ELOBSERVADOR
ALGORITMOS

Tecnología y relatos que ensanchan la grieta

Una perspectiva psicológica y existencial de las redes sociales y del relato maniqueo de la historia política reciente, como variables que generan un caldo de cultivo para la polarización, que traba al país y genera conflictividad social e interpersonal.

20240310_politica_redes_sociales_cedoc_g
| cedoc

Cuando en febrero un informe de la UCA estimó que más de la mitad de la población vive en la pobreza, los tuits de Cristina y Milei presentaron países opuestos y desconocidos entre sí. La culpa de nuestro flagelo social siempre está en los gobiernos del otro lado, o en las oposiciones que no permitirían las infalibles soluciones propias. Asimismo, por X y TikTok el Presidente acusó a quienes votaron contra la ley ómnibus, de “conjunto de traidores que ponen sus privilegios de casta por sobre los intereses del país”. La ley autoproclamada “Punto de partida para la libertad de los argentinos”, fue devuelta a comisiones por el mismo oficialismo frente a la discusión parlamentaria que despertó. También es cierto, que en la oposición hubo sectores que la rechazaron desde un principio, inhabilitando el debate que supuestamente reclamaban. Esto mismo ocurre en nuestras conversaciones cotidianas: un todo o nada con ausencia de matices, que refleja una creciente grieta política y mental. Por otro lado, la dinámica de conexión-desconexión inmediata, anonimato y distancia emocional del mundo digital facilitan la cosificación y el rechazo del otro. Más fácil insultar por X que en persona. La responsabilidad emocional se siente menos. El efectismo del paradigma TikTok propicia definiciones estereotipadas que anulan la reflexión y el diálogo. Este contexto cultural implica al mundo entero, pero en la Argentina se cruza con una historia política de dicotomías extremas, y relatos que la profundizan. Se remonta a nuestro origen como país y las guerras fratricidas entre unitarios y federales, a las épicas radicales y peronistas con sus enemigos conservadores, a las dictaduras como expresión máxima de la eliminación del otro. Esta historia maniquea se reavivó durante gobiernos kirchneristas “anticipayos” y “antimacristas”, durante el gobierno macrista “antikirchnerista” y “antipopulista”, y, después del frustrado gobierno albertista, ahora con el mileísmo “anticasta” y “antizurdo”.  Detrás de la grieta política, se esconde la grieta mental: el miedo hacia el otro, que implica pánico hacia la incertidumbre del encuentro con lo distinto. En lo profundo, fobia hacia la impermanencia de la vida que nos enseñó Heráclito 2.500 años atrás, cuando comprendió que no hay manera de bañarse dos veces en el mismo río. Y también cuando explicó la paradoja de que el ser implica la unidad de opuestos. No hay tierra firme de certezas absolutas, solamente la existencia que fluye. La mente polarizada se aferra a islotes polares, rígidos e imaginarios. Cuando una persona rechaza y odia al otro, en general, rechaza algún aspecto de sí misma. Así explica la polarización mental detrás de una sociedad fragmentada y cercenada en su posibilidad de ser, el psicólogo existencial Kirk Schneider. Según este autor, la automatización del mundo digital y la certeza de la mente polarizada anestesian la angustia existencial que nos genera abrirnos al misterio de lo distinto. Al cerrarnos a esa aventura, nos encerramos, y con el tiempo suele trabarse el armado de proyectos vitales propios. Tanto por la polarización de uno mismo en aspectos más vulnerables o en los más expansivos. Entre otras reacciones, uno puede perderse en una angustia paralizante o en una reacción eufórica narcisista. Una furia soberbia que fabrica un culpable completo del propio sufrimiento en el otro, y que supone que destruirlo y ocupar todo el espacio compartido con “mi capacidad incuestionable” pudiera resolverlo.

Paradigma TikTok, dinámica x, y un mundo reducido. TikTok es hoy la red social con mayor crecimiento y la que más tiempo de los usuarios ocupa, según We Are Social. Permite escrolear interminable y adictivamente de un video a otro. Para atrapar nuestra efímera atención los videos compiten con lo espectacular. TikTok tiende a deshacerse de la reflexión y la exploración, para proponer el regodeo fugaz del freak show, donde ves un golazo de chilena, un artista callejero que canta increíblemente, un salvataje de un niño en el mar por guardavidas, un chico burlándose de los defectos de la gente que se cruza y otro que se enamora perdidamente por instantes de distintas chicas; un turista europeo que se mete en una villa para ver si es tan peligrosa como sospecha, un político despotricando contra otros. Todo en segundos. Fuera de cámara queda el entrenamiento que llevó a ese golazo, a ese canto, a ese salvataje; las consecuencias y el dolor emocional de quienes son burlados, del niño salvado, el proceso de estar enamorado, los motivos de ponerse en riesgo del turista y la subjetividad de quienes viven en ese barrio de emergencia reducidos a una indiferenciada masa peligrosa; también queda fuera el contexto de esa pelea política, las intenciones y las responsabilidades. Se pierde proceso, contexto y perspectivas. Todo parece igual, y cada vez más reducible.  Este paradigma TikTok aprovecha nuestro impulso adictivo de calmar la ansiedad con el placer efímero del golpe de efecto, y, al mismo tiempo, la multiplica en un círculo vicioso, interminable como el escroleo. Esta maquinaria se alimenta del uso de estereotipos y prejuicios. También a raíz de la ansiedad por la inmediatez, que no deja lugar a más tiempos que a ese presente fugaz e insignificante. Uno descontextualizado, donde no estoy presente. Donde el Tú casi no existe, y es reemplazado por Ello, como diría el filósofo Martin Buber. En la relación Yo-Tú, nos abrimos al ser del otro, mientras que en la relación Yo-Ello, utilizamos y cosificamos al otro. Es en el encuentro con el otro, que podemos realizarnos, volvernos Yo, explica Buber. Resulta inevitable que en el día a día nos vinculemos también de forma utilitaria, pero cuando esta relación es la hegemónica nos terminamos cosificando a nosotros mismos también. La dinámica de X, donde uno se conecta y desconecta del otro en un clic, donde queda fuera de mi vivencia corporal y afectiva lo que experimenta espontáneamente el otro con lo que digo, donde le hablo más a los seguidores que a una persona, también facilita la deshumanización. ¿Cuánto más cómodo es insultar y despotricar tecleando por X, que en persona? Tanto que tienta hacerlo. Cuanto más alejada de lo presencial está la comunicación, más dificultad y esfuerzo implica lograr diálogo, empatía y encuentro Yo-Tú. De hecho, Sherry Turkle, psicóloga referente en tecnología, vincula estas dinámicas digitales con estudios que demuestran merma en la empatía de las nuevas generaciones. La presencia corporal facilita más el encuentro Yo-Tú que una videollamada, que a su vez lo facilita más que un mensaje por audio, luego, mensajes escritos y así… hasta llegar a chats anónimos. Esto no significa que no se pueda dar un encuentro en un chat anónimo, simplemente que es más dificultoso hacerlo. A las redes sociales, como X, se suma la audiencia de los seguidores, que también propicia el show de la agresión al otro, en el globo narcisista e histriónico que genera la búsqueda de “me gusta” y retuits.  Por otra parte, los algoritmos de toda red social reducen el mundo a uno mismos. Acercan contenidos cada vez más similares a los que nos gustaron, hasta eliminar la diversidad y acentuar la homogeneización de nuestra visión parcial de mundo. Esto lleva a la expulsión de lo distinto y a un creciente narcisismo, como sostiene el pensador Byung-Chul Han. Podemos agregar que es un pensamiento cada vez más cristalizado y prejuicioso. La grieta política y la mental se multiplican en este contexto. También es más fácil y rápido polarizar la responsabilidad y utilizar al otro de saco de boxeo o depósito de mis frustraciones y sufrimientos. Por algo uno siempre escucha hablar a los socios éticos de los socios que estafaron o traicionaron, pero ¿dónde están todos estos últimos? Algo similar ocurre ante la separación de una pareja significativa: hay una tendencia a reducir al otro a sus defectos, y a tener dificultades para asumir la propia responsabilidad. En el plano político, es más fácil endilgar el actual fracaso del país a la “izquierda inepta” y su “colectivismo empobrecedor”, de un lado; o al “neoliberalismo explotador” y su “derecha recalcitrante”, del otro; en lugar de reflexionar acerca de qué nos pasó que tanto gobiernos liberal conservadores, como otros progresistas han llevado a pésimos resultados. Una de las variables de la difusión de Milei, que lo llevó a la presidencia, es su forma tiktokera de comunicar. En el caos de la hiperinformación llama la atención por sus vociferadas definiciones y soluciones fáciles, los golpes de efecto que generan sus descalificaciones e insultos a adversarios políticos, así como su cuantificación de la realidad que da la sensación de verdad sintetizada. La imagen del león y del rock pesado también recuerdan al espectáculo circense. Así como lo fue enfocar la discusión de políticas públicas en una rencilla mediática y completamente asimétrica con la cantante pop Lali Espósito. Ésta es una nueva forma de personalismo, que redobla la apuesta frente al más tradicional de Cristina. Sin embargo, fue ella una de las primeras políticas en priorizar a las redes sociales frente a los canales oficiales, en sus declaraciones por Facebook o Twitter. Quizá genere una sensación de mayor cercanía con “el pueblo”, sin mediación institucional. En un plano más cotidiano adquirimos ese modo tiktokero y X de comunicar. En redes sociales, en grupos de Whatsapp e incluso en reuniones cara a cara, ¿cuánta descalificación y golpe de efecto utilizamos para ganar las discusiones políticas? ¿Cuántas veces hay una mutua escucha atenta y curiosa, y cuántas, dos retóricas que buscan obtener la razón a toda costa, tomadas por el propio narcisismo? Aunque en otras épocas también ha pasado, hay que reconocer que esta se caracteriza por el hecho de no escuchar ni tener respeto por la opinión del otro. “La decadencia de lo público y la creciente falta de respeto se condicionan recíprocamente”, dice Byung-Chul Han. El respeto recíproco genera relaciones simétricas, más allá de las asimetrías del rol que ocupa cada persona.

Historias argentinas paralelas. Así como no hay respeto, hay una parcialización de la historia reciente en relatos maniqueos de convenientes héroes y villanos. En el caso del kirchnerismo y la izquierda duros, adjudican los males de la Argentina al neoliberalismo macrista y menemista, que estaría en la misma bolsa que la dictadura de Videla, y que otros gobiernos conservadores “vendepatria”; en un reduccionismo grave que olvida las enormes diferencias políticas y sociales. Difícil olvidar el cántico: “Milei, basura, vos sos la dictadura”, realizado a un candidato y luego presidente elegido democráticamente. Lo mismo pasa con los próceres, donde, por ejemplo, Sarmiento es marginado, por su propia visión polarizada de la época que dividía tajantemente civilización de barbarie, lo europeo y lo indígena. Pareciera que esto anulara su persistente difusión de la educación pública, pilar de la democracia y del progresismo. El relato mileísta repite el reduccionismo, al dar vuelta la tortilla, cuando dice que hace cien años y desde el modelo agroexportador decimonónico que el país fracasa por el progresismo radical y peronista, por la denominada “mentira de la redistribución del ingreso”. Y se ensaña con el radicalismo: desde Hipólito Yrigoyen, primer presidente electo democráticamente, que habría iniciado “la decadencia” por haber “contaminado de socialismo a la Argentina”; hasta la denominación de Alfonsín como el “fracasado hiperinflacionario de Chascomús”. Se ignora el legado democrático y republicano que le debemos a ambos, y que conforma la estructura política elegida por el liberalismo de Alberdi, el prócer más citado por aquel discurso. Estos relatos tiktokeros reaniman un historial de polarizaciones que han encarnado incluso en violencia. En el siglo XIX, las guerras civiles entre unitarios y federales, y el exterminio de los pueblos indígenas vendido como conquista de un desierto; durante el siglo XX, las persecuciones políticas de peronistas y antiperonistas, y el plan sistemático de la última dictadura para aniquilar al otro como máxima expresión de ese impulso de eliminar lo distinto. Implica una visión de mundo infantil y peligrosa del nosotros-ellos, buenos-malos, iluminados-traidores. Estos sucesos se hallan inscriptos en nuestro inconsciente social y ante la necesidad urgente de certezas por la crisis crónica, la visión polarizada toma forma de refugio ilusorio.  La mayoría sentimos en algún momento la tentación de polarizarnos, porque pareciera dar respuestas y pertenencia ciertas. La casta corrupta y la gente de bien, el pueblo y los cipayos. La culpa de nuestro fracaso como país puede ser adjudicada a la derecha explotadora o a la izquierda inútil. Pero, ¿no será que ambas se vuelven tales cuando no integran aprendizajes de la otra? Las centroderechas y las centroizquierdas pragmáticas y exitosas, en general han sabido integrar las paradojas, aún con sus tendencias más individuales o colectivas. ¿Por cuánto tiempo seguiremos repitiendo estribillos en los polos de un mismo tango autodestructivo: como que el “peronismo es el cáncer de este país” o que la derecha contemporánea elegida democráticamente “es la dictadura”? Desde un punto de vista psicológico, ¿qué aspecto de mí niego cuando me polarizo desde un colectivismo progresista, y qué niego cuando lo hago desde un individualismo conservador? Más allá de que en cada persona tendrá un sentido distinto por múltiples variables, ¿habrá algo de distancia de las propias necesidades e intereses individuales, en el primer caso, y cierta desconfianza en el otro, en los vínculos, y dificultad de reconocer la inevitable relacionalidad, en el segundo? En términos generales, uno de los procesos de una terapia suele ser la de reconciliar las propias necesidades con las de los demás y descubrir formas para que coexistan mi proyecto y el del otro, y, también, construir proyectos conjuntos. Aunque un país no es una persona, también precisa de una integración de lo individual y lo comunitario, de mercado y estado, e, incluso, de hallar equilibrios entre conservación y cambio.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Hackear el algoritmo: rehumanizar tecnología y relato. Así como la tecnología tiene dinámicas que cosifican y polarizan, también tiene la potencialidad de ser medio para el encuentro humano. ¿Quién puede negar la bendición de poder hablar por videollamada o incluso por mensaje con un ser querido que vive lejos? Se han formado también comunidades de acción solidaria y de interés mutuo en redes sociales. La cuestión es elegir y rebelarse a internalizar la automatización. ¿Cuántas veces nos habrá pasado de escrolear por horas en TikTok o de tener un atracón de serie con reproducción automática de capítulos, “sin darnos cuenta”? ¿Cuántas veces hemos reenviado sin pensar algún video “gracioso” donde alguien sufre o es denigrado, cuya broma jamás haríamos en persona? La internalización de la automatización es un proceso progresivo, que nos mecaniza. Y la polarización se multiplica en ella. En cualquier red social, si uno decide hacerlo, puede buscar y propiciar encuentro. Y no olvidemos que un abrazo sólo se logra presencialmente.  La experiencia de abrirse a la subjetividad, los miedos y los propósitos del otro con el que estemos en desacuerdo, es un camino a explorar para los interesados en construir puentes sobre la grieta. Los políticos con puestos de poder también podrían intentar esta experiencia; ayudaría hacerlo cara a cara y sin audiencias. Esto facilitaría la necesaria construcción de políticas públicas comunes.  Respecto al relato histórico, podemos encontrar acuerdos que trascienden la grieta, y que propician el encuentro. La república democrática como sistema de gobierno que cumplió cuatro décadas ininterrumpidas. Un espacio público que enmarca acordar, debatir y discutir con la alteridad. Refundado sobre la base del Nunca Más una dictadura que aniquile y desaparezca al otro. Podemos mencionar también uno de los únicos próceres admirados tanto por conservadores liberales como progresistas: San Martín, quien persiguió la libertad al mismo tiempo que la igualdad y pluralidad de los argentinos y los demás suramericanos. Sus llamados a sumarse al movimiento por la libertad suramericana eran dichos en castellano y en quechua. Aunque lo neguemos y nos polaricemos somos ese encuentro, más o menos conflictivo, entre el yo y el tú. Ese mestizaje. Esa misteriosa incertidumbre, que esconde dificultades a superar y tesoros a descubrir. Están sobre los puentes que atraviesan nuestra grieta mental y social. En la unión de los opuestos, como decía Heráclito.

* Psicólogo con orientación existencial y psicoanalítica relacional.