La caída de aprobación del Gobierno en solo cuatro meses es muy superior al crecimiento del precio del dólar y la inflación. Cayó 30% desde el pico poselectoral, en noviembre pasado. Erradamente, el Gobierno cree que Patricia Bullrich, como significante de la “mano dura”, le suma aprobaciones sin tener en cuenta el precio pagado en diciembre por la forma de reprimir a los manifestantes frente al Congreso el día de la frustrada aprobación de la reforma previsional en Diputados. Tiene suerte el Gobierno de que haya sido Moyano quien convocó a la marcha del miércoles, porque Camioneros autogestionó la seguridad sin necesidad de intervención de Patricia Bullrich, y la peor imagen del propio Moyano hizo que la marcha no fuera mucho más multitudinaria.
Las encuestas muestran que la economía es la mayor fuente de críticas al Gobierno: según las mediciones, entre un 30% y un 50% de las personas dice estar económicamente peor que hace un año y en iguales proporciones teme estar aún peor dentro de un año. ¿Empeoró tanto la economía desde noviembre para que se refleje tal cambio de humor? La percepción cambió más que la economía, mostrando que hay problemas también en la comunicación y el “departamento de eufemismos” con el que los funcionarios explican la realidad.
Pero el problema de Marcos Peña no se reduce a lo que el Gobierno comunique sino a cuestiones que en mucho lo exceden, como en otros momentos lo favorecieron. La caída de imagen posterior al triunfo electoral de octubre era inevitable. En parte porque, después de votar dos veces por Cambiemos, el reclamo por resultados en el presente naturalmente sería mayor. Y en parte por la propia estrategia elegida para ganar las elecciones: la polarización, más allá de que el Gobierno la haya fomentado o solamente la haya aprovechado.
Pero Marcos Peña puede encontrar otras causas leyendo la nota publicada ayer por el Buenos Aires Times (que sale junto con PERFIL los sábados) titulada “Argentines deliver a damning verdict on the nation’s media outlets”. En e.perfil.com/batimes-periodismo se puede leer en inglés para quienes deseen practicarlo o en un comprensible español (“Los argentinos emiten un veredicto condenatorio sobre sus medios de comunicación”) usando el traductor de la página. El autor de la nota, Jacob Meschke, pasante de la Northwestern University de Chicago en PERFIL asignado al Buenos Aires Times, describe el último informe mundial sobre periodismo del Pew Research de Estados Unidos, el mayor centro de investigación sobre tendencias de opinión pública, que los lectores de PERFIL ya conocen.
La infografía que acompaña esta columna demuestra que Argentina está entre los seis peores países en cuanto a la confianza de sus habitantes en que el periodismo nacional está haciendo bien su trabajo: solo el 37% aprueba a los medios, cuando el promedio mundial es 52%, y llega al 77% en los países mejor considerados. El informe muestra que “la aprobación de los medios se mantuvo relativamente alta, un impulso para los periodistas y editores en un momento en que las noticias falsas han pasado a primer plano, pero no así en la Argentina y algunos países latinoamericanos”. La mejor evaluación del periodismo en Brasil y en Perú se explica porque las investigaciones sobre el caso Odebrecht llevaron a la cárcel no solo a políticos sino también a reconocidos empresarios, y la mayoría de la prensa es igualmente crítica de oficialismo y oposición.
El Buenos Aires Times entrevistó a Katerina Eva Matsa, directora de Investigación de Periodismo en el Pew Research, quien sostuvo que “es abrumador el deseo de noticias imparciales, pero esta demanda del público mundial no se corresponde con su evaluación sobre el rendimiento de los medios”. La grieta es el problema que arrastra la consideración de los medios a la aprobación o desaprobación del gobierno que defienden; en el caso argentino es evidente el apoyo de los principales medios a Macri.
Otro informe del Pew Research sobre el propio Estados Unidos muestra cómo partidarios republicanos y demócratas fueron opinando bastante parecido a lo largo de las últimas dos décadas sobre si la prensa contribuye con su trabajo a que los gobiernos no hagan lo que no deben, pero a partir de la llegada de Trump las opiniones se polarizan.
El mes pasado, la revista The Economist publicó una nota titulada “Confíe en mí, soy periodista”, donde se mostraba la correlación que existe entre la aprobación a la prensa y la aprobación al gobierno de ese mismo país, y en ese gráfico nuevamente Argentina estaba en el último escalón (ver: e.perfil.com/the-economist).
Corolario para Marcos Peña: en comunicación, lo que puede servir para ganar una elección (el pasado y la grieta, o el futuro y la expectativa económica) puede ser lo mismo que haga perder aprobación después.
Nada es fácil.