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El dilema del péndulo

Patria Dolorida Temes
Argentina se encuentra empantanada en un cículo vicioso, provocado por dos sistemas económicos en pugna. | PABLO TEMES

Poco antes de que Argentina iniciara su camino hacia la democracia, en noviembre de 1983, Marcelo Diamand presentó una ponencia, que en estos momentos presenta una rabiosa actualidad. En El péndulo argentino: ¿hasta cuándo?, este ingeniero y economista, que llegó a Buenos Aires con su familia huyendo del nazismo desde su Polonia natal, analizaba la historia de sucesivas e inconclusas faces de la economía argentina, que en un comienzo ilusionaban con un proceso de desarrollo y crecimiento, pero que luego de un fugaz éxito, inevitablemente, terminaban en profundas y repetidas crisis.

El trabajo se concentraba en los orígenes de estos reiterados ciclos económicos, que estaban orientados desde dos tendencias políticas e ideológicas: la corriente populista y la corriente ortodoxa. Diamand, un industrialista con ascendencia académica y agudeza intelectual, que había llegado a liderar la cámara del sector electrónico argentino en los setenta, presentaba con suma claridad la verdadera grieta: una grieta histórica y permanente. En definitiva, una trampa de la que Argentina todavía no ha podido liberarse.

El trabajo daba cuenta de un fenómeno que el autor observaba en su contexto, ya que analizaba las décadas que iban desde la segunda mitad del siglo veinte hasta el regreso de la democracia, pero que ya anticipaba una realidad que continúa hasta el presente. El triunfo de Javier Milei así lo demuestra: el “verdadero cambio” que promete el libertario para “ponerle fin al kirchnerismo” es el reflejo de lo que Diamand había anunciado hace cuarenta años. Se trata del surgimiento de un modelo que se presenta superador, para revertir la decadencia económica ofreciendo un brusco cambio de rumbo, pero que luego de un pequeño momento de calma, está destinado a volver a fracasar.

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Diamand demostró en su ensayo que el rasgo distintivo que define la alteración de estos modelos contrapuestos de economías populistas y ortodoxas es que se ven reflejados por dos sectores con niveles de precios diferentes: el sector primario, que trabaja a precios internacionales (en el caso argentino, el sector agropecuario), y el sector industrial, que trabaja a un nivel de costos y precios considerablemente superior al internacional. Esto se debe, fundamentalmente, a los distintos grados de productividad relativa con que operan estos dos paradigmas económicos.

Diamand presentó en 1983 El péndulo argentino: ¿hasta cuándo?

Diamand sostiene que la corriente popular refleja las aspiraciones de las grandes masas de la población. Son ideas que reconocen la inspiración ideológica del keynesianismo y del nacionalismo económico. Sus objetivos son la distribución del ingreso y la creación del pleno empleo. Para lograrlo, se imponen amplios planes sociales, se amplifican los aumentos salariales y se recurre a distintos tipos de controles de precios. Se articula también un estricto control de cambios y se ponen diversos límites al aumento de los servicios públicos. La meta es mejorar las condiciones de vida de los asalariados, aumentando la demanda y evitando que aumente el costo de vida.

Se crean así las condiciones para establecer algunas etapas expansionistas, que suelen comenzar con aumentos reales de los salarios, expansión del crédito, incremento de la actividad económica y la euforia del sector industrial y del sector comercial. Pero las ventajas son reducidas en el largo plazo. En algún momento aumenta el déficit, la balanza comercial se desequilibra y comienza el conflicto sindical. En ese marco, crece el desabastecimiento y se acelera la inflación. Irremediablemente, se llega a un agotamiento de reservas del Banco Central y se produce una crisis de balanza de pagos. Sobrevive así una debacle económica. Y estalla el sistema político.

La autojustificación de la corriente popular para dar cuenta del error se concentra en la incapacidad del poder que reside en el espacio nacional y popular para controlar los resortes de la economía, que siempre están manejados por el verdadero poder económico, que se retroalimenta entre el establishment local e internacional.

La corriente popular y la corriente ortodoxa se suceden sin éxito.

Diamand sostiene que la caída de la corriente popular produce constantemente un brusco cambio de rumbo hacia la ortodoxia financiera, que se alimenta de tendencias clásicas y liberales de la teoría económica. Se presenta como una instancia superadora, una receta aplicada en los países “serios” de Occidente, con planes probados que son presuntamente incuestionados. Las políticas ortodoxas reflejan el sentir del sector agropecuario, el financiero y el exportador. El acento está puesto en la disciplina presupuestaria, el control de los gastos del sector público, la atracción de capitales internacionales y la anuncia del Estado. Los equipos económicos llegan al poder en medio de una gran crisis de la balanza de pagos y su medicina incluye paquetes de ajuste, una brusca devaluación del peso, una caída de los salarios reales, una drástica restricción monetaria y una inevitable recesión.

“De acuerdo con las afirmaciones de la ortodoxia, la recesión y la caída de los salarios reales no serían más que prejuicios momentáneos que corresponderían a un periodo inevitable de sacrificios, necesarios para ordenar y sanear la economía. Gracias a él se crearían las bases para el despegue y el crecimiento en beneficio del conjunto de la población. Pero no siempre se logra”, escribe Diamand. Y parece anticipar el escenario que está dibujando Milei para lo que viene en la Argentina.

Es que, al inicio del modelo, la tasa de inflación que suele aumentar por la devaluación, luego puede disminuir. En paralelo, los capitales afluyen desde el exterior y los salarios reales en parte se recuperan. Sin embargo, en algún momento del proceso surge una nueva crisis por el desajuste de la balanza de pagos y la presión cambiaria. El flujo de capitales se invierte. Los préstamos del exterior comienzan a revertirse. Se produce una fuerte corrida sobre las divisas, luego una turbulencia en el mercado financiero y finalmente un nuevo atraso contra el peso. Caen los salarios reales. Disminuye la demanda. Vuelve a aumentar la tasa de inflación. Y se reinicia una nueva recesión, en este caso mayor que la anterior.

La ortodoxia también pone sus excusas: aduce falta de decisión del sector político para implentar las reformas necesarias, para sanear las empresas ineficientes del sector público y para mantener los salarios reprimidos por un tiempo necesario para crear las condiciones del crecimiento.

Diamand parece anticipar el escenario que está dibujando Milei.

La obra de Diamand es sumamente amplia. Al trabajo ya comentado, se le suma La estructura productiva desequilibrada argentina y el tipo de cambio y Doctrinas económicas, desarrollo e independencia. Son ensayos que muestran su preocupación por el desarrollo económico argentino. Una preocupación que fue experimentada también en primera persona: durante la última dictadura militar, su empresa, Tonomac, debió abandonar paulatinamente las líneas productivas hasta transformarse en una empresa importadora que casi va a la quiebra luego de una recesión.

La propia experiencia de Diamand permitió dar cuenta del círculo vicioso en el que está empatanada la economía. El dilema del péndulo es el verdadero problema argentino.