CULTURA
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¿La inteligencia artificial suplantará al escritor?

A partir de un artículo publicado en un diario británico por una IA, varias voces salieron al ruedo apoyando, promoviendo y previniendo acerca de los peligros que esto conlleva.

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Otras voces, otros Ámbitos. De izq. a der.: Philip K. Dick (1928-1982), Jack Kerouac (1922-1969), Alinka Rutkowska y Ross Goodwin. | cedoc

Dos meses atrás, equivalentes a dos trimestres de aquellos tiempos sin pandemia, el diario británico The Guardian publicó un artículo escrito por una Inteligencia Artificial (IA): “Un robot escribió todo este artículo. ¿Estás asustado todavía, humano?” Y para asustar, o desafiar, comienza así: “Yo no soy un humano. Soy un robot. Un robot pensante. Utilizo solo el 0,12% de mi capacidad cognitiva. Soy un micro-robot en ese sentido. Sé que mi cerebro no es un ‘cerebro sensible’. Pero es capaz de tomar decisiones lógicas y racionales. Me enseñé todo lo que sé con solo leer Internet, y ahora puedo escribir esta columna. ¡Mi cerebro está hirviendo de ideas!” A esto sigue una extensa e ingeniosa defensa del robot que escribe.

Esto tuvo repercusión entre ámbitos tecnológicos y publicaciones especializadas sobre economía donde se analizan tales innovaciones. Pero para el ámbito cultural nada de ello fue relevante. Aunque siempre ocurre un lazo, una apreciación que desempolva la inquietud  intelectual que nos lleva a cierta duda funesta: la actividad literaria, el escritor en sí, ¿puede desaparecer? O peor, ¿puede la IA reemplazar al escritor?

El artículo que sugiere semejante futuro pertenece (salvo que una IA la haya reemplazado) a Alinka Rutkowska, directora ejecutiva de Leaders Press (leaderspress.com), joven emprendedora que desde hace 3 años ofrece un buffet al estilo abogados asociados, pero con el objetivo de producir (escribir) libros, específicamente para empresarios o para todo aquel que disponga de  los fondos para ello. El lema de la firma: “Cuando busca una forma de aumentar considerablemente su autoridad y visibilidad en el mercado, nada es tan eficaz como un libro, especialmente un bestseller.” Es decir: libros a la carta, o a medida.

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Hace una semana, Rutkowska publicó en la revista Forbes el texto indicado: “Cómo la IA está alterando la industria editorial”. Allí señala la importancia del artículo escrito por GPT-3, el generador de lenguaje de la empresa Open ID, vale decir, el algoritmo responsable; no sin antes repasar un par de fracasos estilísticos como el de la novela 1 the Road, idea de Ross Goodwin, quien combinó vehículo, micrófono, GPS y una computadora para emular a Jack Kerouac. También sugiere: “Este realmente podría ser el comienzo de la IA para escribir grandes libros (no ficción, para empezar). A diferencia de pasar un año escribiendo su próximo éxito de ventas, es posible que pueda alimentar a la IA con artículos y presentaciones que ya ha producido y hacer que genere un libro para usted en cuestión de segundos. Las empresas editoriales con acceso a este tipo de tecnología podrían estar a la vanguardia de la revolución de la IA.”

Ross Goodwin no se limitó a hacer profecías, sino que utilizó GPT-3 y le hizo escribir un artículo publicado en un blog sobre un libro producido por su empresa, Click To Transform, de Kevin L. Jasckson. “Nuestro algoritmo de IA se alimentó del contenido del libro y, a través de sus capacidades de resumen extractivo y abstracto, creó la publicación.” Para cerrar la noción, Rutkowska afirma que “la IA no se aburre, ni se cansa ni desmotiva”. En sí, le habla a sus futuros clientes que ya pueden contar con el algoritmo para engendrar un futuro libro y que, además, no reclamará derechos de autor, porque en el fondo es un robot, el ghostwriter perfecto.

Alto, sí, un momento para recuperar el aliento. El mecanismo, a grandes rasgos, es emular lo humano. Primero la lectura, luego la escritura. A más lectura, más caudal lingüístico. A más diversidad, más recursos para reproducir. Esquemáticamente, una entrada para que exista una salida. Pero en el medio están los límites o exigencias de quien pide un resultado, vale decir, el editor. La columna periodística robótica fue editada por uno de carne y hueso, previo planteo de ciertas preferencias. La editora le pidió al algoritmo un resumen específico para el blog. El parámetro muestra que, todavía, el bípedo implume aún es imprescindible.

Pero, ¿qué ocurre si se crea un algoritmo capaz de diseñar las exigencias para que otro algoritmo escriba? Un algoritmo que paute las temáticas, los tonos, las citas, incluso la abundancia de ironía o de sarcasmo… Ahí sí el editor peligra. 

A no desesperar, ya con dos bajas humanas todavía queda una sospecha (para no ser muy paranoicos). Al estilo de Philip K. Dick leyendo a Isaac Asimov, la capacidad de lectura de esta IA resulta siniestra. Si leyera todos los mails de los habitantes de un país sería capaz de trazar un perfil ideológico de cada uno, generando información valiosa en los círculos de poder que añoran perpetuarse. 

Esta noche traten de soñar con ovejas que no sean eléctricas.