Hubo un solo momento que podría describirse como de “sulfuración”, y fue cuando Guillermo Piro preguntó de qué modo creían que la sección Escritores podría mejorarse. Martín Kohan, ipso facto, tomó la palabra para referirse a los comentarios que los lectores de Perfil.com pueden dejar al pie de las columnas que leen. “Hay una sugerencia que querría hacer: no me parece que –y estoy pensando en la edición digital del diario– los lectores tengan derecho a degradarnos, humillarnos e insultarnos, y que eso sea parte de las reglas del juego. El insulto, la denigración, el agravio son inaceptables. Inaceptables. No hay por qué insultar a alguien. No hay por qué. Y no es algo que se suavice con ninguna de las diferentes formas de la resignación: ‘Es así, ya sabés como son las cosas’. ¿Por qué la misma entidad que no publicaría en su edición en papel algo escrito por una persona que no da su nombre y apellido o su número de documento, o que incluso no publicaría tampoco dando nombre, apellido y número de documento si insulta, agravia o denigra a alguien, por qué sí lo publica, con un seudónimo, en su versión digital? Hay una aceptación tácita, pero ya casi explícita, de que parte de nuestro trabajo es dejarnos insultar semanalmente. Hay cierto decoro que se cuida en la versión en papel que se olvida a la hora de publicar en la versión digital. ¿Por qué permiten eso? En un gesto muy digno, no hay posibilidad de dejar comentarios en las notas de Beatriz Sarlo, por ejemplo. ¿Por qué debería Beatriz Sarlo permitir que cualquier la insultara de manera pública? ¿Qué trabajo es ése? ¿Qué matiz del trabajo de la escritura constituye ser denigrado públicamente por desconocidos? El principio de decoro trasladado a la web llevaría, tal vez, a esas mismas personas que insultan a hacer algo que nunca jamás han hecho, esto es, argumentar. Ver qué ocurriría con esa misma furia y esa misma virulencia, pero argumentada. Sería algo interesante”.