DEPORTES
VELATORIO DE CARLOVICH

La ultima ovación

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Despedida. Emoción en la cancha de Central Córdoba. | afp

Miles de personas se acercaron ayer al estadio de Central Córdoba de Rosario para despedir a Tomás “Trinche” Carlovich con aplausos, mucha emoción y un fuerte reclamo de justicia para el ex futbolista muerto en un hecho de inseguridad. Los restos del ex jugador llegaron alrededor de las 10 al estadio Gabino Sosa: allí se le rindió un homenaje al ex jugador, que murió el viernes luego de ser salvajemente golpeado por un ladrón que le robó la bicicleta, y ahora descansará en el cementerio de Granadero Baigorria.

La ceremonia fue breve pero intensa. Los asistentes coincidieron en sostener el firme reclamo de justicia para que las autoridades puedan dar con el responsable del crimen de Carlovich. Una multitud le puso color y emoción a la despedida del Trinche, y la gran mayoría de las personas tenía colocado barbijo o tapabocas, aunque no se respetó el distanciamiento social.

El coche que trasladó los restos de Carlovich ingresó al Gabino Sosa y se instaló frente a la tribuna principal, donde solía ubicarse el ídolo para ver al equipo de sus amores. Fue recibido con una cerrada ovación y aplausos que se prolongaron por más de diez minutos, tras lo cual familiares y amigos del Trinche extrajeron el féretro y lo ubicaron muy cerca del medio del campo, donde lo cubrieron con una bandera de Central Córdoba de Rosario. 

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El ángel de la bicicleta

Agustín Colombo

Acaso su muerte, o la causa de su muerte, homologue la condición de antihéroe que mantuvo durante toda su vida: un robo al voleo en una esquina cualquiera, la violencia cotidiana de un sistema perverso, la mala suerte, un golpe en la cabeza, la ayuda desesperada de los que advirtieron que era él y que no reaccionaba.

Antihéroe o héroe común, de los que se encuentran en cada barriada, en cada grupo de amigos: pelo largo de pibe y de viejo, look setentista, bastante desprolijo, medio cojo en el último tiempo por una operación de cadera, un hombre que no era amigo de despertarse temprano, hosco y tierno a la vez, al que no le gustaba entrenar. El Trinche Tomás Felipe Carlovich. Un futbolista de culto. Una película de esas que circulan de boca en boca, que se extienden por la sociedad, pero que nunca se pasaron en cines. Que nunca estarán en Netflix.

Siempre existió la idea de que le gustaba la noche, de que esa era la razón de su desgracia, pero él la rebatía con simpleza y por oposición: no le gustaba la noche, le gustaba la soledad. Incluso de grande, andaba en bicicleta porque era una forma de volar, de sentirse libre, de volver a esos viejos tiempos en el barrio, de fulbito, caños, pisadas, sombreros, la pelota bien llevada y nada más. 

La bici, por la que lo asesinaron en la intersección de Paraná y Eva Perón, en la zona oeste rosarina, era su devoción: la pelota que había encontrado de grande, cuando ya ni se animaba a patear por miedo a joder sus huesos y articulaciones. 

El Trinche siempre fue uno de los seres mitológicos del fútbol argentino. Protagonizó escenas que nadie sabe muy bien si son ciertas, pero que muchos ya incorporaron para responder cuando la pregunta sale en alguna reunión. La pregunta: “¿Ustedes conocen al Trinche Carlovich?”.

Cada vez quedan menos testigos de aquel partido entre un seleccionado de Rosario y la selección argentina que dirigía Vladislao Cap, en el que los rosarinos bailaron al equipo que se preparaba para el Mundial de 1974 conducidos por ese cinco de pelo largo, el único que no jugaba en Newell’s ni en Central, y que la pisaba, gambeteaba y era dueño de la escena. Muchos dicen que Carlovich salió a los 15 minutos del segundo tiempo porque Cap pidió que lo sacaran. No podía aguantar que un jugador de Primera B, ¡de Central Córdoba de Rosario!, estuviera ridiculizando a los futbolistas que iban a viajar a Alemania para representar al país. 

Después de ese partido, obvio, Carlovich volvió a la sombra del Ascenso y los mitos se multiplicaron. “Su leyenda es un lugar común en Rosario, en toda la provincia de Santa Fe”, dice Valdano en Informe Robinson, el antológico programa español que hacía Michael Robinson, fallecido la semana pasada. “Forma parte de la iconografía de la ciudad”, dice el actor Darío Grandinetti en ese mismo programa.

Quizás ahora, con el Trinche volando hacia alguna parte, sea el tiempo de darle más letra a la mitología. Y que en las paredes de Rosario, cuando todos y todas duerman, se dibujen y se pinten su pelo largo, su bicicleta y una pelota siempre atada a él.