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De Angela a Cristina

16 discursos de fin de año ininterrumpidos pronunció la canciller de Alemania, Angela Merkel.
16 discursos de fin de año ininterrumpidos pronunció la canciller de Alemania, Angela Merkel. | Cedoc Perfil

Cuando en 2005 Angela (los alemanes pronuncian Anguela) Dorotea Merkel asumió como jefa de Estado de Alemania, Néstor Kirchner llevaba dos años como presidente y a Cristina Kirchner le faltaban otros dos años para ocupar su lugar. Al asumir, en 2007, Cristina Kirchner dijo que su ideal de país era Alemania y la figura que le resultaba modélica era su canciller (el kirchnerismo no se refiere a ella como cancillera), quien después de 16 años no quiso presentarse nuevamente a una reelección que hubiera ganado. En esta edición, PERFIL publica el debate poselectoral que me tocó moderar entre los representantes de los cinco partidos políticos que compiten por integrar el nuevo gobierno, organizado por la Embajada de Alemania tras las elecciones, el domingo de la semana anterior.

Las vidas paralelas de Angela y Cristina son una metáfora de las vidas de Alemania y Argentina en el siglo XXI: la polarización aquí y su inexistencia en Alemania, las coaliciones volcánicas aquí y la armonía con integrantes ideológicamente diferentes en Alemania, y el lenguaje violatorio de los sectores más enfrentados entre oficialismo y oposición, incluso dentro de las mismas coaliciones, en contraste con el respeto y la cortesía en el disenso entre los políticos en Alemania.

También, las vidas paralelas de Angela Merkel y Cristina Kirchner son una pintura de la diferencia entre lo que aspiran a ser los seres humanos con lo que pueden terminar siendo. Personalmente, no dudo del deseo de Cristina Kirchner de parecerse a Merkel y ser institucionalista. No comparto los pronósticos de fraude electoral el 14 de noviembre porque en 2015 ella –aunque a su evidente disgusto– entregó el poder cuando la diferencia entre Macri y Scioli había sido solo del 2,68%, por ser un balotaje al 1,34% del empate, mientras el democrático Andrés Manuel López Obrador cortó durante dos meses ininterrumpidamente el Paseo de la Reforma, de México, equivalente a nuestra avenida 9 de Julio, al no aceptar su derrota electoral por una diferencia cercana al 1%. AMLO llevó a la quiebra al diez por ciento de los 9 mil bares y restaurantes de la zona centro de la ciudad de México. 

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La democracia argentina, en comparación con la de los últimos años de México y de Brasil con Bolsonaro, con nuestros claroscuros, tiene motivos para permitirnos ser optimistas. En comparación con Alemania estamos lejos: después de la deriva populista de Estados Unidos con Trump e Inglaterra con el Brexit y Boris Johnson, el país gobernado por Angela Merkel, en alguna medida también gracias a ella, es el faro de la democracia republicana.

Otra superioridad del modelo alemán es haber sido la cuna del Estado de bienestar, de la socialdemocracia (a la que Alberto Fernández dice adscribir), la que ya a mediados del siglo pasado prescribió “tanto mercado como sea posible y tanto Estado como sea necesario”; el país donde los sindicatos y las asociaciones empresarias construyeron un capitalismo competitivo con movilidad ascendente. Es entonces doblemente interesante, en el debate que moderé, ver por dónde pasan las críticas de la oposición a un modelo tan exitoso. Los representantes de los partidos, después de reconocerle a Angela Merkel sus innumerables méritos, coincidieron en criticarle ir demasiado despacio, ser excesivamente prudente, y cierto retraso de la economía alemana frente a Estados Unidos y China en los avances con la tecnología digital.

También surgen del debate lecciones de supervivencia para nuestras dos coaliciones, con menos de una década de experiencia. En Alemania el sistema de gobierno son coaliciones parlamentarias que, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, surgieron del acuerdo de uno de los dos partidos grandes: la Unión Demócrata Cristiana de Konrad Adenauer, Helmut Kohl y Angela Merkel, por un lado, y la socialdemocracia de Willy Brandt y actual ganador, Olaf Scholz, con alguno de los partidos chicos. Pero por primera vez, para totalizar la mitad más uno de los miembros del Congreso, será necesario sumar, a uno de los dos partidos grandes, dos de los chicos, pasando de un sistema donde solo tres o cuatro partidos podían aspirar a integrar un gobierno al actual, de cinco o seis. La fragmentación también afecta a Alemania.

Las uñas comidas de Angela Merkel y sus dedos apretados en la clásica pose de la canciller alemana de concentración y autocontrol que la acompañó en todas sus apariciones públicas durante 16 años.
LA UÑAS COMIDAS DE ANGELA MERKEL y sus dedos apretados en la clásica pose de la canciller alemana de concentración y autocontrol que la acompañó en todas sus apariciones públicas durante 16 años. Un símbolo del esfuerzo y la entrega con que asumió el servicio público, además de la responsabilidad con la que fue educada por su padre, pastor luterano. (Foto: Gentileza Embajada de Alemania)

Pero que el triunfador haya sido el candidato del Partido Socialdemócrata, y no de la Unión Demócrata Cristina de Merkel, no quiere decir que la canciller haya perdido. Todos coinciden en considerar que el socialdemócrata Olaf Scholz representa mejor la continuidad del legado de Angela Merkel siendo su actual ministro de Economía porque, curiosamente para ojos argentinos, el último gobierno se formó como una alianza entre los dos partidos grandes, y no solo el ministro de Economía fue socialdemócrata sino también el de Relaciones Exteriores. ¿Sería imaginable en Argentina un gobierno presidido por Horacio Rodríguez Larreta teniendo como ministro de Economía a Martín Guzmán y como canciller a Juan Schiaretti? Eso es Alemania.

Pero más interesante aún: lo más probable es que la nueva coalición de gobierno, además del Partido Socialdemócrata, sume a los liberales, pro empresarios, con los verdes, pro ecologistas, gracias a que los primeros no son tan de derecha ni los segundos tan de izquierda. Una particularidad más: las encuestadoras alemanas acertaron el resultado de las elecciones que pronosticaron.

Para los desafíos que enfrentará Argentina a partir de noviembre próximo, sería ideal que Cristina Kirchner imitara a Angela Merkel en aceptar el paso del tiempo, y enviara a la dirigencia política, empresarial, sindical y social a estudiar el modelo alemán. Una introducción sería asistir al debate que el próximo martes a medianoche se difundirá por NET TV y observar la foto de las uñas comidas y los dedos apretados de Angela Merkel en la clásica pose de concentración y autocontrol que la acompañó en todas sus apariciones públicas durante 16 años. Símbolo del esfuerzo y la entrega con que asumió el servicio público además del sentido de responsabilidad que le inculcó su padre, un pastor luterano.