Néstor y Cristina decidieron volver a Perón. Replegarse hacia lo conocido, diría Rodolfo Walsh. Pragmatismo explícito, confiesa un intendente-caudillo del Conurbano. La necesidad tiene cara de hereje, podría suscribir cualquier opositor. Son todos matices que interpretan este giro que aprovechó el Día de la Lealtad para ponerlo en acto. Ellos ninguneaban hasta en sus discursos a Perón y Evita. Sin embargo, desde que llegaron al poder, los Kirchner nunca estuvieron tan peronistas como ahora. El momento de mayor distancia con la liturgia de lo que Néstor llamaba peyorativamente “el pejotismo” se puede ubicar en agosto de 2005. En plena pelea interna, Aníbal Fernández, peronista genético si los hay, llegó a decirles a los duhaldistas que se podían meter la marcha peronista “en el culo”, lo que generó una feroz polémica con el hijo del legendario Hugo del Carril. Ayer, en el acto disidente de Ferro, Chiche Duhalde hizo muy bien en recordarlo, pero hizo muy mal cuando dijo que “Kirchner celebrando el Día de la Lealtad es como Schoklender celebrando el Día de la Madre”. Una comparación de dudoso gusto que provocó las carcajadas de Francisco de Narváez. A nadie le sirve intercambiar groserías por exabruptos.
Cristina en Malvinas Argentinas y Néstor en Paraná sacaron a relucir su emoción a la hora de homenajear al “primer trabajador” para recordarse a sí mismos que “todos unidos triunfaremos”. Un diputado entrerriano actualizó con ironía una de las 20 Verdades y le dijo a PERFIL: “Para un kirchnerista no hay nada mejor que un peronista”. Daban ganas de contestarle: “Más vale Perón en mano que cien concertadores volando”.
Volver a Perón es la consigna de la hora. Un momento tan fundacional como el ’45, según dijo la Presidenta. Planteó que el parto peronista del 17 de Octubre fue “una respuesta argentina a aquel mundo dividido entre el capitalismo más individualista y el estatismo estúpido que cayó con el Muro de Berlín”.
Para Aldo Ferrer, que nunca fue peronista pero que hoy es la encarnación teórica del modelo económico que garabatea paso a paso Néstor Kirchner, eso significa que “así como Keynes vuelve en el Norte, aquí en el sur latinoamericano, vuelven Raúl Prebisch y Celso Furtado”. Conceptualmente, ante el tsunami financiero internacional, propone lo mismo: vivir con lo nuestro, pero abiertos al mundo.
Néstor también citó en su atropellado discurso a Ferrer y aprovechó para hacer votos por la superación del problema de salud de Raúl Alfonsín con “todo el respeto que nos despierta la fecha del 30 de octubre que, como el 17, ya es de todos los argentinos”. Se notó el esfuerzo que hizo el titular del Pejota para mostrarse amplio y generoso. Varias veces dijo que no siente rencor ni odio hacia nadie y se abrazó con todos los que se le cruzaron adelante, empezando por Gonzalito de CQC, al que también le dio una paternal palmadita en su cabeza.
En las últimas horas, más temerosos y terrenales, los industriales se preguntaban: ¿cuándo viene la devaluación? Lo dicen en voz baja para que Kirchner no los amoneste como el día en que dijeron que la competitividad del dólar era similar a la de 2001. Los gritos del matrimonio en Olivos se escucharon en el edificio de la Unión Industrial Argentina. Cualquier referencia a 2001 altera los nervios de los Kirchner salvo para decir que la burbuja que estalló ahora es la misma que estalló en ese momento y que estaba inflada con el dinero de ficción de las finanzas. Hoy es el tiempo de la economía real y del trabajo, repiten los flamantes “conciudadanos eminentes de Vicente López” como si fuera “la marcha de los muchachos kirchneristas”.
