ELOBSERVADOR
Grietas y justificaciones

Gildo Insfrán: represión y doble vara

La doble vara siempre es despreciable, pero en materia de Derechos Humanos es infinitamente peor. No hay dos oportunidades para actuar con dignidad ante los atropellos.

Formosa Gildo Insfrán g_20201114
El gobernador de Formosa, Gildo Insfrán. | Twitter @insfran_gildo

Estos son los números de Gildo Insfrán, tras un cuarto de siglo mandando en Formosa (desde 1995, aunque está en el poder desde 1987 como vicegobernador):

  • La tasa de mortalidad infantil más alta del país junto con Corrientes: 14,2 muertes cada mil nacidos vivos (Ministerio de Salud de la Nación, 2013).
  • Los índices de tuberculosis más altos del país (idem)
  • Es la segunda provincia con mayor cantidad de analfabetos de la Argentina, solo superada por el Chaco (INDEC, 2015).
  • Es la segunda en el ránking de provincias con hogares sin acceso a agua de red ni cloacas, después de Santiago del Estero (Conicet, 2018)
  • Es la provincia más afectada por el corrimiento de la frontera agrícola y la destrucción del monte nativo (junto con Salta, Santiago del Estero y Chaco, Mocase, 2018).
  • El 47% de los hogares en Formosa habita en viviendas “precarias” (EPH-INDEC, 2014)
  • Es la provincia que más empleos públicos tiene en relación con el sector privado (junto con Catamarca y la Rioja, Ministerio de Hacienda, 2019)

Quién es Gildo Insfrán, el gobernador que aspira llegar a los 30 años en el poder

  • El 40,1% de las personas en el aglomerado urbano de Formosa son pobres (INDEC, 2019).
  • El 95% del presupuesto provincial de Formosa proviene de la coparticipación federal (Ministerio de Hacienda, 2019).
  • El 45 % de la población no tiene agua potable ni cloacas, y el 30% no tiene energía eléctrica (Conicet, 2018)
  • La economía formoseña es la de menor escala e importancia del país (CEPAL, 2013)
  • Es la provincia argentina que menos produce y menos exporta (CEPAL 2013).

Ah, pero tiene buenos números con el Covid.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Es como defender a Mussolini porque los trenes en Italia llegaban a horario (no es chiste, así lo defendían algunos) o a la dinastía norcoreana porque es el tercer país del mundo con mayor cantidad de camas de hospital por habitante (dato real).

Un ejercicio de imaginación 

¿Se imagina, si Gildo Insfrán fuera macrista? No es difícil imaginar lo que ocurriría: lo atacarían quienes hoy lo defienden o justifican. Y lo defenderían quienes hoy lo atacan.

Y hay más. Una de las formas de relativizar o defender a Insfrán es mostrar que la (supuesta) alternativa es aun peor que él. El argumento es entonces una nueva falacia: el que vendría si Insfrán es derrotado en las próximas elecciones, en teoría, sería peor. Como eso no ocurre e Insfrán sigue mandando (al menos no ha ocurrido en los últimos 33 años) la hipótesis inversa es incomprobable. Así funciona esa falacia tan común.

Otra excusa habitual es que para hablar sobre Formosa habría que vivir allí. Es un argumento burdo: con ese criterio no se podría analizar prácticamente ningún fenómeno, ni hecho histórico, ni proceso social, salvo los que ocurran en la manzana donde uno vive o en el lugar donde trabaja. Con ese criterio uno no podría opinar sobre Trump ni sobre Venezuela, sobre Corea del Norte ni sobre Cuba. Pero tampoco podría opinar sobre Roca, sobre Napoleón o sobre Urquiza porque no vivió esa época y no estuvo allí.

¿Es tan difícil entender que cuando se habla de derechos humanos no es una cuestión electoral? Que no haya opción o que la opción actual sea peor son opiniones, tan legítimas como sus contrarias; y no hay modo de derivar de ellas una conclusión que afirme algo así como: “Si el que podría ganarle es peor, eso quiere decir que se debe justificar y aplaudir todo lo que haga Insfrán (o quien sea) y disimular, relativizar o atenuar toda crítica que se le haga”.

Al contrario: si no hay opciones, aún más relevante es la crítica (y en especial la crítica desde adentro) para que el gobernante haga las cosas lo mejor posible. Eso soñaba Moreno, recordado en estos día, cuando escribía en su decreto sobre libertad de imprenta: “La facultad individual de los ciudadanos de publicar sus pensamientos e ideas políticas, es un freno de la arbitrariedad de los que gobiernan”.

La doble vara

La doble vara es parte esencial de la falaz grieta en la que nos han metido. Quizás nada más patético que ver funcionarios de Derechos Humanos justificando las violaciones a los derechos humanos que comete su gobierno, o un gobernador afín. Eso es la grieta, eso es la falacia, la perversidad de esa construcción discursiva que nos obliga a subir a un ring en donde de un lado está El Malo y del otro está El Peor Aún.

La justificación de Milani y de Berni en el kirchnerismo es el espejo de la justificación de Patricia Bullrich y su mano dura en el macrismo. Son la expresión más clara del juego perverso de la grieta, ese juego en el que siempre (en todos los gobiernos) ganan la Barrick Gold, Eskenazy, Chevron, las empresas y amigoss de la familia Macri, las empresas y amigos de la familia Kirchner, los grandes bancos y las empresas que controlan los granos, mientras las demás personas y organizaciones discutimos por cosas menores y no abordamos nunca esas cuestiones de fondo.

 Quizás nada más patético que ver funcionarios de Derechos Humanos justificando las violaciones a los derechos humanos que comete su gobierno

¿Y cuáles son esas cuestiones de fondo?

Los verdaderos problemas, esos que no se modifican gobierne quien gobierne: la desigualdad, la exclusión, el consolidado tercio de pobreza que según el ciclo puede llegar hasta 40% o más, el extractivismo, la destrucción del ambiente, el elitismo, la no consulta a la ciudadanía en esos mismos temas de fondo aunque la Constitución lo posibilita desde hace casi tres décadas, la justicia desigual y la impunidad de corruptos y poderosos, los femicidios, la degradación de la educación y la salud pública, el acorralamiento de los pueblos originarios, el maltrato invariable a esas mismas ocupaciones que luego definimos como "esenciales", el apiñamiento en ciudades monstruosas, invivibles, insustentables, la destrucción de pymes y cooperativas en todo el país, y una larga lista.

La doble vara siempre es despreciable, pero en materia de Derechos Humanos es infinitamente peor (y a la inversa, es más exigente el imperativo ético de denunciarlo si es de tu partido quien los viola). No hay dos oportunidades para actuar con dignidad ante los atropellos. El día que seamos capaces de abandonar las dobles varas tendremos una sociedad mejor y gobiernos mejores.

Mientras, a seguir conviviendo con el asco. Es decir, con Insfrán y sus justificadores.

*Licenciado en filosofía y periodista.