DEPORTES
Análisis

La muerte del fútbol | Una herida gangrenada (20ª entrega)

Del ‘paladar negro’ a la ‘mano llena’... El autor repasa el proceso que subvirtió los valores en el fútbol, dejando al juego y a los jugadores en un rincón secundario, para priorizar al ‘negocio’ y a otros personajes.

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FOOTBALL | AGENCIA SHUTERSTOCK

Repasar antropológicamente la historia del fútbol, aunque sea fugazmente, también ayuda a entender el estropeado proceso que lo detona. El fútbol rápidamente pasó de recreativo a competitivo. Fue allí cuando el fuego se hizo infierno. ¿Por qué? Por decenas de causas, claro, como se explicó en artículos anteriores; pero si se busca un origen se coincidirá en que inicialmente, cuando era amateur, se trataba de un deporte plásticamente atractivo, económicamente equilibrado y artístico en su práctica, donde se apreciaba a los más dotados, porque solo ellos jugaban, los ‘elegidos’. El profesionalismo –inevitable– lo despojó poco a poco de ese donaire y lo ‘travistió’.

Si alegóricamente se tratase de una mujer podría decirse que la ‘Era Profesional’, marketineramente, la sobre-maquilló, la llenó de botox y la volvió anoréxica para que luzca su abuso de camisetas, pero a su vez, deportivamente, le cortó el cabello a lo varón porque eso es moderno y la atavió sin gracia femenina para identificarla con los movimientos emancipatorios, uniformizándola con mamelucos publicitarios. Bizarro. ¿Por qué? Porque toda aquella belleza original, estilizada en elegantes tacos altos, supuestamente conspira contra la mayor productividad y el alto rendimiento, varas que fueron subiendo hasta la línea de la imprudencia y la desnaturalización. Supuestamente, aquella sublime y encantadora impronta disminuía las chances de victoria y de lucro. Aquella mujer de tentadoras curvas extra ya no existe. El fútbol de ‘rabonas’ y ‘apiladas’ tampoco.

No importa cómo, pero hay que ganar”, fue la orden que se hizo lema. El juego que una vez se elogió con el bautismo de ‘Academia’, después lo hizo con el calificativo de ‘Máquina’ y más tarde ‘Taladro’. Hoy son ‘Galácticos’. La revolución industrial había llegado al arte, perdón, al fútbol (su arte es picassiano, porque es muy fácil jugarlo y muy difícil hacerlo bien...). Y aquellos buenos jugadores que merecían distinguirse como ‘Los Profesores’ fueron postergados por ‘Los Millonarios’ y después a los campeones se los elogió con términos como ‘Matadores’. La semántica lo explica. Explica la idea original de finura artesanal y explica la idea posterior de producción fabril. Así, bostezamos.

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La muerte del fútbol | El cuento de la buena pipa (sexta entrega)

Con el profesionalismo llegó la hora de los mediocres, que hoy vive su clímax. El dinero explícito abrió la compuerta, aunque quizá sea más fiel decir que abrió la tranquera... Por eso Boca Juniors se ‘refuerza’ en mitad de la Libertadores 2020 con un operario, el ‘Pulpito’ González; Racing, en vísperas de los Octavos de Final más importantes de su última década, ante Flamengo, se desprende de su mejor jugador, Matías Zaracho; y el River Plate de Marcelo Gallardo, previo a las semifinales contra Palmeiras de Brasil, se desprende de Ignacio ‘Nacho’ Fernández, un año antes electo el mejor jugador del continente. Obviamente, Boca, Racing y River no llegaron a la última final... Todo mal, al revés, nadie busca jugar, solo poner ‘huevo’ en la cancha y mover dinero fuera de ella. Todos esos ejemplos relativamente frescos demuestran por qué el juego dejó de ser artísticamente atractivo y se tornó físicamente combativo y lúgubremente competitivo...

