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Ficción y realidad

El sol del futuro

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Registro. Abril, la película del director y actor Nanni Moretti. | cedoc

La madre de Nanni Moretti me recuerda a la mía. El televisor de casa encendido y mamá viendo en directo la proclama de la dictadura en 1976 y gritando con alborozo: “¡Por fin se van estos ‘peronachos’!”. Yo asistía en silencio: estaba aún en la secundaria y le ocultaba mi pertenencia al centro de estudiantes.

He vuelto a ver Abril, la película de Moretti que comienza con el triunfo de Silvio Berlusconi en 1994, con una escena en la que conversa con su madre (las obras de Moretti están atravesadas por autoficción) delante del televisor ante las declaraciones de Berlusconi, encantado de haber ganado las elecciones y de felicitarse a sí mismo, una y otra vez, como previsiblemente hizo cada día de su vida.

Miré Abril en una plataforma porque se acaba de estrenar El sol del futuro, película con la que Moretti cierra la trilogía que empezó con Caro diario en 1993 y que tiene una precuela involuntaria: el documental La cosa. En estas cuatro películas Moretti registra nada menos que la disolución de la izquierda italiana y el auge y la estabilización de la globalización y la economía financiera. O dicho en crudo: la democracia de mercado.

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En Caro diario, treinta años atrás, Moretti hace un ejercicio de introspección en el que pone en primer plano la enfermedad, la neurosis cotidiana y un largo paseo por Roma, un recorrido sentimental a bordo de su Vespa, a través del cual, barrio a barrio, ofrece una versión política porque va deshilachando la vida cotidiana hasta abandonar la ciudad para llegar a un suburbio, la playa de Ostia, y detenerse frente al sitio donde fue asesinado Passolini. Eso es todo. Eso fue todo: tres años antes muestra, en La cosa, cómo se desmantela el viejo partido de Gramsci.

La cosa tiene la virtud de que solo recoge los testimonios de los militantes que van pidiendo la palabra en distintas asambleas, a lo largo y a lo ancho de Italia, en un plano fijo, sin ninguna otra adjetivación visual.

Hay una asamblea en algún lugar del norte de Italia, entre las tantas que registra, en la que un viejo partisano pide la palabra. Se pone de pie con dificultad, ayudado por las muletas, y plantea su inquietud: “Yo no me opongo a la disolución del partido, pero en caso de que salga adelante la votación solicito a los interventores que me devuelvan la pierna que perdí combatiendo al fascismo”.

Abril, de 1998, empieza con la cruzada berlusconiana –tan cercana al menemismo argentino y preludio de nuestro tiempo en el que las costuras de la democracia se han roto– y termina con el primer triunfo de la izquierda por primera vez en Italia: la de El Olivo, la refundación del PCI. Coincide con el nacimiento de Pietro, el hijo de Moretti, y este no duda en salir con su Vespa en la noche electoral y, en lugar de gritar consignas partidarias, vocea el peso del recién nacido “¡Cuatro kilos 200 gramos!”. En los últimos tramos se ve el avance por el Po hacia Venecia de una manifestación fluvial de la entonces incipiente Liga Norte y las imágenes de la llegada de migrantes albaneses en Bríndisi, cuyo primer contingente dejó un centenar de muertos. Fue el prólogo de lo que hoy es la isla de Lampedusa, convertida en un campo de refugiados, y aquella agrupación regional convertida en partido nacional y formando parte del actual gobierno italiano, ocupado por el fascismo.

En El sol del futuro, última y definitiva entrega de la saga, la trama principal es un musical que reconstruye la actitud del PCI, entonces presidido por Palmiro Togliatti, en 1956, cuando la Unión Soviética invadió Hungría. Así como Tarantino, en Había una vez en Hollywood, salva a Sharon Tate y el resto de las víctimas cambiando el final de la matanza de Charles Manson, Moretti gira el guion a través de una ucronía y el partido, en la película, condena la invasión.

Se pregunta Moretti: ¿hasta cuándo seguirá equivocándose la izquierda? Con serena lucidez, no orienta su crítica hacia los depredadores de siempre sino a los que han acompañado pasivamente con consignas vacías y pocos hechos el camino hasta este presente.

Giorgia Meloni en Italia. Ahora Javier Milei en Argentina. ¿Qué diría hoy mi mamá?

He visto que el vocalista de Los Palmera ha colgado un video en las redes en el que se lo ve cantando, abrazado, eufórico, al candidato libertario.

He visto cosas que no creerían, como decía el replicante de Blade Runner. Muchos de ustedes también.

*Escritor y periodista.