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LA BOMBA DE TIEMPO QUE DEJÓ LA PANDEMIA

La epidemia de soledad

El covid trajo más de una pandemia. La primera, la que hizo del barbijo parte del atuendo cotidiano. La segunda, que continúa hasta hoy, la pandemia de la soledad. Declarada como una epidemia de salud pública, la soledad aumenta en un 30% el riesgo de muerte. Los más jóvenes usan las apps de citas, pero como un búmeran, no solo no disminuyen la sensación de soledad, la aumentan.

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Confitería (a E.H.) óleo sobre tela 2021. | Pablo Temes

El director general de Sanidad de Estados Unidos, el cirujano Vivek Murthy, declaró la soledad como una epidemia de salud pública. En su informe titulado “Nuestra epidemia de soledad y aislamiento” (“Our Epidemic of Loneliness and Isolation”), el doctor afirma que la soledad puede aumentar el riesgo de muerte prematura en un 30%, a los mismos niveles que fumar 15 cigarrillos por día.

Uno de cada dos adultos estadounidenses, cuenta el especialista, se sentía solo incluso desde antes de la pandemia de covid-19. Ciertamente, el aislamiento exacerbó el malestar. El de Murthy no es el único postulado de este tipo. La Organización Panamericana de la Salud (OPS) también afirmó que la soledad se transformó en una epidemia silenciosa. 

“La pandemia puso de manifiesto la fragilidad de los vínculos. Ya sea porque ocurrieron muchísimas separaciones o porque algunas personas se dieron cuenta de que relaciones que creían fuertes eran más débiles de lo que pensaban. Los vínculos son nuestro apoyo fundamental. Aunque haya una creciente tendencia hacia la individualización en las sociedades contemporáneas, el individuo aislado es una abstracción. Nos apoyamos en otros y necesitamos de los vínculos como nuestro sostén de vida, material y mental”, afirma el psicoanalista y doctor en Filosofía Luciano Luterau.

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Experiencia de soledad. Foto: Agencia Shutterstock

Cabe mencionar que, según investigaciones de múltiples instituciones como la Universidad de California (Estados Unidos) o la Universidad Goethe (Alemania), el contacto físico, como los abrazos, tiene beneficios físicos y espirituales. 

En un desierto de gente. “Hay que distinguir entre estar solo y el sentimiento de soledad. El sentimiento puede darse incluso cuando alguien está con otras personas. Como dice esa canción de Calamaro: ‘En el fondo estamos solos en un desierto de gente’. En la pandemia esto se vio claramente. Teníamos la posibilidad de interactuar y de hacer zooms. Pero algo no era igual”, explica Luterau.

“El sentimiento de soledad es interno. Tiene que ver con la dificultad para realizarnos en lo personal y a través de otros. Se vincula, a veces, con el aburrimiento, con los momentos en los que alguien siente que no se le ocurre nada para hacer, no tiene ganas de salir, no tiene ganas de ir a ningún lado, porque siente que no tiene nada para dar ni para desarrollar”, indica. “Cabe agregar una nueva distinción que tiene que ver con ser solitario: personas que prefieren estar solas. Hay algo del disfrute en hacer ciertas cosas solo”, agrega. 

Cuando las paredes hablan

“Uno de los mayores síntomas de la soledad como epidemia es la dificultad para conversar. Hoy es difícil que dos personas puedan escucharse y transformarse por conversar con otro. Se ve en las consultas de pareja, de padres respecto de sus hijos, en las relaciones cotidianas, laborales, de amistad”, relata Verónica Buchanan, psicoanalista y docente de la UBA.

“Lo que más escucho es una gran dificultad para dejarse afectar a través de la conversación con otro. Cada uno está tan aferrado a lo que piensa, a sus ideales, que no son ideales, son obstáculos. Esa es la experiencia que está más abandonada en esta época y es el signo más fuerte de la soledad”, dice. 

“Si me preguntás qué es una persona que está afectada por la soledad, yo diría que es una persona que está imposibilitada de conversar con otro y en esa conversación conocerse distinto de lo que se cree que es. Y sí, también creo que ese signo de la soledad es una epidemia”, coincide la especialista.

Peligros reales. Con un aumento de un 29% del riesgo de padecer un infarto, la soledad puede incrementar el riesgo de enfermedades cardiovasculares, según indica un estudio de la Universidad de York. Este sentimiento puede llevar a la depresión, así como conducir al consumo de drogas, tabaco y alcohol. “Declina en otros tipos de problemas: sentirse incomprendido, sentirse juzgado, sentirse exigido”, indica Buchanan. 

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La OPS alertó sobre el aumento de conductas suicidas durante la pandemia. Una investigación de la Universidad Brigham Young, de Utah, EE.UU., señaló que el aislamiento social y vivir solo elevan un 30% el riesgo de muerte. El porcentaje de personas que viven solas está en crecimiento a nivel global. En países escandinavos, más del 40% de los hogares son habitados por una sola persona. En España, dos de cada diez. En Argentina, tres de cada diez.

Y si bien el hecho de vivir solo es un factor que aumenta los riesgos, es importante hacer una breve aclaración. “Hay sufrimientos que quizá son más propios de condiciones socioeconómicas diversas. Pero con la soledad no establecería una diferencia. Pienso que incluso quien tiene necesidades básicas insatisfechas, si además está solo, si además siente que no tiene con quiénes acompañarse en esa situación, lo sufre mucho más porque es una doble soledad. Es la soledad del Estado, de lo social, de la falta de trabajo, de la falta de garantías, de la falta de salud, de educación”, explica la psicoanalista Buchanan. 