Hasta la tauromaquia, que sí es ‘de vida o muerte’, hace de su faena un arte. No para uno que abomina las corridas de toros, pero el aficionado que las lleva en las venas, que las mamó en la infancia y que no puede olvidar la elegancia de Dominguín, no ve sangre en la sangre toreada, ve pintura, ve una tela de Tiziano, ve un cuadro  medieval que coloreaba de rojo a las figuras importantes, ve una expresión artística. El fútbol, en cambio, que podría ser coreografiado como una danza, por tratarse de un deporte colectivo, renuncia a la destreza, a la genialidad, al talento y al primor, para transformarse en una mancha, en un montón, en un negocio sin clase y en una mentira abierta cual herida gangrenada, que no es otra cosa que la muerte de tejido corporal (futbolero) como consecuencia de la falta de irrigación sanguínea (talento) o de una infección bacteriana grave (dirigentes, etc).

El filósofo franco-argelino Jacques Derrida, de origen judío, en su creación más famosa, la ‘decontrucción’, toma las oposiciones binarias que estudia su ciencia (‘bien y mal’, ‘real y ficticio’, ‘lindo y feo’ y ‘verdadero y falso’, entre muchas otras) para demostrar que en ese antagonismo nunca hay equivalencia pacífica entre los dos términos opuestos. “Siempre prevalece uno que subyuga al otro”. En la ‘deconstrucción’ del fútbol moderno, el que nos compete, infelizmente, lo positivo siempre es subalterno de lo negativo; lo que debiese emerger se hunde y lo que debiese hundirse emerge. Lo correcto es desconsiderado para que se contemple lo incorrecto y lo malo reprime a lo bueno. Así lo impone su majestad, ‘el negocio’.

La muerte del fútbol | Zona liberada (Undécima entrega)

Por eso hace más ruido el nuevo proyecto fallido de la SúperLiga europea que los aburridos partidos que se ven aquí y allá. El negocio es prioritario, el juego es secundario. El ‘paladar negro’ se cambió por la ‘mano llena’. Estas alternativas, a estas alturas, se transformaron en ley de juego, en norma federativa, en regla de torneos, en uso y costumbre del jugador, en herramienta de los entrenadores, en legado de los directivos y en consigna tribunera. Y no será una crónica ni una crítica, mi catarsis o cualquier otra intervención, un hecho aislado o un repiqueteo con o sin eco que las devuelva al mundo lógico, vistoso, prudente, gracioso, limpio, honesto y legal. El caos es el sujeto predominante y el enredo su predicado.

Cuando la competitividad se antepuso a ‘todo lo demás’, se dio el puntapié inicial al aciago desconcierto que hoy gobierna al fútbol. Se sobre-inventaron tácticas y contra-tácticas, falacias, estrategias, ardides, esquemas, discursos, métodos, mentiras, sistemas y bla, bla, bla, que fueron construyendo un negocio paralelo, un marketing que como la mayoría de ellos –Coca Cola es un buen ejemplo– pasó a ser más importante que el propio producto, en este caso el fútbol...

Como todo marketing, trajo algunos aparentes beneficios (hoy, ciertos clubes recaudan más por venta de camisetas que por taquilla en su cancha, simplemente porque las camisetas se venden en todo el planeta y las recaudaciones de los partidos tienen un límite, determinado por la capacidad de cada estadio); pero acarreó muchos perjuicios más (Nike decidió más de una década quién jugaba y quién no, en la Selección de Brasil). Verdadero es que los ingresos del fútbol, para Asociaciones, clubes, protagonistas y más, comenzaron a multiplicarse y a llegar por fuentes que antes no existían, solo que no solucionaron los problemas anteriores ni mejoraron los balances, nada más crearon nuevos egresos, aumentaron el ‘reparto’ y las deudas esperan ser condonadas como esperaban antes de estas suculentas rentas.

La muerte del fútbol | Sin chances de redención | (13ª entrega)

Los ingresos fáciles y desproporcionados invirtieron los códigos: ahora jugadores, representantes y dirigentes son ricos y los clubes pobres o endeudados. El nuevo modelo no sirvió de nada, fue tapar el sol con un colador mayor. Los directores técnicos se transformaron en figuras más relevantes que los cracks, algo tan absurdo como si en la Fórmula 1 el jefe de mecánicos de Mercedes Benz fuese mejor pago que Lewis Hamilton o en el boxeo Ángelo Dundee hubiese cobrado más, por cada pelea, que Cassius Clay...

