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El equilibrio justo

Equilibrio 20231118
Equilibrio | Unsplash | Colton Sturgeon

Por segunda vez en el año, el trabajo me lleva a Uruguay, donde paso unos días de extensas sobremesas con los siempre amabilísimos cultores del “bo”. No se cansan de hablar como, al menos en mi experiencia lo han hecho tantas veces, de nosotros, los argentinos, lanzando lugares comunes tipo “al peronismo solo lo entienden ustedes” o “que cosa más fea los sánguches de vacío”. (Tratamos de defendernos alegando que sus chivitos no son más que nuestros lomitos, pero hacen caso omiso). Tampoco ocultan el hábito de tomar a nuestras figuras como si fuesen de ellos: pasan revista al estado de salud de Gasalla, lo bárbara que se mantiene Ana María Picchio, lo preocupante que es la creciente afición a la metanfetamina de otra actriz, cuyo nombre no voy a consignar porque no soy botona. Como toman whisky con el asado, no tardan en dejar caer sus pudores y manifiestan algunas cosas que nosotros (me refiero por supuesto a los argentinos presentes –y precavidos– porque nos llevamos nuestros propios malbecs) no sabíamos.

Una mujer de 53 años cuenta que, en su secundaria, una bufanda que decía Falklands era parte del uniforme y que su profesor de historia calificaba a Argentina como “país invasor”. Otra revela que siempre que nosotros entramos en periodo de elecciones, sus compañeros de trabajo organizan apuestas para ver quién gana, mientras que un señor parecido a Berugo Carámbula se jacta de cruzar en auto de Salto a Concordia periódicamente para meter media res en el baúl y ahorrarse fortunas.

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A los argentinos presentes, escucharlos nos halaga, incluso aunque se burlen o comparen situaciones en las que ellos se sienten aventajados, como en el valor de sus pesos frente a los nuestros, el ejercicio constante del referéndum o el seguir respetando, en los reinos de Monsanto, la rotación de cultivos que nosotros dejamos mayoritariamente atrás.

Está muy lejos de mi capacidad hacer una radiografía de la forma de ser uruguaya a lo Martínez Estrada, pero en estas visitas recientes, más relacionadas a la actividad laboral conjunta que al no hacer nada y juntarse con otros argentinos típico de las vacaciones, se destacaron dos cosas. La primera fue constatar la relación de tensión con nosotros, hecha de un equilibrio entre dos polos, mezcla de estar pendientes y de rechazarnos un poco; como si nos admiraran y nos tuvieran desconfianza a la vez. La otra es el sabio uso de la ironía, una práctica que maceran en los modos discretos que los caracterizan, muy diferentes a los nuestros. Alcanza con cotejar sus observaciones apuntadas más arriba, con estas otras: después de preguntar de dónde viene la palabra “colimba” y jactarse de no haber tenido servicio militar, un comensal relata que un estudio reciente advirtió que, de ser invadido por fuerzas extranjeras, el “paisito” podría defenderse solo durante cuatro minutos. Poco después, un parroquiano que pasa cerca de nuestra mesa, al descubrirnos argentinos, se despide diciendo “Un saludo grande para Argentina, de parte de la provincia oriental”.