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Fue la lucha

Educación 20230915
Educación | Unsplash | Ivan Aleksic

La agenda nos pone a defender lo obvio, que ya no es la educación pública sino la educación a secas. Porque los voceros libertarios, bien instalados, echan a rodar su griterío: lo único que tiene valor es el dinero y el dinero es la única forma de imprimir valor a las cosas. Si no pagamos por la escuela es que no estamos dispuestos adjudicarle valor y justo es que no haya escuela. 

Hay otros valores. Quizá los únicos. Los oímos a medias, en las temblorosas voces de los niños que conducen el día del maestro, con sus consabidas canciones y rituales. Uno de séptimo es ruso, es escolta de la bandera y a principio de año ni hablaba castellano. Vamos a cantar el Himno a Sarmiento porque –se nos recuerda–, así lo disponen unas normativas de un sistema colectivo que nos reúne. Y ocurre ese milagro complejísimo sin valor monetario a la vista: padres y madres y docentes y niños y niñas, reunidos en un patio con la peor de las acústicas, arremetemos con y contra el Himno de Sarmiento, el más lindo, el más difícil, quizás porque la figura de Domingo también es ardua y polémica y muy bífida. 

Uno de séptimo es ruso, es escolta de la bandera y a principio de año ni hablaba castellano

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¿Cómo traemos en los genes las sílabas de este loor, las alucinantes florituras que nos desbordan de las bocas una vez al año y nunca más por un raro hechizo en la memoria? Es un canto invocador, liberador y es también un lazo; un canto que nos recuerda que todos fuimos y somos parte de la misma escuela. Que todos pertenecemos al mismo pueblo, indiviso. ¿Quién se lo irá a traducir al niño ruso?

En la escuela Primera Junta es –además– el último acto de nuestra directora, Claudia Espera. Jamás imaginé que sus palabras, siempre justas, exactas, sorprendentes, pudieran llegar a ser de despedida, aunque Claudia diga en ellas lo contrario, por ejemplo, que por fin tendrá más tiempo para dedicárselo a la huerta, a la escuela, a sus alumnos. Lloro en cada acto como si entrara siempre en primer grado, como si aún sanara el duelo de dejar séptimo, con la pilcha firmada por aquellos que jamás quizás he vuelto a ver, como si Claudia Espera fuera a quedar para siempre apoyada en su micrófono, haciendo callar a los alumnos en las comas del discurso, improvisado, respirando con la escuela, como un mantra.

El voucher ése, si quieren mi opinión, que se lo metan por el orto. Esto no está en venta.