El matrimonio Kirchner parecer haber recuperado la iniciativa política que había perdido después de la paliza que recibió del campo. En las encuestas eso puede verificarse en la meseta con tendencia al lento crecimiento en el que se encuentra la imagen positiva de ambos y , también, en que el gigantesco costo político que pagaron no lo capitalizó nadie, salvo Julio Cleto Cobos, que ya anticipó que no va a ser candidato a nada el año que viene porque va a cumplir con su compromiso institucional en la vicepresidencia. Da la sensación de que los Kirchner salieron del pantano de su peor momento mientras el capitalismo global no encuentra piso en su caída vertical y la candidatura de Barack Obama no encuentra techo en su trepada rumbo a la presidencia de los Estados Unidos.
En lo estrictamente partidario, Néstor Kirchner casi desde las sombras de Olivos, con paciencia y saliva, logró desarmar el Triángulo de las Bermudas de la región Centro que Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos le habían armado para apoyar la rebelión de los pueblos del interior. Primero fue Carlos Reuteman el que volvió al redil en silencio y dispuesto a mantener la unidad del peronismo de su provincia para enfrentar al oficialismo socialista en el Parlamento provincial y en los próximos comicios. Después fue Juan Schiaretti, a quien le calmaron la angustia cuando lo dejaron de castigar y le enviaron parte del dinero que la Nación le debía. Y, finalmente, el hueso más duro de roer, Jorge Busti, capituló esta semana. Por ahora, hay muy pocos que tienen posibilidades desde el peronismo de enfrentar a Néstor y Cristina en cualquier terreno.
Mario Das Neves expresa sus disidencias pero con moderación: “La lealtad es a la doctrina y no a una persona porque el kirchnerismo se agotó”. Sin embargo, sí le dio para que tenga a Rudy Ulloa Igor –casi un hijo para Néstor–, a quien acusó de ser “un personaje grotesco, pendenciero y prepotente, chiquito mentalmente, que hace ostentación de la plata en el Casino y que tiene mercenarios que se disfrazan de periodistas”.
José Manuel de la Sota quedó en falsa escuadra después de que Schiaretti fumó la pipa de la paz con los Kirchner. Los hermanos Rodríguez Saá tienen un proyecto en ciernes pero cuentan con la suficiente independencia económica para tener soberanía política de los K.
A Eduardo Duhalde le resulta cada vez más difícil explicar que Luis Barrionuevo o Francisco de Narváez puedan ser mejores opciones que los Kirchner para el peronismo y la democracia. Uno es el símbolo del sindicalismo más rechazado por la sociedad y el otro, un personaje curioso construido a golpes de chequera. Muy poco para enfrentar al kirchnerismo y mostrarse como una alternativa de poder. De Narváez, sin ponerse colorado, dijo que se está preparando para gobernar la provincia de Buenos Aires en 2011 y por eso está “viajando por el mundo para ver cómo han resuelto sus problemas”. Por su acto desfilaron una serie de vagones del tren fantasma del estilo bizarro de Moisés Ikonicoff.
En realidad, hay un nuevo Triángulo de las Bermudas que recién se está construyendo y que si se desarrolla con una estrategia clara y con coraje les puede llegar a complicar la vida a los Kirchner. Lo conforman Julio Cobos, Felipe Solá y Roberto Lavagna. Es un experimento que apenas está en el laboratorio. Pero los tres tienen muy buena imagen en las encuestas sobre todo entre las clase medias urbanas y rurales, ahí donde el kirchnerismo no entra. Son considerados dirigentes prudentes, de buen trato con todos y con experiencia y capacidad para gobernar. Los tres han sido sistemáticamente maltratados por Néstor Kirchner. “El Pálido”, le decía a Lavagna delante de los periodistas adictos antes de eyectarlo del gabinete. “Felipe es Felipe”, repetía sobre Solá poniendo en duda la solidez de su personalidad a pesar de que le resultó clave para derrotar a Eduardo Duhalde. “Judas y traidor”, es lo menos que le dice al mendocino Cobos. Es tan grande el frío glaciar al que lo someten que ya le abortaron tres viajes al exterior y el último obligó al gobierno de Bolivia a hacer el papelón de cancelarle la invitación mediante una mentira de Estado. Anoche, Néstor Kirchner, desde Entre Ríos, fustigó la “deslealtad” del vicepresidente que está sufriendo Cristina y le dijo a su esposa que la van a cubrir “con todas nuestras fuerzas y con el corazón”.
