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Noticias y dichos mentirosos ensucian el clima preelectoral

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El maestro. El estilo de Donald Trump se basa en la difusión de fake news. Tiene un discípulo local. | cedoc

Desde este espacio, se han reiterado advertencias acerca de la veracidad o falta de ella en informaciones o definiciones de medios, periodistas y candidatos, con un creciente aumento de datos erróneos, sesgados o deliberadamente mentirosos a medida que se acerca el día de las elecciones generales. Vuelvo sobre el tema porque así lo merecen los lectores de PERFIL.

Según un relevamiento realizado por el diario The Washington Post a poco de concluir el mandato de Donald Trump en la presidencia de los Estados Unidos, se puede redondear en 22 mil el número de fake news o informaciones engañosas entregadas por Trump a la opinión pública. Llegó al extremo de proclamar, sin argumentos que sustentaran sus afirmaciones, que el triunfo de Joe Biden en las elecciones fue un fraude.

Algo similar vivieron los brasileños cuando Jair Bolsonaro logró la presidencia o en el curso de su mandato, incluyendo falsas afirmaciones sobre quien lo desplazó, Luiz Inácio “Lula” da Silva.

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Es, en verdad, un modus operandi que eligen los ultras: mentir para manipular al electorado y beneficiarse en consecuencia. ¿Por qué es importante tenerlo en cuenta en este tramo final del proceso preelectoral argentino? Porque estamos observando reiteradas muestras de falsedades lanzadas al ruedo por uno de los candidatos, caracterizado por su estilo agresivo, insultante y, por momentos, amenazador. Javier Milei aspira a conducir el país como sus contrincantes, pero tanto en el primer debate concretado en Santiago del Estero como en declaraciones posteriores incurrió en errores no forzados y en afirmaciones falsas, como se ha podido comprobar.

Respecto del debate, los registros de la organización Chequeado indican que falseó información o le dio un giro cuestionable. Dos ejemplos: afirmó que el 13% de los chicos no termina sus estudios en tiempo y forma; es exactamente al revés: el 13% de los alumnos terminó en 2022; la Argentina no era el país más rico del mundo a comienzos del siglo XX: ocupaba el puesto 14 sobre 45 naciones analizadas. En cuanto a sus dichos sobre la dictadura, insistió en negar que aún sufrimos las desapariciones, torturas, asesinatos, robos de bebés y la existencia de decenas de centros clandestinos de detención y exterminio, equiparando el terrorismo de Estado con el accionar judiciable de los grupos armados. Negó que sean 30 mil los desaparecidos, sin tomar en cuenta que la cifra es un número simbólico y no contable.

Pero probablemente lo que dijo de Patricia Bullrich en una entrevista posterior eleva la recurrencia de Milei a la utilización de fake news: dijo que la candidata de JxC puso bombas en jardines de infantes, una falacia que ni los más recalcitrantes defensores de la dictadura han difundido alguna vez. La verdad es que formó parte de la Juventud Peronista, sin actuación en Montoneros u otra organización paramilitar.

Los riesgos de degradar la democracia por vía de informaciones falsas tienen, en algunos países, un alcance acotado y un menor impacto en la población. Finlandia, por ejemplo, ha optado por la educación para evitar que la población caiga en engaños o manipulaciones. Según un interesante artículo de BBC Mundo, “el pensamiento crítico y la alfabetización mediática han sido parte del plan de estudios finlandés durante mucho tiempo”. La nota agrega que desde 2016 se han introducido reformas en los programas escolares en esa dirección.

Por cierto, no hay instrumentos jurídicos en la Argentina para penar a quienes mienten o tergiversan la Historia. Sí es posible accionar civilmente cuando alguien se siente agraviado, como es el caso Milei-Bullrich. 

Sin embargo, hay una pena para los políticos que juegan al límite entre la mentira y la verdad: el voto.