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Pobre patria mía

Pobre patria mía.
Pobre patria mía. | Cedoc

La ética es una óptica. Una visión de lo útil y de lo infructuoso. Y no del bien  y el mal como categorías absolutas. Lo desbordado aspira el infinito y cae siempre en infinición.  

“La violencia no consiste tanto en herir y aniquilar cuanto en interrumpir la continuidad de las personas; en hacerlas representar papeles en los que no se reconocen, en hacerlas traicionar no solo sus compromisos sino su propia sustancia”, escribió Emmanuel Lévinas en Totalidad e infinito.

El pasaje de la potencia a la omnipotencia es ese infinito.

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El deseo de totalidad no llena sino que ahonda. Se termina saliendo de sí.

“Si suprimes la alteridad, estará lo uno indistinto y el silencio”, decía Platón. El papel del contrario es completarnos.

La verdad está repartida, nunca se puede acceder a ella en su totalidad.

La forma de eliminar la duda es no interrogarse más. Eso es la certeza del que no duda. 

Estos párrafos son para fundamentar  someramente por qué no creo en el éxito de Milei como presidente.

Para qué Milei. Mis primeras reflexiones están teñidas de mi propia desesperanza. 

Que una parte significativa de la sociedad, fruto de su profunda desesperanza, adhirió a una utopía creyéndola realizable y pronto se desilusionará al comprar su imposibilidad.

Y que otra parte de la sociedad, aun consciente de que no existen las efectividades conducentes para instrumentar las ideas de Milei, está dispuesta a correr el riesgo de castigarse a sí misma para sentir el goce de herir a quienes hace responsables de la acumulación de sus heridas.

Tratando de encontrarle un sentido, apelo al concepto de Hegel la “astucia de la razón”, que conduce las decisiones de las sociedades hacia actos, que aunque resulten contraintuitivos tienen una finalidad, aun en su negatividad, necesaria para desarrollar procesos que son inevitables para su superación.

 Francamente me cuesta encontrarle sentido y mantener algún optimismo. 

En su libro Esperanza sin optimismo, Terry Eagleton sostiene que “el optimismo está más relacionado con la confianza que con la esperanza” y no es posible tener esperanza sin el sentimiento de que las cosas en general van a salir bien.

Y creo que en general las cosas no van a salir bien. Comenzando por las tres semanas que faltan hasta el día que asuma Javier Milei la presidencia. En su discurso, en lugar de anunciar quién será el encargado de coordinar la transición del gobierno actual con el suyo, se desresponsabilizó por completo de las consecuencias económicas que tendrá ese vacío de poder luego de decir: “La situación de Argentina es crítica, no hay lugar para gradualismo”.

Para que no queden dudas agregó: “Nos dirigimos derecho a la peor crisis de nuestra historia” y concluyó  haciendo sonar la canción de La Bersuit Se viene el estallido.

Si cuando Milei triunfó con solo dos puntos de diferencia en las PASO hubo una devaluación inmediata, aumento de la inflación y una semana de intercambios comerciales detenidos por falta de precios, las tres semanas que restan pueden ser literalmente negras. 

Más allá de formalizar la renuncia  de Sergio Massa como ministro de Economía, es cierto que su condición de candidato presidencial le permitía actuar como virtual presidente y su poder se esfumó con la derrota. La ironía: “Con la versión de su eventual licencia, Massa lo que está anunciando es que reasume la presidencia Alberto Fernández”, representa la lógica de los acontecimientos que se orientan en esa dirección comenzando con la reunión que los presidentes saliente y entrante mantendrán hoy.

“Ay, pobre patria mía”, habrían sido las últimas palabras de Manuel Belgrano. No encuentro mejores para transmitir mi sentimiento actual.

Ojalá me equivoque.