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la economía según néstor Kirchner

Diez años sin Néstor, el tipo que tiró la pelota afuera

Era por abajo, Néstor. Todo marchaba sobre rieles hasta que un pase que no fue terminó con la bonanza.

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El gol que no fue. Rodrigo Palacio erró el gol del Mundial. | cedoc

Cuanto más pasa el tiempo, más se agranda y pesa en la memoria futbolera el momento en que Rodrigo Palacio, en la final del Mundial 2014, elige definir por arriba del arquero alemán y falla, en el preludio fatal de lo que fue la derrota 1-0 en el suplementario. Como un lamento que reconoce lo increíblemente difícil que es llegar hasta ahí y desperdiciar la chance de hacer algo grande, nació el grito que ya es leyenda, nombre de libros, programas de radio y parte del lenguaje popular: “Era por abajo, Palacio”.

Cuanto más le cuesta a la Argentina volver a tener estabilidad y crecimiento y baja inflación y –ni qué hablar– dólar con calma, más se agiganta el pifie económico más importante del ex presidente Néstor Kirchner, de quien este martes se cumplirán diez años de su muerte. Estar mano a mano con la chance de transformar la recuperación tras la crisis de 2001 en un proceso de desarrollo sostenido posta, que pudiera de una vez por todas evitar los ciclos históricos de palo y rebote de la Argentina era hacer el gol del Mundial. Pero frente al Neuer de la historia, la tiró afuera. Había que decirlo y se dice: era por abajo, Néstor.

Caprichosamente podría ubicarse esa final allá por 2006. La actividad crecía al 8%. La inflación aún era de un dígito: 9,8%, con los salarios, en promedio, subiendo un 18,6%. El desempleo era 8,7%. El dólar valía $ 3,06. El superávit fiscal era de 3,3% del PBI. Se exportaba más de lo que se importaba y la balanza comercial dejaba US$ 12.400 millones. Las reservas habían crecido casi US$ 4.000 millones en el año. La recaudación le ganaba por 15 puntos al costo de vida. La deuda del país era un 58% del Producto. Todo con la soja recién llegando a US$ 215 la tonelada promedio, tomando carrera para alcanzar los US$ 600 un par de años después.

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Miguel Peirano, poco antes de dejar el Ministerio de Economía al final del mandato, se lo dijo frente a frente: “Néstor, cruzaste el océano nadando y te vas a ahogar en la orilla”.

Como recuerda el libro de los 15 años de la consultora EcoGo, por entonces el PBI no solo había recuperado la caída de lo peor de la crisis, sino que era 10% superior al pico alcanzado en 1998. Tras liderar ese proceso de recuperación apalancado en la devaluación de Eduardo Duhalde y en la exitosa renegociación de la deuda que encabezó ante los acreedores, el presidente Néstor Kirchner tenía espalda, liderazgo y oxígeno económico y político para pasar a la historia no solo por haber motivado a miles de jóvenes a creer en la política tras el que se vayan todos y con banderas de amplio consenso en la sociedad como las políticas de derechos humanos. Estaba con pelota dominada en el área chica de los problemas estructurales de la Argentina.

Porque después de mil etapas de crecimiento siempre ahogados por crisis y devaluaciones, la Argentina en 2006 parecía estar parando el huevo. La irrupción de China como motor del mundo llevaba a precios de locura a las materias primas en toda la región y nuestro país gozaba del mejor momento del “yuyo”. El contexto, como pocas veces, habilitaba a parar la pelota y pensar. Esos segundos que no pudo tener Palacio.

Miguel Peirano, poco antes de dejar el Ministerio de Economía al final del mandato, se lo dijo frente a frente: “Néstor, cruzaste el océano nadando y te vas a ahogar en la orilla”. Más y más voces le avisaban que crecían los subsidios a la energía por las tarifas congeladas que usufructuaban hasta los countries. Todos le explicaban los riesgos que conllevaría eventualmente gastar dólares para importar combustible, una picardía de despilfarro para un país con tantos porrazos justo por problemas de divisas. No era un problema inmediato. Fluían dólares fácil y la recaudación por retenciones triplicaba la cuenta de subsidios. Pero se veía venir el quilombo. Además, la luz y el gas anclaban la inflación, que igual saltaría 10 puntos hasta el 19% en 2007. En un adelanto de lo que se venía, en enero se trucha el Indec.

“Fue un error, cosas que pasan en el deporte”, dicen que reflexionó de manera totalmente humana y razonable el delantero de la Selección. Kirchner nunca llegó a hacer una autocrítica, si es que la percibió. Da la impresión de que eligió apostar al crecimiento a toda velocidad porque aceitaba una máquina de construcción de caja y poder que funcionaba mejor cuanto más aceleraba en el presente sin pensar en la curva del futuro. Lo pagaría en parte su propia esposa, que poco a poco se iría quedando sin superávit fiscal y luego sin dólares hasta imponer “fórceps” como el cepo para sostener los logros del arranque de su marido, como cuenta Matías Kulfas en su libro Los tres kirchnerismos. Hasta podría decirse que la llegada de Cambiemos al poder en 2015 es bastante hija de aquel gol fundamental que no fue y guió todo lo que vino después.

Con todo, Néstor Kirchner sigue empoderando los nombres que se le ponen al lado al punto de ser una obsesión para el círculo rojo. Sea con Cristina, de quien se analizan palabras, silencios y hasta rumores de mudanza de Juncal y Uruguay a la zona de la avenida Alvear y Parera. Sea con Máximo, que estaría accediendo a hacer modificaciones al impuesto a las grandes fortunas, y que para muchos aún es una incógnita. Un importante dueño de empresas que habla con él dice: “Tiene que elegir si quiere ser Néstor o quiere ser Cristina. Yo lo veo más parecido a Néstor, capitalista y pragmático, pero Cristina lo llama todos los días”.