Cuando Cristina Kirchner advertía ya en diciembre de 2020 “un gran desafío, obviamente va a ser la economía. Sergio (Massa) decía que la economía va a crecer en 2021, pero ojo, yo no quiero que ese crecimiento se lo queden tres o cuatro vivos nada más. Para esto hay que alinear salarios y jubilaciones, precios y tarifas. Porque la Argentina es ese extraño lugar donde mueren todas las teorías económicas”, no erraba.
Al respecto un reciente Informe de coyuntura, el N° 38 de Cifra CTA, señala que: “Uno de los hechos más notables de esta recuperación (del año 2021) fue la debilidad que encontró el proceso de recuperación de los salarios reales a pesar de la reducción del desempleo. La caída del salario promedio anual de los trabajadores registrados en el sector privado fue del 2,3% en 2021, en tanto que la de los no registrados fue del 7,1%. La perspectiva es negativa si se tiene en cuenta la aceleración del proceso de inflación en febrero y marzo de 2022 (4,7% y 6,7%, respectivamente). Bajo esas circunstancias, se acentúa la tendencia regresiva en términos de la distribución del ingreso que se inició en 2018. La caída en la participación de los asalariados en el ingreso fue del 48,0% al 43,1% entre 2020 y 2021, cuando en 2017 era de 51,8%. A la inversa, el excedente apropiado por los empresarios subió del 50,5% al 54,3% del PIB entre 2020 y 2021, cuando en 2017 era de 46,4%. Esto explica que la reactivación económica haya estado empujada por la inversión y, en menor medida, las exportaciones, mientras que el peso del consumo privado se desplomó a un nivel más bajo que el de la gran crisis de 2002 (61,8%).”
Este diagnóstico se ve reflejado en el cuadro de apertura, donde se observa la paradoja aparente de que, con el diseño actual de política económica, cuanto más se crece, más desigual resulta el patrón distributivo, a punto tal que la desigualdad supera incluso a los niveles del año 2019, cuando Mauricio Macri tuvo que abandonar su sueño de ser reelecto.
No por casualidad, como señala la comunicóloga Carla Pelliza, el término más usado por Cristina Kirchner en EuroLat fue “desigualdad” y sus acepciones.
Por eso tampoco extraña que el valor de la canasta básica de pobreza para un hogar metropolitano de cuatro miembros fijada en $ 89.690 supere al salario medio de la economía y el 15% de los trabajadores registrados privados, el 41% de los cuentapropistas y el 45% de los trabajadores no registrados sean considerados “trabajadores pobres”, ocupados plenos que no logran acceder a ingresos que les permitan superar la línea de pobreza de su hogar.
Toda esta descripción es para reforzar la idea de que la crisis de ingresos fue la responsable central de que el oficialismo perdiera más de cuatro millones de electores en la elección de medio término. Votantes que, sin embargo, no fueron a engrosar el acumulado de la coalición neoliberal, sino que permanecieron en sus casas, fueron al voto en blanco o a otras opciones preferentemente de izquierda, aunque en CABA también optaron discretamente por Javier Milei, en las barriadas más castigadas y pobres.
Reiteramos, la base electoral que en 2019 acompañó al FdT y no lo hizo en 2021 no quiere votar a la coalición neoliberal, no lo hizo en 2021 y no lo hará en 2023. La sociedad no se “derechizó” en absoluto, tan solo dio el mensaje claro de que con esta política económica y el nivel de ingresos que supone, se incumplió el pacto electoral del año 2019 y no acompañó.
Es tan evidente este hecho que, por caso en La Matanza, el partido más extendido y emblemático de Buenos Aires, el FdT perdió en 2021 un total de 250 mil votos respecto al año 2019, de los cuales fueron a Juntos por el Cambio tan solo 19 votos.
Para volver a unir por abajo el quebrado FdT debe rediseñarse la política económica, modificar paulatina, pero claramente el patrón distributivo, mejorar los ingresos familiares y entonces sí, como bien plantea el presidente Alberto Fernández, “el que quiera hacerles creer que en 2023 estamos perdidos, ¡un carajo estamos perdidos!”.
*Director de Consultora Equis.