COLUMNISTAS
En Gaza y la frontera con Líbano

Los argentinos que pelean la guerra por Israel

Desde el 7 de octubre Israel está en guerra con el grupo terrorista Hamas. El ejército hebreo, de los más sofisticados, cuenta en sus filas con soldados de todas partes del mundo. Estas son las historias de los argentinos de las Fuerzas de Defensa de Israel que combaten en la Franja de Gaza.

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Los argentinos que pelean la guerra por Israel. | cedoc

La gran mayoría de la población adulta de Israel tiene formación militar. Casi cuatro millones, de los más de nueve millones, es decir, la mitad de los ciudadanos, está disponible y en condiciones de ir a la guerra. 

Israel, un país abierto a recibir población de todo el mundo, y sobre todo, como dice en su Declaración de Independencia (1948), al estilo de la Constitución Argentina, “para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”, pero versión del pueblo hebreo, en las bases del Estado se expresa la apertura y el deseo de ser la casa de los judíos del mundo. Es por eso que cada año llegan a Israel olim (como se les llama a las personas que emigran) de todas partes que desean “retornar a casa”. 

Entre los recién llegados hay cada vez más argentinos que deciden hacer aliá (ir a vivir a Israel). Y como ciudadanos israelíes podrán gozar de todos los derechos que brinda la nación, y deberán cumplir con las obligaciones que se demanden. Una de ellas, si están en edad, es hacer el servicio militar obligatorio. Y otra, es ir a la guerra. Estas son las historias de los argentinos que combaten en el ejército israelí contra Hamas. 

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A cualquier precio. Jonas Ariel Kan está al norte. Es parte de una unidad capacitada para entrar en el Líbano. “No estoy relacionado con Gaza. Mi familia no puede saber exactamente dónde estoy por seguridad, tanto para el país como para ellos. Y para no preocuparlos. Dos amigos míos fueron decapitados en el festival el 7 de octubre, así que me siento preparado. Si caigo en manos del enemigo, mi destino puede ser muy malo”, afirma. 

Jonas vive en Israel desde 2014, cuando tenía 18 años. Estudió en la escuela ORT. En su servicio obligatorio fue comandante y sargento primero con 17 soldados a su cargo. En su unidad, en la que hay varias “secciones”, los únicos no israelíes son él, dos ucranianos y un peruano. “Somos todos de la comunidad judía. Estudio mucho Kabalá y la Guemará (el Talmud), en arameo. Entiendo que hay Dios encima de nosotros”, expresa. 

“Podés ser la persona más feliz, pero cuando hay que defender tu casa lo haces hasta con tu última gota de sangre y a cualquier precio. Sin ejército, el mundo nos destruiría en un día. Si no defendés tus creencias, entonces la historia habla por sí sola: el mundo trata de apagar la luz y atacar minoridades exitosas”, dice Kan. 

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“Nosotros no atacamos; el judaísmo es amor y conectarse con el mundo. Nosotros nos defendemos. Si alguien se atreve a hacernos algo, no importa dónde esté, creeme que la comunidad va a llegar a esa persona, tarde o temprano. Y el que no tiene interés de robarnos, mutilarnos o violar a nuestras mujeres, es siempre invitado a nuestras casas. No importa color o ideologías”, sostiene.

El soldado –jaial, como se dice en hebreo– recuerda el trágico asesinato de su rabino, Rubén Birmajer, en 2015. El estudioso de Torá, argentino, fue apuñalado cuando salía de la Ciudad Vieja de Jerusalén. “Tengo amigos que fueron brutalmente asesinados, está la muerte de mi rabino, pasamos el Holocausto y tanto más. Es defender tu casa, a tu papá, a tu mamá, tu herencia. Si no lo hacemos, entonces del otro lado nos hacen cosas estremecedoras. La palabra misma lo dice: el terrorismo da terror al mundo. Hay gente que pelea y da todo para combatir contra esos organismos, sin importar el precio que haya que pagar para defendernos y anularlos. Es una guerra entre la luz y la oscuridad, por lo tanto se encuadra perfecto con nuestra religión. En serio: no me importa morir defendiendo la casa donde ahora vive mi papá”, expresa Kan. 

Quiero alistarme. Nicolás Wergifker aprovecha un descanso de dos días de los combates para responder las preguntas para esta nota. Su servicio obligatorio terminó en 2018. Tras finalizar el entrenamiento fue a vivir a Argentina. Por vivir en otro país, tenía un permiso especial para no ser convocado como reservista. “El 7 de octubre, cuando pasó todo esto, lo primero que hice fue llamar al ejército. ‘Quiero alistarme’, les dije. Tenía una sensación de enojo terrible, como todo el pueblo de Israel. No sé cómo explicar mis emociones porque nunca me pasó algo parecido en Argentina”, cuenta. 

“Yo sentía que vivía en el país más seguro del planeta, que no iba a pasar nada. Incluso, cuando llegué a Israel, viví en uno de los kibutz que atacaron. Cuando liberaron a algunos rehenes, entre esas personas estaban los secuestrados de ese kibutz en el que yo estuve mis primeros meses. Yo no lo podía creer”, dice el jaial. 

