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nostalgias de la eleccion

La ex

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QUE ME QUIERAN. Macri necesita amor bonaerense para un modelo que mima a otra. | SERGIO PIEMONTE
Una lluvia de aslfalto sobre el Gran Buenos Aires, un shock de créditos para beneficiarios de planes sociales y una sobredosis de Cambiemos en Intratables con el “lucha-contra-las-mafias tour” de la gobernadora María Eugenia Vidal, revelaron la obsesión última de la Casa Rosada, detrás de la elección de hoy: conseguir la venia de la población del Conurbano, donde se apalancó el esquema de poder y crecimiento económico de la gestión anterior, para avanzar con otro que procura desplazar el eje de producción y generación de riqueza hacia el interior de la Provincia en particular y el país en general.
En definitiva, el Gobierno trata de convencer a esos votantes de que con la ex no estaban mejor que con el actual, aunque su recuerdo les diga lo contrario, y más en el contraste con el presente. O al menos intenta persuadirlos de que si sienten que antes la pasaban bien y ahora no, les crea que en poco tiempo más llegará el upgrade prometido. Y que por eso merecen otro voto de confianza.

Difícil. Porque los bonaerenses están ante el reflejo habitual que se produce después de cambiar una relación de muchos años por una nueva que parecía que daba para más. Cuando se presentan los primeros problemas, revive la imagen de la ex, en especial los mejores momentos, y se deja de lado cualquier encandilamiento inicial con el actual y los malos recuerdos de lo anterior.
Por eso, tras el aumento de tarifas y el cambio de modelo hacia mayor apertura comercial que afectaron en especial al cordón industrial de los partidos del GBA, los gobiernos nacional y provincial se dispusieron a limitar cualquier nostalgia a base de obra pública, desde las cloacas al Metrobus.

El presupuesto para obra pública del Daniel Scioli gobernador y candidato presidencial en 2015 había sido de 3,5% del PBI. Las planillas del ministro de Hacienda de Vidal, Hernán Lacunza, muestran que llegó este año a casi 10 puntos del Producto. El que se queda parado en el Conurbano sale bañado en cemento. Pero, ¿compensa una obra en marcha la pérdida de un puesto de trabajo por el que se cobraba todos los meses?

En parte, eso se responderá en las elecciones de hoy, y se volverá a repetir en octubre. Todos los que trabajan en la jefatura de Gabinete se entusiasman con que esa respuesta y el panorama general pueda cambiar tras el paréntesis de tres meses después de las PASO. Porque hoy cuando mira las planillas, desespera: el empleo privado en blanco en toda la provincia dejó de caer en mayo, con un imperceptible 0,2% de crecimiento respecto de igual mes del año pasado. Pero, casi al mismo tiempo, en el segundo trimestre de este año, los puestos de trabajo en el Gran Buenos Aires cayeron un 4,6% respecto de igual período del año pasado, o sea, nada menos que respecto del tenebroso segundo trimestre de 2016, apogeo del ajuste. Y respecto de cuando gobernaba la ex, está un 6,69% abajo. Todos datos oficiales del Ministerio de Trabajo.

En cualquier caso, en ese territorio el actual la tiene muy difícil para empatar con la ex. Porque el modelo para el que está pidiendo nuevamente respaldo no paga dividendos en términos de trabajo registrado tradicional, como sí lo hacía el esquema anterior. El actual asegura que es porque esos puestos no tenían futuro, y que es mejor asumir la falta de trabajo del presente como el pasaporte realista hacia una alternativa duradera. Un dato: el mayor portal de clasificados laborales, Bumeran, está a punto de lanzar una nueva versión, porque las grandes empresas cada vez buscan menos trabajadores en relación de dependencia.