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crisis social

Un final necesario, pero todavía sin destino

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| G.P.

Una vez más, un escenario de fuerte deterioro e incertidumbre económica golpea a la sociedad argentina. En realidad, una crisis que, por una parte, transparenta los desequilibrios estructurales acumulados por políticas fallidas, y, por otra, expresa la decisión de un gobierno decidido a recomponer sistemas de precios y a estabilizar la económica a través de una feroz estanflación. Es posible discutir qué tan rápido o qué tan profundo debía ser el ajuste, o si cabía hacerse de otra manera, pero lo que es indiscutible es que el modelo de posconvertibilidad no daba para más.

Estamos ante una crisis sistémica como resultado de una historia de fracasos acumulados en materia de desarrollo con inclusión social. Tanto se abusó de la mala praxis pública que el tradicional péndulo de nuestra historia retorna desde la derecha liberal con especial fuerza. En ese marco, es todavía impredecible la viabilidad y eficacia –tanto política como social– que puedan tener las reformas de liberalización económica que forman parte sustantiva de la agenda del Gobierno.

En efecto, estamos transitando el final de un ciclo largo de acumulación de fracasos político-económicos que, a través de distintos gobiernos, lejos de solucionar los problemas de la gente, terminó agravándolos. En fin, mientras la política hacía de lo suyo alimentando una grieta ideológica no representativa de las preocupaciones sociales, la economía sufría de una parálisis estructural, el empleo se deterioraba y la sociedad era embargada tanto en su presente como en su futuro.

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La actual crisis no solo estaría generando –según estimaciones del ODSA-UCA– no menos del 55-60% de pobres, entre los cuales un 15% serían indigentes, sino también –y sobre todo– un mercado de trabajo altamente precarizado, con un 50% de trabajadores informales de bajos ingresos, cuatro de cada 10 familias dependiendo de la asistencia pública, y nuevos pobres de clase media con muchas dificultades para revertir la caída. En todos los sentidos, una sociedad estructuralmente más fragmentada y empobrecida, aunque también testarudamente emprendedora, laboriosa y soñadora de un futuro distinto.  

El gráfico que ofrece la nota muestra una de las pocas series históricas con los que se cuenta para evaluar –a través de las tasas de pobreza e indigencia por ingresos– el proceso de auge, estancamiento y caída del régimen de posconvertibilidad. A partir de esto datos podemos hacer un rápido balance social de esta historia, medir el nivel de su fracaso y proyectar metas de superación. Tengamos en cuenta que las estadísticas oficiales en materia de pobreza por mucho tiempo no fueron de fiar, y que si bien son ahora son mucho más confiables, llegan tarde para dar cuenta del efecto que tienen las decisiones –más o menos necesarias– de política económica en un contexto de crisis.

Las líneas de evolución representan una reconstrucción de estos indicadores entre 2001 y 2023 a partir de los datos oficiales disponibles: 2001-2002 (EPH-Indec, Onda Octubre), 2003-2014 (EPH-Indec, Continua), 2016-2023 (EPH-Indec, Continua Nueva Etapa); y también con datos de la Encuesta de la Deuda Social Argentina (ODSA-UCA, 2010-2023), la cual cabe destacar no se realiza sobre el mismo dominio poblacional, pero que fue referente del problema durante los años de fraude estadístico. Para ambas fuentes se realizan ejercicios de empalme de cada serie debido al obligado proceso de actualización del marco muestral emprendido por ambas instituciones entre 2015-2016 (a partir del Censo 2010), y a los demorados cambios aplicados en 2016 sobre la metodología oficial de valorización de la Canasta Básica Alimentaria y la Canasta Básica Total del Indec.

Las estimaciones de tasas de indigencia y de pobreza para diciembre de 2023 y enero de 2024 constituyen proyecciones estadísticas realizadas por el ODSA a través de ejercicios de simulación sobre los microdatos de la EDSA del tercer trimestre de 2023. En esto el Presidente no está bien informado. Estas proyecciones no se realizaron por “extrapolación lineal”, sino mediante técnicas de nowcasting. Esta es una técnica de simulación que se utiliza para generar estimaciones en tiempo real o predicciones a corto plazo utilizando datos actuales y disponibles de manera inmediata. En lugar de depender únicamente de datos históricos, el nowcasting permite hacer simulaciones incorporando información en tiempo real para obtener proyecciones más precisas y actualizadas. Las estimaciones de pobreza tomaron como base los ingresos del tercer trimestre 2023, actualizados en función de las variaciones que habrían experimentado los ingresos laborales, previsionales y otros no laborales de los hogares, así como los aumentos en los programas de transferencias monetarias. A su vez, las canastas de consumo se actualizaron en función de la variación de los valores correspondientes al incremento experimentados por las mismas según información del Indec.

Según esta información, si bien la situación social se agravó de manera significativa durante los últimos meses, las mejoras sociales posconvertibilidad ya se habían detenido hacia 2007-2009, de manera más clara el deterioro se inicia en 2013-2014, se agrava en 2016, y luego de una poco sostenible mejora en 2017, tiende a empeorar de manera casi sostenida hasta 2023, con o sin pandemia de por medio. A partir de ahí las proyecciones estadísticas muestran lo que es obvio, dadas las medidas de devaluación, ajuste fiscal y licuación de activos e ingresos corrientes, habrían aumentado de manera significativa tanto la indigencia –sobre todo en diciembre y mucho menos en enero– y la tasa de pobreza tanto en diciembre como en enero, sobre todo entre los no beneficiarios de programas sociales.

Sin embargo, cabe observar que en estos valores la situación social todavía dista de ser tan grave como la que se atravesaba en octubre de 2002 o, incluso, en el segundo semestre de 2003. A lo que cabe agregar que tanto antes como ahora, las crisis funciona como un mecanismo de disciplinamiento en tanto estén acompañadas de una esperanza de cambio. En ese contexto, dos hechos hacen posible esta particular paz social. Por un lado, que la mayor parte de la población mantiene su empleo, incluso de carácter precario o informal, y, por otro, que los programas sociales brindan un piso de protección social.

Si en los próximos meses –más temprano que tarde– se desacelera la inflación, no se pierden fuentes de trabajo, se recuperan los salarios y las pensiones, se reactiva la inversión y crece la demanda de empleo, sin duda, tendrá lugar un alivio social, pero todavía estaremos lejos de la construcción colectiva de un futuro de desarrollo con progreso y equidad social. De eso no se habla, ni desde el oficialismo ni desde la oposición. Sin duda, estabilizar la economía y aliviar el sufrimiento de los sectores más vulnerables son condiciones necesarias para mantener la cohesión social. Pero la construcción de un futuro de progreso sin descartados ni excluidos requiere acuerdos políticos y sociales estratégicos en clave a hacer posible “tanto mercado como sea posible, tanto Estado como sea necesario”.

* Conicet-UBA/Observatorio de la Deuda Social Argentina-UCA.