Al mes, el 7 de noviembre, finalmente lo convocan: “Y fui con alegría. Es mi casa y siento la necesidad moral de defenderla. Me sumé a la unidad de reservistas de gente que estuvo en mi unidad cuando hicimos el servicio obligatorio. Hay gente de 36 años, de 24. Ahora estoy en un kibutz a dos kilómetros de Gaza. Hacemos trabajos dentro y fuera de la Franja sin volver a casa por semanas”. 

Nicolás tiene 26 años y llegó a Israel con la mayoría de edad. Es argentino, de Salliqueló, provincia de Buenos Aires, y toda su familia está en Mendoza. “Israel es un país que se la pasa de guerra en guerra; es el único democrático en todo Medio Oriente; el único entre tantos países árabes. Desde el servicio obligatorio sabía que esto algún día iba a pasar. En mi unidad hay combatientes que estuvieron en la Guerra del Líbano de 2006, gente que estuvo en el conflicto en Gaza de 2014. Si fuiste combatiente, en alguna guerra te va a tocar sí o sí”, opina. 

“Sobre la seguridad: la vamos a restaurar. No creo que las cosas estén bajo control; cuando se termine lo de Gaza va a empezar otro problema en el norte, pero ahí estaremos”, promete. 

Con el mate a combate. “Soy Natan De Leo, tengo 34 años. Soy platense, hincha de Gimnasia La Plata, estudié cine, trabajé en Argentina, y ahora en Israel, como ayudante de dirección en la industria del cine y series de TV. En paralelo, soy reservista del ejército israelí”, se presenta el soldado.

“Vine a vivir a Israel a principios del 2016. Hice un paseo por acá en el año 2014 y me enamoré. En ese viaje descubrí lo espectacular que es este país, su gente y que es mucho más que guerras, atentados, desierto y Muro de los Lamentos. En el 2016 tuve la oportunidad de venir a hacer un curso de seis meses y conocer mejor el país. Luego decidí quedarme e iniciar los trámites de mi ciudadanía israelí”, cuenta.

“El 7 de octubre, cuando empezó la guerra por la invasión de Hamas al territorio israelí, era sábado, Shabat, y además feriado. Yo estaba durmiendo en mi departamento y me desperté por el ruido de las sirenas antimisiles. Durante el transcurso de la mañana sonaron en mi ciudad y en distintas partes del país. Ese mismo día, al mediodía, recibí el mensaje para presentarme a filas del ejército. Soy soldado combatiente y por las leyes del ejército no puedo decir exactamente las funciones que cumplo”, recuerda. 

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Y ¿cómo compatibilizar la doble nacionalidad? De aquí y de allá, hay amor para Argentina y para Israel. “Nací y crecí en Argentina hasta los 26 años, mi familia sigue allá y trato de ir una vez por año a visitarlos. Vivo en Israel desde hace ocho años y me siento israelí. Hoy esta es mi casa. Soy mitad argentino y mitad israelí. Acá, la gente que no me conoce enseguida se da cuenta que soy argentino, porque tengo acento cuando hablo en hebreo. Me ven con el mate en todos lados, en el ejército o en el trabajo, y de a poco voy sumando israelíes al mate. Voy al ejército con camisetas de Gimnasia La Plata”, admite De Leo.

“Cuando todo esto comenzó, no dudé en llamar a mi comandante para saber hacia dónde ir. La situación era desesperante y no había tiempo para pensar demasiado: mucha gente había sido secuestrada y el país se encontraba en ataques constantes. Ayudar era lo único que se me pasaba por la cabeza”, cuenta Lucas Joaquín de Buenos Aires. 

Me ofrezco como voluntario. Joaquín tiene 25 años y a los 22 decidió presentarse en las Fuerzas de Defensa Israelí de forma voluntaria: “El hecho de haber nacido en Argentina no quita que Israel sea mi casa también. Este país me recibió con los brazos abiertos, incluso ayudó e incentivó mi llegada sin esperar nada a cambio”. 

“La gente acá me hizo sentir como una familia. Conocí muchas personas que apenas se enteraron de que estaba solo quisieron acogerme como uno más, ya sea invitándome a pasar Shabat con ellos u ofreciéndome una mano para cualquier cosa que necesite. Creo que por todo esto y más puedo afirmar que Israel es mi país”, agrega. 

Paracaídas. Ezequiel Trzcina responde las preguntas desde la cama de un hospital israelí. Nació en Buenos Aires y desde hace tres años vive en Israel. Emigró con 23 años y se presentó como voluntario para el ejército. Se preparó 24 meses y fue combatiente en la unidad de paracaidistas (tzanjanim, en hebreo). 

“Hacía cuatro meses que ya estaba –en sus palabras– “liberado. Cuando comenzó la guerra vi las noticias, me subí a un bus y fui a la base, sin que nadie me llame. Estuve preparándome, pasé por los kibutzim y el 4 de noviembre entré a la Franja de Gaza”, revela. 

“El 15 de noviembre me dispararon en el brazo mientras estaba en una misión. Mi unidad entró a un edificio y me pidieron a mí y a otro soldado que nos quedáramos afuera para proteger a los tanques. Cuando estaba en guardia, recibí un disparo”, relata Trzcina. Tras una cirugía, Ezequiel se recupera de a poco.