“Esa es una soledad muy profunda en nuestras sociedades. Incluso aunque alguien esté hacinado, que viva con muchas personas, puede estar rodeado de personas, y sin embargo estar atravesando una profunda soledad”, aclara. Con esta salvedad, se puede continuar.

Una persona se quita la vida cada cuarenta segundos. El total es un promedio de 800 mil fallecimientos al año por este motivo. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, en 2020, plena pandemia, se registraron 703 mil casos. Y a pesar de que en Argentina no se observaron grandes cambios en este índice a partir de la emergencia global –en 2019 se registraron 3.534 y en 2020, 3.164– hay otros países donde este problema se agravó seriamente. 

El doble trabajo de las mujeres modernas

En México, 2020 fue el año en el que más personas se quitaron la vida en la última década (7.896), y en España se registró una mínima diferencia de cantidades entre 2018 y 2019, pero un aumento considerable en 2020 y 2021 (4.003). 

En Japón, también en 2020, la cantidad de personas que se quitaron la vida es seis veces mayor que las muertes que se cobró el coronavirus: un alza, tras la baja durante más de una década. Fueron 21 mil personas: 3,7% más que el año anterior, con un aumento de víctimas entre mujeres y jóvenes. El gobierno japonés creó un Ministerio de la Soledad para hacerle frente a la cuestión. 

Las denuncias por violencia de género se agravaron en un 39% en Argentina durante la cuarentena. Y a pesar de que del total de personas que se quitan la vida la cantidad de hombres es mayor que la de mujeres, el aumento femenino puede tener que ver –indican especialistas– con que durante la pandemia las mujeres sometidas a violencia de género han convivido con su agresor sin escapatoria. 

La OMS reveló que entre el 20% y el 34% de las personas mayores de América Latina, Europa, China y Estados Unidos se sienten solas. 

Outlet del amor. El estudio “Psy-covid 19”, realizado en treinta países para averiguar efectos de la pandemia sobre la salud mental, indica que el grupo más afectado fue el de personas de entre 16 y 30 años. A pesar de que, como ya se ha nombrado, la soledad se intensifica entre quienes viven solos, y los mayores suelen vivir más solos que los jóvenes, los adultos utilizaron sus herramientas aprendidas a lo largo de los años para hacerle frente al aislamiento.

Y los jóvenes, afectados por esta pandemia de soledad, y sin los suficientes recursos psicológicos para enfrentarla, utilizan las herramientas tecnológicas para escapar del sufrimiento. Es por eso que muchos recurren a las aplicaciones de citas. “Son un recurso del amor como antídoto contra la soledad: ya sea para no sentirnos abandonados, para no sentirnos poco creativos, para reivindicar nuestro carácter de ser elegidos por otros y darnos un valor en la sociedad actual en la que ser amado, ser deseable, es algo muy importante”, explica Luterau. 

Pero las apps, como un búmeran, no solo no disminuyen la sensación de soledad, sino que la aumentan. Un estudio publicado en la revista académica Journal of Social and Personal Relationships concluyó que las aplicaciones para encontrar el amor aumentan la sensación de soledad y ansiedad, y que las personas que pasan mucho tiempo dando match pueden sufrir graves efectos negativos.

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“Es como una especie de gran outlet del amor, donde son siempre las mismas personas que ya se vieron mil veces. A veces poco tiene que ver con el deseo de conocer a alguien, sino con la confirmación narcisista de que todavía se tiene algún valor en el ‘mercado erótico’. Entonces, las aplicaciones a veces van en la línea, más que de conjurar la soledad, de reforzarla. Porque aquello para lo que venían a buscar solución termina acentuando o mostrando mucho más la existencia del problema”, coincide el psicólogo. 

Son varios los estudios que confirman lo mismo. Un informe de la Universidad Estatal de Ohio afirma que las apps provocan el efecto contrario a su propuesta original. Y durante el ciclo “Sociedad conectada, individuos aislados” del Observatorio Social de Fundación La Caixa se explicó que, como parte del capitalismo, estas apps no escapan de las lógicas mercantiles. Por lo tanto, el objetivo central de las herramientas no es que las personas encuentren el amor, sino que permanezcan en la aplicación en una búsqueda permanente e insatisfecha.

Y la paradoja es que, como afirma la profesora de Comunicación Masiva de la Universidad de Boston Kathryn Coduto, en La soledad y la baja confianza lleva a un uso compulsivo de las aplicaciones de citas (Loneliness and Low Confidence Lead to Compulsive Use of Dating Apps), quienes se sienten solos tienen más probabilidades de volverse adictos a las apps de citas, por lo que los que más necesitan compañía son los que más están expuestos a sentirse incluso peor que al comienzo del uso. 

“Recuerdo algunos textos de cuando aparecieron las primeras aplicaciones de citas que anticipaban que se venía un siglo de sexo de-senfrenado, y creo que de un tiempo a esta parte podemos decir que la experiencia de las aplicaciones de citas es de confirmación de la soledad. La gente está muy sola”, plantea Luterau. 

Para terminar de confirmar el combo, las búsquedas en Google de “¿dónde conocer gente?”, “¿cómo hacer amigos?” alcanzaron su máximo histórico este año. A esto se le suma la proliferación de aplicaciones de videoconferencias que ponen de manifiesto la necesidad, de alguna manera, de estar en contacto con otras personas.