Vos sos la persona que quiero. Vos sos la persona que amo. Vos, que no tenés género, ni edad, ni peso, ni altura.
A vos te quiero, en tus géneros y edades. En tu fe, en tus creencias, con tus ojos, con tus capacidades e incapacidades, con tu origen y proyectos.
El amor, en estos tiempos, como tantos otros sentimientos y cosas, se confunde, se pierde entre los números. Cada decisión nuestra, de la más importante a la más banal, parece caer en un registro que nos lleva la cuenta. Los algoritmos intentan forzarnos a tomar decisiones y en esta mezcolanza parece que a los afectos también se los sostiene con cifras.
Cada vez que nos azota una tragedia, ante cada injusticia, catástrofe y/o delito, transformamos las vidas en juego en cantidades, como si el número final demostrara la dimensión de lo que queremos argumentar.
Estamos a 72 horas del 24 de marzo, día de la Memoria, la Verdad y la Justicia. Hablaremos, en medio de la pandemia, de los 30mil desaparecidos y no faltará quien cuestione esta cifra, algunos con el propósito de negar los horrorosos crímenes de la dictadura.
Algo similar sucede en el plano internacional con las víctimas del Holocausto y sus respectivas cantidades o con el genocidio armenio y así vamos discutiendo números que desvían la profundidad de los sucesos
A cada tragedia, a cada desastre, a cada crimen masivo, le asignamos un número y tiene una cifra. Cromañón, Once, AMIA, LAPA, Puerta 12, terremoto, inundación, gatillo fácil, femicidio, Beara, tránsito, incendio, atentados, violaciones, Malvinas, ARA San Juan, robos, suicidios, pobreza, desnutrición. Siempre parece haber un número.
Ahora es el turno del Corona Virus. Fuimos viendo las cifras de China, luego de Italia, de España y comenzamos a contar las propias. Cuántos contagiados, cuántos muertos.
Y no falta quien compare víctimas, que los femicidios son mayores que los números de la pandemia, que el dengue tiene peores cifras, que el mal de Chagas es endémico.
Tenemos una extraña forma de contar los muertos/as. Comparativa y excluyente.
“Quién salva una vida, salva al universo entero”. La frase derivada de la Mishná parece decirnos que los muertos no son para el excel u otra planilla de cálculo.
Debemos contar el número de víctimas, es útil para elaborar políticas de estado, pero a cada víctima no alcanza con contarla, hay que narrarla, hallar, entre tanta muerte, un sentido que recupere al que se fue. Salirnos de la contabilidad macabra para encontrarnos a la persona. Ir al encuentro de Fernando, matado por una patota, de Ángeles víctima de femicidio, de Claudia muerta en Cromañón, de María Esther desaparecida por la Dictadura, de Paula asesinada en un atentado, de Débora fallecida por mala praxis, de Alberto, de Santiago, del que cada uno tiene en su corazón y en su historia personal.
Por eso, no basta con decir que los muertos de la tragedia de Once son cerca de 50 y no afirmar que son 52, porque los dos que quedan afuera en el conteo, para cada familiar, para cada amigo, es el propio, el que me duele más, por el que luchó.
No hay un modo de contar los muertos, se los cuenta de a uno, con su historia, a través de sus afectos, en el recorrido que dejó cada uno en nuestros corazones. No pongamos número porque la persona que quiero sos vos. Vos que no tenés género, ni edad y tenés todos los géneros y las edades. Vos sos la persona que amo.
*Secretario general Asociación del Personal de los Organismos de Control (APOC), secretario general Organización Trabajadores Radicales (OTR CABA).