DOMINGO
Género

Rupturas de estereotipos

16-4-2023-Logo Perfil
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Nuestra sociedad está atravesando un proceso incipiente de ruptura de rígidos estereotipos de género. Esto implica revisar nuestros modos de socialización de género, una búsqueda que se da durante toda la vida y en todos los ámbitos en los que una persona se mueve: la escuela, el barrio, el club, las redes sociales, los medios, las instituciones, las familias, los grupos de amigos... Esta socialización no es neutral ni inocua, sino que dirige, con mayor o menor conciencia, la manera en que nos desenvolvemos, marcando los bordes a nuestra libertad de desarrollo. Qué tipo de ropa, colores y juguetes usamos, cómo nos expresamos, qué grupos preferimos o quién nos atrae son opciones condicionadas de maneras sutiles (a veces no tanto) y sostenidas, que marcan desde el nacimiento roles desiguales, con oportunidades de participación diferenciadas en las decisiones en función del género. Históricamente, esta diferenciación de roles sirvió para dar mayor valor a lo masculino.

Veamos un ejemplo “inocuo” de esto: un estudio de la Universidad de Standford en los Estados Unidos reunió a un grupo de hispanoparlantes y a otro cuya lengua nativa es el alemán. A ambos grupos se les pidió que describieran un puente. Los hispanoparlantes lo describieron como fuerte, grande, peligroso. Quienes hablaban alemán, como elegante, lindo, frágil. La diferencia está en que la palabra “puente” es, en español, de género masculino y en alemán, femenino. Por el contrario, cuando se les pidió que describieran una llave, los hispanohablantes lo hicieron como pequeña, brillante, dorada. Por su parte, los hablantes de alemán la describieron como útil, irrompible, metálica. La palabra “llave” es de género femenino en español y masculino en alemán. Si esto no es una construcción cultural, ¿qué es?

Pero, entonces, ¿dónde se pueden parar los varones en este momento del siglo en que parece que todo se pone en discusión y ellos no son, muchas veces, parte de ese debate? Es importante aclarar que las características que asignamos a lo masculino (la razón, la inteligencia, la fuerza y la destreza físicas, el liderazgo, la autonomía) las sostenemos entre todos y todas como sociedad. Es decir, también las mujeres son educadas para mantener el statu quo y son ellas (somos nosotras) las que, en muchas ocasiones, reproducen esos privilegios y mandatos, los esperan y los exigen. Por eso es muy importante reflexionar sobre esos conceptos y procesos de manera situada, en contexto. Uno de los grandes desafíos en relación con el tema de las masculinidades es identificar situaciones no aceptables en la actualidad y buscar corregirlas, al mismo tiempo que reflexionamos sobre el cambio cultural que estamos viviendo como un proceso histórico. Así, los adolescentes y jóvenes varones de hoy no debieran ser sindicados como responsables de lo hecho por sus congéneres a lo largo de los siglos.

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Un primer punto que planteamos quienes escribimos estas líneas, casi como el único “deber ser” al que los invitamos, es que los varones de todas las edades puedan (podamos) reconocer los privilegios, los mandatos, las desigualdades y, cada uno, desde sus posibilidades y su lugar, contribuya (contribuyamos) a reflexionar sobre ellos y modificarlos. No va a ser de un momento para el otro.

No va a ser general ni todos podrán (podremos) verlo de la misma manera. Pero si algo tienen estos temas es que exigen imperiosamente que hablemos, conversemos y discutamos sobre ellos. 

Sabemos que algunos términos vienen con peso propio; otros, además de peso, traen “mala prensa”. Al igual que con la ESI, no tener todas las respuestas no debe impedir que nos hagamos todas las preguntas.

Es importante aclarar que, cuando hablamos de un sistema patriarcal o machista, no lo pensamos únicamente como la violencia ejercida por varones hacia mujeres. La violencia del sistema patriarcal la sufrimos todas, todes y todos, y la pregunta sobre quién la ejerce en los vínculos también necesita hacerse sin prejuicios, sin anticiparse ni obturar una sola categoría. En las aulas, la violencia cotidiana que implica el acoso escolar –en el formato de burlas, insultos y exclusiones entre pares– está dirigida principalmente a los estereotipos basados en la gordofobia, la homo-lesbo-transfobia, la xenofobia y hacia las “putas”, las “promiscuas”, las mujeres que salen con muchos chicos (además, ¿quién define cuánto es muchos?). En nuestro trabajo con jóvenes hemos podido conocer desde sus propias voces y experiencias cómo son algunas de las formas que adquiere esa violencia. Reflexiones como “Hay personas que no se sienten ni varones ni mujeres, no es muy difícil de entender. ¿Qué les molesta a los demás, si ellos siguen igual?”, o experiencias como la de un compañero al que cargaban por cómo le quedaba el short de fútbol “porque está muy gordo y después ya no quería atajar” dan cuenta de cómo esas hostilidades, que buscan imponer una sola forma de poder ser, terminan por generar una negación de derechos, algo sobre lo que volveremos luego.

*/**/***Autores de De chicos a hombres, SXXI Editores. (Fragmento).