Siempre habrá excepciones, como el abogado argentino Christian Bragarnik, el multiagente gerenciador del fútbol de Defensa y Justicia y otros clubes, también propietario del Elche de España, que podría argumentar que ‘merece’ ganar más que sus jugadores porque es el más eficiente de todos los personajes de este ámbito; lo demostró: él invirtió el paradigma, pero es un caso único, no es regla.

En la gramática futbolística ese hipérbaton sucedió otras veces, quizá por ser un deporte colectivo; dos ejemplos: Carlos Bianchi se tornó más importante que Juan Román Riquelme, Martín Palermo y el ‘Mellizo’ Guillermo Barros Schelotto juntos en aquel Boca ‘gana-todo’ y Marcelo Gallardo es LA imagen del River actual. Una subversión de valores tan lamentable como perniciosa. Se cree falsamente que en épocas antiguas los equipos no tenían entrenadores solo porque nadie los reporteaba ni aparecían en las síntesis de los partidos. Siempre los hubo y todos lo tenían, solo que en su debido lugar, dimensionados en su verdadera medida. La locura es posterior, la transposición es moderna. El ‘negocio’ también.

La muerte del fútbol | El comienzo del fin (19ª entrega)

Se convenció a todos de que es más importante correr atrás de la pelota que jugarla bien; perderla y recuperarla hoy es cosa de héroes, en tanto hacer un gol de taquito es una ‘canchereada’ que de mal gusto; los italianos braman con los quites defensivos como los sudamericanos gritábamos los goles de ‘gran factura’... Y las hinchadas, que cuantitativamente son más perdedoras que ganadoras porque campeón hay uno solo y a las Copas clasifican seis o siete equipos, mientras quince se quedan con las manos vacías o son rebajados a una categoría inferior, compraron ese paquete. Compran cualquier cosa que presente un embalaje mejor que el de sus angustias cotidianas.

Los hinchas, en otro acto cómplice de la agonía futbolera, comenzaron a aplaudir al que más transpira y a gritar “huevo, huevo, huevo”, en vez de “Oléeee...” y a reclamar “¡Aguante!” en lugar de pedir “¡Jueguen!”. Al tiempo que insultan al habilidoso que corre menos, porque necesita guardar energía para el próximo ‘pase de magia’, y vitorean a quien corre más aunque nunca la juegue bien. No solo los ‘barras bravas’, esos que ahora son militantes y corean el nombre de quienes les compran su apoyo, casi todos son así, también los plateistas que desconocen quiénes son las jóvenes promesas en sus divisiones inferiores pero saben nombre, apodo y apellido de los árbitros que agreden verbalmente.

A propósito, los referees ganaron un protagonismo que solo esa competitividad a cualquier precio podía darles. Tan importantes se tornaron que hubo de crearse un VAR que tampoco ayuda al juego, en tesis solo favorece a la ecuanimidad de los resultados, cuando el fútbol no es un Tribunal de Justicia sino lo opuesto, es el arte del (buen) engaño, sin deshonestidad, que en cuanto fue amateur se llamaba ‘picardía’ y aquí, en cuanto se transformó en súper-profesional, se hizo ‘viveza criolla’, reemplazando la astucia por artimañas de mal gusto, como tirarse al suelo para hacer tiempo, reclamar todos los fallos y otros pecados que ni la Iglesia pedófila conseguiría perdonar.

La muerte del fútbol | El fin de la inocencia (17ª entrega)

João Havelange, longevo presidente de la FIFA, me explicó un día, once años atrás, en su oficina de Rio de Janeiro, por qué se oponía al VAR: “porque es como parar un avión en el aire, en pleno vuelo”. Sabiamente entendía que se le quitaba al hincha lo más divertido y lo único que le queda después del partido y hasta el domingo siguiente: la polémica. Tenía razón. Del gol con la mano de Diego Maradona a los ingleses se habla más, hasta hoy, que del segundo tanto en ese partido, el mejor de todos los goles de todos los Mundiales. Ah, con VAR, tal vez Argentina no ganaba ese partido y ese segundo título ecuménico. Pero pararon el avión en el aire. Lo hicieron. Ahí está el VAR dando al fútbol lo que el fútbol menos precisaba: goles con suspenso... Mientras las casas de apuestas enriquecen como ya se explicó en otra entrega de esta serie.