Por esos castigos, los tres se alejaron de Kirchner. Pero nadie se atrevería a decir que eso sea para siempre. Sobre todo en lo que respecta a los dos peronistas que saben que en ese movimiento nada es para siempre.
Por ahora han logrado ciertos niveles de coordinación, básicamente entre Solá y Cobos. Si Solá renuncia a su banca, como les prometió a sus amigos, y se presenta de nuevo para relegitimarse y no deberles nada a los Kirchner, tiene muchas posibilidades y una gran capacidad de daño contra una casi segura candidatura de Néstor. Solá es un peronista bonaerense pura sangre. Fue gobernador y se retiró con reconocimiento social por su gestión y nunca se fue del partido del justicialismo ni jamas sacó los pies del plato. Ni con Menem, ni con Duhalde y ni siquiera con Kirchner. Con toda la bronca que ahora tiene contra los pingüinos mayores, todavía sigue en el bloque de diputados del oficialismo. Felipe quiere ser Presidente de la Nación y sabe que si le gana la competencia electoral a Kirchner en 2009 los viejos tiburones del conurbano bonaerense empezarán a olfatear la sangre patagónica y a mirarlo a él con mas simpatía. Dice que está cansado de ser leal a liderazgos que nunca compartió del todo y que le llegó la hora porque tiene 58 años. Es la gran esperanza blanca del peronismo porque su inteligencia, el manejo de la ironía y la ausencia de agresividad caen muy bien entre el electorado independiente que suele votar al radicalismo o a Elisa Carrió. Es el más radical de los peronistas. Igual que Lavagna que podría hacer estragos en la Capital si replica la experiencia de Felipe en la provincia.
Crece la demanda de dirigentes previsibles, dialoguistas, racionales y que apuesten a los consensos y dejen los fanatismos para otros tiempos. Solá, Lavagna y Cobos dan ese perfil. El gran problema de los tres es que tienen muy alta la autoestima, que les cuesta construir estructuras y son mas bien individualistas y que todos aspiran al mismo sillón que hoy ocupa Cristina. Pero para eso falta mucho.
Lo que está acá a la vuelta son los severos desafíos que tiene que afrontar el Gobierno por las consecuencias domésticas de la implosión del capitalismo financiero tal como era entendido hasta ahora y la convicción en amplios sectores de la sociedad de que la corrupción es muy superior a la que imaginaban en un principio.
Cristina tiene un acuerdo implícito entre la CGT y un grupo de empresarios para cuidar las fuentes de trabajo, proteger los productos made in Argentina y congelar de hecho los precios y los salarios. Falta saber qué va a pasar con el valor del dólar y con el reclamo de que regrese la doble indemnización.
Los del campo están en problemas más graves. Y encima se tuvieron que bancar el rebrote de la intolerancia de Cristina cuando responsabilizó a la “ceguera y el egoísmo” de los dirigentes agrarios que no se hayan podido construir los 23 hospitales prometidos con lo recaudado por la fallecida Resolución 125. ¿Cuál habrá sido el objetivo de volver a tirar de la cola del león? ¿Fue producto de una simple incontinencia oral o es parte de una nueva venganza? El campo perdió parte de su poder de convocatoria, por ahora, pero lo puede recuperar, sobre todo si lo provocan como hizo Néstor en su momento. Y porque, además, en muchos casos están al borde de la quiebra. Lo alertó el gobernador de Santa Fe, Hermes Binner, en Venado Tuerto: “Es necesario sincerar la economía para que todos ganen y para que no matemos la gallina de los huevos de oro. Es excesivo el 35% de retenciones de acuerdo al valor que hoy tiene la soja. Todos los insumos aumentaron y este es un conflicto no resuelto”.
Néstor y Cristina decidieron volver a Perón para garantizar la gobernabilidad. Hay que ver cuántos argentinos acompañarán esa táctica en las urnas. Litto Nebbia supo escribir que “si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia, la verdadera historia”