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ECONOMISTA DE LA SEMANA

El estado del Estado y el titánico plan de estabilización necesario

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Moneda. “El dólar oficial se atrasó 33%. Es el tipo de cambio más bajo de los últimos ocho años”. | NA

El Indec comunicó que en octubre, la actividad industrial retrocedió, en la comparación interanual, y fue del -0,8%. En la medición mensual, la industria tuvo una baja del 0,3%.

Alimentos y bebidas (-2,3%) y refinación del petróleo, químicos, productos de caucho y plástico (-2,4%) determinaron la baja de la actividad. En contraposición, estuvo la industria textil (+10,5%) y muebles y otros (+2,9%). La industria manufacturera registró una baja acumulada del 0,4%, en lo que va de 2023. Por su parte, en octubre, la construcción reveló resultados positivos en la comparación interanual (3%). El avance de la construcción impacta en insumos como pinturas para la construcción (+21,4%), pisos y revestimientos cerámicos (+9,2%) y en artículos sanitarios de cerámica (+9,1%). Las perspectivas para el último trimestre son desfavorables.

Además, la AFIP informó que la recaudación impositiva de noviembre fue de $ 4,68 billones. En otras palabras, esto representa un crecimiento interanual nominal del 139,5%. El impuesto con mayor incremento interanual fue el Impuesto PAÍS (600,6%, frente al incremento del tipo de cambio y la ampliación de la base imponible). En el acumulado, de enero a noviembre, los ingresos tributarios alcanzaron los $ 37.059 billones, con un incremento nominal del 109,7% interanual.

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Más allá de los datos que recientemente vieron la luz, lo cierto es que la actual administración recibió un déficit fiscal inercial de seis puntos del PBI, un mercado con múltiples tipos de cambio y restricciones, el dólar oficial más bajo de los últimos ocho años, reservas netas negativas, aproximadamente por US$ 11 mil millones, una economía desmonetizada, importantes pasivos remunerados y una inflación corriendo al 250% anual con precios reprimidos.

Dólares
Foto: Télam

En el frente fiscal, el gobierno saliente recibió un déficit primario de 0,4% del PBI y de 3,8% incluyendo el pago de intereses. En el primer año, llegaron a 6,4% y 8,4%; respectivamente, producto de la pandemia. Ya para 2021, el desequilibrio aminoró, el rojo primario fue 3% y el total 4,5%. Durante la última parte de 2021, se desplegó el primer “plan Platita”. Para 2022, se siguió con la dinámica del cierre de 2021. Las erogaciones primarias crecieron por encima de la inflación. Tras el arribo de Massa en Hacienda, los gastos antes del pago de intereses cayeron en términos reales (-9,5% promedio) y se cerró el año con un déficit primario de 2,4% (total de 4,2%). Gran parte del ajuste se explicó por las prestaciones sociales. Por último, en la primera parte de 2023, los gastos siguieron creciendo por detrás de la inflación, pero la caída de los ingresos deterioró la situación fiscal. Esto se agudizó tras las PASO, cuando se lanzó un nuevo “plan Platita” equivalente a 1,5% del PBI. De esta manera, el déficit primario del año fue del 3% y el total del 5% del PBI. Un 1,9% era el acordado con el FMI. Dejando un rojo fiscal inercial de seis puntos para 2024.

En el plano cambiario, el BCRA administró la evolución del tipo de cambio, y en casi todos los meses la devaluación corrió por detrás de la inflación. El dólar oficial se atrasó 33%. Es el tipo de cambio más bajo de los últimos ocho años, en términos reales. Esta barrera resultó en presiones cambiarias, que el BCRA intentó contener con más restricciones y devaluaciones encubiertas. Los controles se tradujeron en una brecha cambiaria alta. Un 70% en 2020, 80% en 2021, 100% en 2022 y 108% en los primeros once meses de 2023, alcanzando picos de más de 200%. El BCRA gastó reservas interviniendo en las cotizaciones paralelas. El atraso cambiario y endurecimiento del cepo propinó el deterioro del balance del BCRA. Se perdieron más de US$ 20 mil millones en cuatro años. Si bien el impacto de la sequía es real, el saldo de la balanza comercial 2020-2022 fue superavitario en más de US$ 34 mil millones.

Dentro de lo monetario, tuvimos:

Una sustancial contracción de los medios de pago.

Un considerable crecimiento de los pasivos remunerados, que ya representan tres bases monetarias. Esta expansión se debe a la necesidad de esterilizar el financiamiento directo, un stock de plazos fijos que se mantuvo en línea con el promedio 2010-2019 y la suba de tasas, que retroalimenta el stock. En materia inflacionaria, en 2020, el registro fue 36%, con la pandemia y el corte de actividad que generó la cuarentena. En 2021, y tras la normalización gradual de la actividad, la inflación creció al 50%, en línea con la tasa de 2019. En 2022 y 2023, los desequilibrios y la discrecionalidad de la política económica tuvieron su correlato en los precios, ingresando en un nuevo régimen inflacionario. En términos anuales, corre a valores que no se veían desde 1990-1991.

En síntesis, la situación es verdaderamente desafiante. El plan de estabilización, y todas las medidas que se tomen de aquí en más con dichos fines necesitarán de un consenso social y político para poder llegar a buen puerto. Se deberán pasar por meses difíciles, con más inflación y volatilidad, para corregir tales distorsiones en la macro. Lo urgente hoy, y las posibilidades que se abren, son:

  • Levantar el cepo.
  • Sacar la obligación de liquidación en el BCRA para que la política monetaria deje de ser endógena.
  • Ir hacia un tipo de cambio único.
  • Ir hacia un sistema bancario libre.
  • Ajuste de las cuentas públicas.

La Argentina debe volver a interactuar normalmente con el mundo y la vía son los mercados financieros internacionales. Hasta ahora desde Wall Street, se ve con buenos ojos la austeridad fiscal, ortodoxia monetaria y apertura de la economía. Lo que viene de acá en más es que la actual administración pueda demostrar que efectivamente puede implementar la reforma fiscal de la cual dependerá el éxito o fracaso de toda la gestión. Además, si no existen dólares frescos, la única forma de reducir a los pasivos del BCRA es licuando de alguna manera a sus tenedores. Escenario no deseable para nadie. Dada la complejidad del escenario, las correcciones tendrán que ir en múltiples dimensiones, deberán ser simultáneas y con la mayor celeridad posible.

*Profesor de la Universidad del CEMA.