 2018 habilita al jefe de Gobierno para disponer la elección el mismo día de la nacional, en otro día, con boleta sábana (como se hizo en 2019 y en 2021) o en formato independiente. En esos términos, esa ley es una rémora monárquica, pero en su momento Macri insistió en reunir las elecciones, ya que la ley habilita curiosamente todas las posibilidades. Queda por ver el proceso de contratación de la máquina electrónica, este mecanismo fue desechado en su momento por las posibilidades de ser intervenido por agentes externos. Es verdad que en 2015 se empleó en CABA con impresión de boleta, aunque es un método mucho más costoso, y el votante tiene que chequear que la impresión coincida con su voto. También se debe observar que si hay que votar en lugares separados, se duplicará la cantidad de fiscales.
Finalmente, el otro actor que festejó en silencio fue Leandro Santoro, quien encabeza la intención de voto por el despeluzado Frente de Todos; si cae mucho Marra fruto de la estrategia electoral, crecen las posibilidades de ser quien pueda ir a un ballotage contra el triunfador del Juntos por el Cambio.
*Sociólogo (@cfdeangelis).