“Eso pasa por haberle creído primero a Moreno y después a Timerman”, confesaba en estricto off una voz del Gobierno con tono de resignación y gesto de fatiga. “Por favor, que termine pronto esta semana. La Presidenta quedó al borde del ridículo”, expresaba otra voz igualmente consustanciada con el oficialismo. Es que la jugada política montada en derredor del informe sobre Papel Prensa, ostentosamente titulado “La verdad”, capotó el mismo día en que vio la luz pública. En efecto, el contenido de lo expresado por la Dra. Cristina Fernández de Kirchner durante su larga y tediosa exposición por la Cadena Nacional de Radio y Televisión el martes pasado, estuvo lejos de satisfacer la expectativa que desde las cercanías de Moreno, Timerman y compañía habían hecho trascender. En esos trascendidos se hablaba lisa y llanamente de una evidencia documental de tal contundencia que llevaría a la intervención y posterior expropiación de Papel Prensa y a las casi inmediatas detenciones del CEO de Clarín, Héctor Magnetto, y del director de La Nación, Bartolomé Mitre. Finalmente, nada eso ocurrió. ¿Qué fue lo que sucedió, entonces? Muy simple: alguna voz bien informada dentro del Gobierno alertó a la Presidenta de la declaración ante la Justicia de Isidoro Graiver, que fue el encargado de la negociación que culminó con la venta de Papel Prensa al consorcio integrado en forma minoritaria por el Estado nacional y por los diarios Clarín, La Nación y La Razón, desmintiendo la versión que hizo correr el Gobierno –atribuida a Lidia Papaleo de Graiver– según la cual la transacción comercial había sido firmada por la susodicha estando en cautiverio. Hay que consignar, al respecto, que dos días después de la presentación del informe La verdad, la misma licenciada Papaleo confirmó ante los fiscales que, al momento de firmar la venta de Papel Prensa, se hallaba en libertad. Todo este fiasco obligó al Gobierno a apurar sobre la marcha una salida más o menos elegante. El producto de esto fue el proyecto de ley para declarar de interés nacional la producción de papel para diarios. La pobreza del documento enviado al Congreso el viernes pasado es una prueba de ello. El proyecto, en cuya elaboración trabajó el secretario Legal y Técnico de la Presidencia, Carlos Zanini, propone que el Congreso autorice al Poder Ejecutivo a elaborar, a su vez, otro proyecto de marco regulatorio de la actividad, el que deberá ser enviado a una Comisión Bicameral para el seguimiento de la fabricación, comercialización y distribución de pasta de celulosa y papel para diarios. “El proyecto es insólito. La Presidenta no termina de asumir que el 10 de diciembre pasado perdimos el control del Poder Legislativo. Además, parece utópico pensar que el mismo Congreso que nos acaba de quitar las facultades delegadas, ahora ceda la potestad de elaborar el marco regulatorio para la producción de papel de diarios al Poder Ejecutivo en pleno desarrollo de esta pelea de nunca acabar con los medios”, reflexionaba con sensatez una voz del Gobierno.
Claro que los errores de apreciación política del Gobierno no terminaron ahí. El faltazo del empresariado al acto del martes –hecho que nunca antes había ocurrido durante el gobierno de los Kirchner– tiene el potencial de convertirse en un Rubicón. Ni los llamados con tono de apriete de Guillermo Moreno, ni aquellos otros –los menos y con un tono un poco más amable– del ministro de Planificación e Infraestructura, Julio De Vido, pudieron doblegar la decisión de no asistir a la Casa Rosada a fin de prestarse a una jugada que no compartían. El mensaje de Moreno no se andaba con vueltas: el objetivo de Néstor Kirchner era el de verse rodeado por todos aquellos mismos empresarios que se habían fotografiado con Héctor Magnetto en Rosario hace unos días. Los motivos fundamentales por los que los hombres y mujeres de negocios decidieron, con firmeza, no ir, fueron cuatro:
◆ El bloqueo a las plantas de Techint.
◆ Fibertel.
◆ La convicción de que el caso Papel Prensa pudiera dar pie a futuras acciones intervencionistas sobre otras empresas por parte del Gobierno.
◆ Algunas de las expresiones de Hugo Moyano en el acto de asunción de la presidencia del PJ bonaerense.
Los que conocen lo que sucede en la Babel de Olivos afirman que la furia de Néstor Kirchner con los empresarios es mucha y aún perdura. Entre los hombres de negocios, lo que llama la atención en estas horas es el silencio de radio por parte del Gobierno. “En otras ocasiones, cuando algo no les gustaba, llamaban. En esta, en cambio, el teléfono todavía no sonó. Eso nos inquieta. Deben estar pensando qué hacer para castigarnos”, confesaba por estas horas un dirigente de la Unión Industrial Argentina.
A esta altura del relato –para utilizar un término del que tanto gusta la Presidenta– surge, una vez más, el problema psicológico político complejo que representa el matrimonio Kirchner. Ello queda evidenciado a través de una conducta por la que, tanto para Néstor Kirchner como para su esposa, la realidad no es la que es sino la que ellos quieren creer que es. Ya les pasó esto con la resolución 125 y la reacción del campo, así como también con aquellos encuestadores que en junio de 2009 los alertaron de una derrota electoral en la provincia de Buenos Aires, que fueron desoídos en forma olímpica y cuyas advertencias y datos fueron menoscabados. En ambos casos, las consecuencias terminaron siendo nocivas para los Kirchner. Una voz del Gobierno resume muy bien la situación actual: “Justo cuando veníamos subiendo de a poco en las encuestas y estábamos trabajando, se generaron estas acciones que nos han hecho retroceder varios casilleros. Incomprensible”.
Los embates de los Kirchner contra la prensa forman parte de su esencia. La verdad es que todas estas iniciativas desarrolladas en nombre de un supuesto interés por garantizar la libertad de expresión no son más que un enunciado sin contenido. El matrimonio presidencial tiene aversión al periodismo crítico. PERFIL fue víctima de ello en los años 2006 y 2007. En aquellos momentos, el encono de Néstor Kirchner lo llevó a ordenar no sólo el cese de cualquier aporte publicitario de origen estatal destinado al diario sino que, no contento con ello, lanzó una fuerte acción de presión sobre las empresas para que no anunciaran en sus páginas. El objetivo del Gobierno era que PERFIL desapareciera. Fue en aquella circunstancia que surgió el fideicomiso a través del cual los lectores hicieron aportes que ayudaron al sostenimiento del diario, dando origen a un hecho que aún hoy conmueve y que fue clave para su supervivencia.
Ayer, pues, fue PERFIL. Hoy, Clarín y La Nación. ¿Mañana, quién?
Producción periodística: Guido Baistrocchi.