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Con Dios y con el diablo

06-11-2021-logo-perfil
. | Cedoc Perfil

El gran director de cine alemán Friedrich Wilhelm Plumpe, conocido como Murnau, nació tres días antes del año nuevo de 1890 en Berlín. Después de estudiar Filosofía, Historia del Arte y Literatura se unió a la compañía de teatro de Max Reinhardt, para la que ofició de actor y asistente. Aunque la Primera Guerra Mundial puso un freno momentáneo a su incipiente trayectoria artística, podríamos decir que allí practicó el arte de escaparle a la muerte ya que, enrolado en la fuerza aérea, sobrevivió a la caída de varios de los aviones que piloteó. 

Su icónica Nosferatu también se salvó de milagro. Florence, viuda de Bram Stoker y proto-Kodama dublinesa, lo demandó por infringir derechos de autor, pidiendo la eliminación de todas las copias, pero una –o un par– ya había cruzado fronteras. De sus películas previas, en cambio, solo hay fragmentos que hacen brotar las lágrimas de cinéfilos que rezan porque, al menos la mítica Los cuatro diablos, de 1928, aparezca entera en el tesoro oculto de algún coleccionista. 

Rodada un año después del estreno de Amanecer (merecedora de una categoría especial de la Academia hollywoodense utilizada por única vez para premiarla), es una historia ambientada en el circo. Llena de innovaciones que incluyen travellings nunca vistos hasta el momento, grúas y hasta la subjetiva de un caballo, carga con la desgracia de la incompletitud, maldición que afecta a buena parte del cine mudo.  

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Al año siguiente, El pan nuestro de cada día (estrenada también como City Girl) sufrió modificaciones mal justificadas por la llegada del sonoro que Murnau, con toda la lógica del mundo, reprobó. Para controlar el contenido de sus películas de ahí en más, armó una productora junto al documentalista Robert Flaherty, con quien viajaría poco después a los Mares del Sur para filmar Tabú. Flaherty se opondría a que Murnau incorporara una historia de amor ficcional a lo que, según él, debía ser una obra de exclusivo registro documental y abandonó la producción. Desoírlo y seguir su propia inspiración fue uno de los más grandes aciertos de Murnau, y Tabú uno de sus mayores éxitos, pero no llegó a presenciar el estreno porque murió, justo una semana antes, en un accidente de auto en Santa Mónica, a los 42 años. Según consignaría mucho más tarde Kenneth Anger, el accidente se produjo porque Murnau estaba manoseando al chofer. Quizás debido a especulaciones previas similares, su velatorio no contó con la presencia de muchas figuras, a excepción de Greta Garbo quien, antes de que el cuerpo fuera repatriado a Alemania, logró que se hiciera una máscara mortuoria de su amigo, que la acompañó, como un talismán, hasta que dejó el cine. Luego, la donó a la familia de Murnau, gestora del traspaso al Filmmuseum de Berlín donde se exhibe actualmente.

Los fantasmas en torno al gran cineasta cobraron fuerza tras su muerte y algunas versiones aseguran que durante la década del 70 su tumba fue profanada con fines inciertos. En Noche y océano, novela de la española Raquel Taranilla, ganadora del Premio Biblioteca Breve (Seix Barral) del año pasado, aparece el hecho real e irresuelto vinculado a la vida del artista que resulta más perturbador que todos los demás: la desaparición de su cráneo. 

Durante una noche de julio de 2015, un grupo de personas entró furtivamente al cementerio de Stahnsdorf, emplazado en torno a una parroquia protestante, y logró abrir su ataúd de hierro. Las autoridades del lugar aseguraron que los profanadores se iluminaron con velas para poder cometer el delito en la negrura de la noche berlinesa, acaso evocando maquinalmente una escena de horror que Murnau podría haber filmado. Hay rumores que explican el hecho como parte de un ritual satánico alrededor de sus huesos, pero nada pudo ser comprobado. 

Como Los cuatro diablos y otras obras que se intuyen asombrosas según los vestigios disponibles, la cabeza del director de títulos –aún más sugerentes si se los contrasta con lo que pasó– como Fausto y El último hombre espera ser rescatada en algún lugar entre el cielo y el infierno.