La salud de un presidente es siempre una cuestión de Estado y cuando ella se ve afectada, el impacto político es inevitablemente alto. En este caso, ese impacto es aún mayor por dos razones: la primera, porque la enfermedad en cuestión es causada por el coronavirus y, la otra, por el hecho de que el paciente ya había recibido las dos dosis de la vacuna Sputnik V. Alberto Fernández es una persona que presenta un factor de riesgo importante: padece de trombofilia.
La trombofilia es definida como un trastorno producido por alteraciones de los factores de la coagulación que hace que quien la padece presente una propensión a la formación de trombos (coágulos). La enfermedad puede ser adquirida por transmisión hereditaria, como es el caso del Presidente tal como él mismo lo ha dado a conocer. Su hermana también la padece y ambos la heredaron de su madre ya fallecida.
Los síntomas que presentó el jefe de Estado –temperatura de 37.2 grados y dolor de cabeza– fueron leves y tienen la particularidad de mostrar la heterogeneidad de las manifestaciones clínicas que puede evidenciarse ante un padecimiento producido por el covid-19.
El hecho de que el Presidente hubiera recibido las dos dosis de la vacuna produjo indiscutiblemente inquietud en el Instituto Gamaleya. Tanto fue ese impacto, que movió a sus autoridades a emitir un comunicado acerca del caso. Lo curioso es que el mismo viernes, Kiril Dmitriev, vocero del Fondo Ruso de Inversión Directa que financió la investigación y desarrollo de la Sputnik V, había afirmado que la vacuna, en sus dos dosis, tenía una alta eficacia para neutralizar las nuevas cepas del virus.
Los reportes de casos de personas inoculadas con las dos dosis no solo de la vacuna rusa sino también de las otras vacunas que se han contagiado con el virus están bien documentados. El jueves pasado se conoció lo sucedido a dos médicos jóvenes que trabajan en el hospital Zonal de Esquel, quienes se contagiaron la enfermedad exhibiendo una sintomatología leve. Igual situación había referido ya el intendente de San Isidro, Gustavo Posse, acerca de otros dos médicos que trabajan en ese distrito.
La situación del personal de salud es muy especial y delicada. En una carta al editor publicada en la edición de The New England Journal of Medicine del 23 de marzo, se informa que algunos integrantes de los equipos de salud de la Universidad de California en San Diego (UCSD) y de la Universidad de California en Los Angeles (UCLA) se contagiaron luego de recibir las dos dosis tanto de la vacuna de Moderna como de Pfizer. Todos presentaron sintomatología leve y evolucionaron en forma positiva y sin ninguna complicación.
La evolución del cuadro clínico del Presidentes es, afortunadamente, buena. Como lo dijo ayer en la entrevista por la radio AM 750, de no haber estado vacunado, su situación podría haber sido más delicada a causa de los factores de riesgo que se enumeraron anteriormente.
Esto pone de manifiesto la importancia de la vacunación a la vez que deja desnudas las falencias de la gestión del Gobierno sobre el tema.
La vacunación errante. El proceso de vacunación en la Argentina viene afectado por tres problemas fundamentales: el primero es la falta de vacunas, hecho que sobresale mucho más después de las falsas promesas hechas por el Presidente acerca de los millones y millones de inóculos que deberían haber llegado al país entre enero y febrero. El segundo es el escándalo de las vacunas de privilegio o vacunagate. El tercero, la falta de una logística adecuada para llevar adelante el proceso de vacunación con una mayor rapidez. Si se repasa el número de inóculos que se dan por día se ve que es irregular y parece estar motivado por el objetivo de evitar que llegue un momento en el que no se cuente con disponibilidad de dosis.
La falta de vacunas ha llevado a las autoridades sanitarias a adoptar una decisión que genera controversia dentro de los ámbitos científicos: la extensión del intervalo entre la primera y la segunda dosis.
Este es un asunto del que se habla en el mundo entero. La vacuna de AstraZeneca fue la que primero aportó documentación para llevar ese intervalo de 3 a 12 semanas. En la profusa literatura médica circulante hay informes sobre las vacunas de AstraZeneca, Pfizer y Moderna. En un artículo aparecido esta semana en el British Columbia Medical Journal se analiza la decisión de Canadá de llevar el intervalo entre la primera y la segunda dosis a 16 semanas aun cuando la evidencia aportada por una investigación ad hoc no existe. Allí se aplican las tres vacunas mencionadas. Las cosas son aún más discutibles con la Sputnik V y la Sinopharm.
Como ya se dijo, el problema que ofrece para esta prolongación la Sputnik es que tiene dos componentes distintos. Por eso el viernes hubo esa declaración del ejecutivo del Fondo Ruso, ya mencionada más arriba, en la que, refiriéndose a la eficacia que posee la vacuna, indicó que eso ocurre cuando se administran sus dos componentes, es decir, las dos dosis.
Respecto de la vacuna Sinopharm –hecha a base de virus inactivados–, como lo expresó con toda claridad el Dr. Eduardo López en PERFIL el viernes pasado, la evidencia existente hasta hoy no avala esa postergación de la segunda dosis más allá de los 28 días. Esto está generando inquietud entre los profesionales de la salud que, habiendo recibido la primera dosis, no saben a ciencia cierta cuándo tendrán acceso a la segunda. Como narró el decano de la Facultad de Odontología de la Universidad del Salvador, Prof. Dr. Gustavo Di Bella, varios de los recipiendarios de esa primera dosis se sometieron a un chequeo y se encontraron con la inquietante novedad de que no habían desarrollado anticuerpos contra el covid-19.
La delicada situación generada por la pandemia exige políticas de Estado y no la politiquería barata que viene exhibiendo el gobierno del Frente contra Todos. Deseos de pronta recuperación para el Presidente.
Producción periodística: Santiago Serra.