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Un bosque de la China

Lo del dakou es un fenómeno curioso y marca algo así como el comienzo de la era del rock en la República Popular China.

16-4-2023-Logo Perfil
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Dobra robota quiere decir trabajo duro en polaco y la editorial Dobra Robota empezó publicando autores polacos, tan importantes como Witkiewicz y Bruno Shulz. Después migró y ahora fue a parar a la China. Chino es Yan Jun, poeta y músico nacido en 1973, de quien DR publicó dos colecciones de ensayos: Generación dakou en 2020 y No importa si no es (música) en 2023. Lo del dakou es un fenómeno curioso y marca algo así como el comienzo de la era del rock en la República Popular China a partir de los casetes desechados por empresas americanas y canadien-ses que se exportaban a China, previamente rotos para que no pudieran escucharse, pero un grupo de adolescentes empezó a reparar, venerar y comerciar. Yan Jun fue uno de ellos, uno de quienes, pasados los treinta años se convirtieron en “gerentes, estrellas de rock, críticos, productores, académicos y organizadores de movidas alternativas”. Yan Jun los describe como la generación que no se resignó al silencio después de la masacre de Tiananmen (1989) y “posibilitó una vía subterránea de consumo que creó una cultura y un estilo de vida alternativos.”

El lugar que le tocó a Yan Jun en este ascenso social fue el de músico experimental, pero buena parte de sus escritos tienden a desmarcarse de esa tradición y a rechazar el academicismo asociada a ella. Lo suyo es más bien el “arte sonoro”, una disciplina que excede el terreno musical y se adentra en la exploración del ruido bajo formas posteriores a las de los movimientos de la vanguardia europea de décadas anteriores. Yan Jun registra sonidos ambiente con tecnología precaria, compone música con objetos, descarta el ruidismo y prefiere lo apenas audible, desafía a Cage en su concepción del silencio, organiza recitales en las casas para romper con la ceremonia del concierto, propone un concurso de karaoke en el que los premiados deben ser los que más desafinan, los que menos condiciones tienen para la música, los súper-caogen, para usar una palabra china que designa lo ordinario. En cada uno de los ensayos, Yan Ju piensa libremente, se contradice, explora las paradojas de su poética y de sus propuestas metodológicas, embiste como un toro encerrado contra los límites de un arte elitista orientado a devolverle la dignidad a las masas.

Porque más allá de la originalidad de sus performances, estos son dos libros sobre la política contemporánea. Por un lado, le permiten al lector acercarse a la oscura realidad china desde la óptica de un artista atrapado en un régimen totalitario que tampoco quiere convertirse en un disidente mediático. Yan Ju habla de “los hijos de puta del Partido”, pero también trata de oportunista y deshonesto a Ai Weiwei, el famoso artista multidisciplinario exiliado. Con sus referencias a Maiakovski y a Lu Xun, poeta comunista muerto en 1936 e hipócritamente elogiado por Mao, Yan Ju recrea la historia de la música china actual en simultáneo con la destrucción de la China arcaica y rural en nombre de una modernidad que terminó recurriendo a las viejas supersticiones. Sin creer en el modelo occidental de la democracia, intenta apostar por la igualdad y esquivar mediante una música que no es música el abrazo letal de los dos osos chinos, el capitalismo salvaje y el Estado policial. Los suyos son dos libros instalados en la incertidumbre.

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