Qué hambre de democracia… Necesito alimentarme, y cuanto más mejor. Mi boca es una ranura amplia, no cuestiono el alimento, mientras sea en sobre cerrado. Vale lo que venga. Bien llenita, represento los estómagos de todos. Si flaca, adelgaza también mi representación. Soy urna famélica de votos. Cuanto más pesada, más peso tendrán los votantes. Se me hace agua la ranura cada vez que uno de ellos se aproxima a la mesa. Lo veo tanteando, para que el sobre llegue a mis adentros, cerciorándose del deber cumplido. El empujoncito con el dedo índice es fundamental. Si presiona sin ganas, titubeante o receloso, me hace sentir que ingiero obligada, como si fuera un sobre insulso; a veces se atasca cuando lo insertan sin motivación, y entonces me atraganto hasta que algún fiscal lo acomoda para que mi boca permanezca abierta.
Otros llegan hasta mí resueltos, la mirada altiva, como si quisieran vociferar lo que secretamente eligen. Meten el sobre con el apetito del convencido y se marchan como si ellos mismos se lo hubiesen tragado. La adrenalina de los votantes es el mejor condimento de mis ingestas. El cuarto oscuro los motiva para generarla, y esta se cuela en mi ranura esparciendo su anhelo.
No siempre los votantes –esa especie para la que existo– están convencidos de lo que me arrojan. El descartado también es una elección. Algunos se marchan cabizbajos, habiendo cumplido pero insatisfechos, resignados frente al espectáculo del poder que pareciera indiferenciar cada vez más las distintas propuestas… En fin, voten a favor, en contra, o a renuencia, soy urna omnívora. Todo me viene bien, mientras engorde. Es cierto que tantas boletas para meter o no meter en el sobre no siempre satisfacen al que viene a alimentarme. Lo importante es que acudan.
Mientras me voy llenando, la realidad tiembla, nuevas decisiones pueden modificarla, el rumbo de la humanidad depende de lo que elijan –aunque parezca imposible una representación justa… Yo me quedo tranquila mientras me alimenten; como bien dice el refrán, estómago lleno, corazón contento. En mi caso, urna satisfecha, pueblo eligiendo.
A veces observo a los integrantes de la mesa masticar sus galletas. Los veo dedicados, a la espera de los que faltan, rezagados de último momento. Aunque no lo sepan, comparto sus ansias, comprendo la responsabilidad de la jornada, la importancia de que todos lleguen a tiempo; al verlos expectantes mi ranura quisiera ensancharse, convertirse en sonrisa cómplice, acompañante. Qué más decir mientras espero…¡Buen provecho para todos!