Además, el VAR también se equivoca, como se equivocó cuando a Lisandro López de Racing no le cobraron una falta decisiva en Cuartos de Final de la última Libertadores, ante Boca. O, peor, mucho peor que eso, el Bayern Múnich alemán recientemente se consagró campeón del mundo con un gol ilegítimo. El linesman lo invalidó por un offside que el VAR desmintió, a la vez que ignoró una mano del polaco Lewandowski al servirle el pase-gol al francés Benjamín Pavard para que anote... Llegamos a este colmo, que la computación gráfica decida (¡Mal!) los partidos. Repito algo que ya dije y que profetizaba Julio Grondona: “Pronto los directores de cámara de TV van a dirigir los partidos”. Eso no es fútbol.

No solo los árbitros, la tecnología y los entrenadores son culpables de la necrosis que actualmente afecta su arte y su principios. Porque no solo ellos relegaron a los antiguamente impostergables jugadores, hasta sus agentes, hoy, son más relevantes que muchos de ellos. La mitad de los actuales y mediocres jugadores de Primera División no tendría empleo si sus representantes agenciaran a otros futbolistas que están en categorías de Ascenso: jugarían estos y no ellos. Hoy todo el ambiente sabe quién es el ya mencionado Christian Bragarnik, en Defensa y Justicia, pero, salvo sus propios pocos hinchas, el resto desconoce quién es el lateral derecho del flamante campeón de la Sudamericana y la Recopa. Triste verdad que mezcla, en auténtica ensalada cambalache, lo dulce y lo salado, lo ácido y lo amargo, un menú que en gastronomía se llama ‘umami’ y en fútbol significa ‘muerte’.

La muerte del fútbol | La última copa (18ª entrega)

Los dirigentes ídem. Gracias a las nuevas tecnologías, disponen de una vidriera que nunca antes tuvieron. En los clubes, en tiempos de elecciones, parece que vuelve a jugar Pelé o resucitó Maradona, sólo se habla de ellos. Y estos crean figuras extras, ‘acompañando los nuevos tiempos’, como la del manager, la del coordinador de coordinadores y las de otros cargos más, que no resuelven nada y solo engordan los presupuestos y aumentan las deudas de entidades ya deficitarias...

Pero con la justificación de que se está ‘ingresando a la modernidad’, la cúpula directriz consigue disimular, así, otra metida de ‘mano en la lata’. La mitad de los negocios que se concluyen no favorecen a las instituciones, solo ‘lavan dinero’ o ‘distraen’ recursos. Obviamente algunos son simplemente errores, torpezas legítimas. Pero todas, unas y otras, son maniobras que les permiten aparecer en ‘la tele’ y conquistar votos para reelegirse y fama para bajar la faja etaria de sus amantes, aunque estas los lleven a morir en un hotel alojamiento, como ya pasó... Quizá el fútbol también muera en un hotel alojamiento si estos no mueren antes.

El repaso antropológico, iniciado en el comienzo, llega a un punto que muestra que el principal divisor de aguas que subvirtió los valores del fútbol, dejando al juego y a los jugadores en un rincón secundario para priorizar al negocio y a los demás protagonistas, en gran parte, lo instaló la televisión transformando en show bizarro al espectáculo deportivo. De ello se hablará en la siguiente entrega, mientras la herida gangrenada seguirá esperando la cura que no tiene...

Continuará...

* Ex director asociado de ‘Diario Perfil’ y creador de la icónica revista ‘Solo Fútbol’.

ACLARACIÓN

Cuando me referí a los ‘Matadores’ no aclaré que hablaba de todos los equipos que, en determinadas campañas, recibieron ese apodo, como en los casos de ‘Academia’... Cierto es que no me referí al San Lorenzo del ‘Loco’ Doval y el ‘Nano’ Arean, del ‘Bambino Veira y el ‘Manco’ Casa, entre otros cracks como el ‘Tucumano’ Albrecht y el ‘Cordero’ Telch. No pensé en ellos porque para mí esos cracks fueron, son y serán los ‘Carasucias’, que extasiaron como pocos equipos en el mundo y jugaron al fútbol divirtiéndose y divirtiéndonos. Ah, también ganaban.

CP