COLUMNISTAS
opinión

Cuentos dos veces contados

Me encontré con una tesis doctoral que en verdad es una acumulación de vaguedades sobre Gombrowicz.

Logo Perfil
. | Cedoc Perfil

Leí El extranjero en todas partes. Los días argentinos de Witold Gombrowicz, un libro de Mercedes Halfon editado por la editorial chilena UDP en su colección Vidas Ajenas, que reúne diarios y biografías de escritores por escritores. La colección contiene algunos textos imprescindibles, como el Diario de Raúl Ruiz, o el Epitafio de Roman Gary, de Nancy Huston. Un mismo autor, Rafael Gumucio, tiene dos obras en la colección dedicadas a ancianos que conoció, su irritante abuela Marta Rivas González y el aun más irritante Nicanor Parra (aunque éste es un libro realmente bueno). Algunos están dedicados a autores argentinos, como Viajes por Chile de Domingo Faustino Sarmiento (que nunca leí) y La hermana menor, de Mariana Enríquez sobre Silvina Ocampo (un libro nulo desde cualquier punto de vista, el literario, el histórico u otros). El de Halfon, en cambio, se lee con facilidad, usa inteligentemente las entrevistas, es respetuoso e informado.    

Tal vez el párrafo anterior tenga un trasfondo de enojo, pero todo tiene su explicación. Después de leer a Halfon, descubrí en la biblioteca otro libro sobre Gombrowicz, Incomodar con estilo, de Nicolás Hochman. Hochman venía de aparecer en El extranjero en todas partes como organizador de una especie de Festival Gombrowicz, que se extendió entre 2014 y 2019 y que incluyó dos Congresos que tuvieron innumerables ponencias y multitud de asistentes. Entrevistado por Halfon, Hochman dice algo que me dejó helado: “Siempre digo lo mismo, yo pude hacer lo que hice con Gombrowicz porque no lo tuve que conocer, si lo hubiera conocido me hubiera parecido un pelotudo y no hubiera querido leer sus cosas.” Inmediatamente pensé: “¿Quién carajo se cree que es este Hochman?”. Pero yo sabía quién era y quién creía ser Hofman, porque había leído su libro (no podía negarlo porque estaba subrayado hasta el final). Y eso fue lo peor: constatar que la vejez acarrea el olvido. En realidad lo peor no fue eso, sino que lo leí de nuevo, ya que no me acordaba nada. Y me encontré con una tesis doctoral reducida a lo que Hofman llama un ensayo y es en verdad una acumulación de vaguedades sobre Gombrowicz que oscilan entre lo trivial y lo rencoroso, salpicadas de frases ajenas. Hochman se dedica a encontrar motivos ocultos en la biografía y termina psicoanalizando a Gombrowicz, citando a Lacan, a Žižek y a Nancy para concluir tonterías a partir de generalidades.

Es inexplicable que alguien a quien la literatura no le importa en lo más mínimo, como se deduce claramente del libro, haya usado a Gombrowicz de mascarón de proa de sus movidas académicas, políticas y mediáticas. Desgraciadamente no es el único: tal vez Gombrowicz sea el escritor más usado y manoseado de nuestro panorama cultural. Una vida aventurera llena de anécdotas, una personalidad excéntrica, una obra reconocida y representada en Francia hacen de él un blanco perfecto para todo tipo de operaciones intelectuales. Como resultado del trabajo oportunista de los Hochman, entre el escritor y sus lectores se interpone un muro de discursos irrelevantes y, sobre todo, innecesarios, ya que el propio Gombrowicz lo dijo todo de sí mismo y cada uno puede entablar con él una relación de admiración o rechazo, pero siempre personal. Para alguna gente, en cambio, comentar es más importante que leer.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite