Solo, en un hotel, en una ciudad extraña, suspende sus rutinas habituales y se queda mirando televisión hasta tarde. Ve una maratónica sesión de American Idol a beneficio de gente pobre de Africa y los Estados Unidos.
Doscientos cincuenta mil mujeres por año mueren de parto en Africa, dicen. Pero American Idol va a salvarlas. Hay que donar. Una falsa Angelina Jolie (rodeada de falsos huérfanos adoptados) atiende los teléfonos. Una vez salvadas, esas mujeres seguramente caerán en las manos del sida, o de las hambrunas, o de las guerras civiles.
Habla el secretario general de Naciones Unidas. Agradece a American Idol.
Annie Lennox aparece en pantalla revisitando a una niña que el año pasado estaba en piel y huesos y este año “está preciosa, los medicamentos le hicieron bien”. En pocos años, la niña será violada y quedará embarazada por primera vez. Después de varios partos, será una de las 250 mil del comienzo.
Es tan poco lo que hace falta: American Idol está dispuesto a intervenir allí donde haga falta (Africa, Estados Unidos), impidiendo que mueran madres, niños, jóvenes. Es tan poco lo que se necesita. Canta una negra, canta un barbudo, canta una gorda, una marica toca el piano. Una cantante rubia anuncia que, por cada tema suyo que la gente baje de Internet, se donarán 37 centavos de dólar.
Los jurados de American Idol visitan pueblos de los Estados Unidos donde hay gente que no tiene qué comer, niños analfabetos, huérfanos, homeless, víctimas de catástrofes naturales. Recorren instituciones que reparten alimentos, medicamentos, programas sanitarios, programas de alfabetización acelerada. “Parece mentira que en un país como éste haya gente viviendo en estas condiciones.”
Los concursantes aparecen todos vestidos de blanco, como si fueran ángeles y las miserias del mundo no los afectarán (porque ellos están pendientes de la votación telefónica sobre su permanencia en el programa).
No (piensa), no “parece mentira”. El capitalismo es eso. Antes, parecía que sólo estaba en juego la plusvalía, el billetito, las monedas. Hoy, adentro y afuera de los Estados Unidos, lo que está en juego es lo viviente, las formas de vida, la felicidad.