ESPECTACULOS
Juan Minujín

“Decido entregarme a la actuación”

El intérprete sigue creciendo en su presencia en la pantalla con el estreno en Netflix de La ira de Dios, un thriller de gran producción bajo el sello Hecho en Argentina. Habla sobre tu trabajo dirigiendo algunos episodios de El marginal y de la comedia que acaba de filmar junto a Luisana Lopilato y que dirige Sebastián De Caro.

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Apuesta. Su película es un drama intenso que apuesta al thriller tradicional y clásico. | gza. netflix

Una nueva película realizada en el país se podrá ver desde el 15 de este mes en la plataforma Netflix. Es La ira de Dios con las actuaciones de Juan Minujín, Diego Peretti, Macarena Achaga y Mónica Antonópulos, entre otros. Está basada en la novela La muerte lenta de Luciana B de Guillermo Martínez (2007). El guión y dirección son de Sebastián Schindel y fue filmada el año pasado, hisopados mediante. 

Juan Minujín interpreta al periodista Esteban Rey, quien es el encargado de investigar estos extraños sucesos ocurridos alrededor de Luciana. Muy lejos de El marginal o de comedias populares mainstream como Dos más dos, el actor aquí reflexiona sobre un mundo al que le es muy cercano: el audiovisual.

—¿Leíste la novela en la que se inspiró esta película?

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—Sí, no la había leído antes, pero la busqué a partir de tener el guión en mis manos. Siento que siempre es interesante trabajar a partir de las novelas. A mí me apasiona ver cómo hacen los guionistas con el material previamente escrito. Me pasó también cuando hice Zama de Lucrecia Martel, sobre la novela de Antonio Di Benedetto. Me resulta muy interesante trabajar sobre textos literarios.

—Al leerla se descubre que tu personaje - el periodista Esteban Rey- es el narrador de la historia. ¿Cómo lo creaste?

—Con el director Sebastián (Schindel) buscamos trabajar como a este personaje/periodista le podíamos dar relieve para que fuese mucho más que el que busca la verdad, para que tuviera un motor más oscuro, como es la envidia. Generalmente la envidia es una fuerza muy poderosa, ya que nos hace hacer cosas muy enormes, buscando saldar deudas que uno cree que son con otros. Esto es lo que le sucede a Rey con el otro personaje, el de Kloster (Diego Peretti) a quien lo ama, lo admira, pero lo desteta, quisiera destruirlo y que muera. Es en el camino, en el trayecto en que empieza a sentirse conmovido por la historia de Luciana. 

—¿Qué te decide aceptar un proyecto audiovisual?

—El guión en primer lugar, después tiene mucho que ver el director o directora, el elenco y la producción. Si todo es bueno pero si la historia no me interpela o no me interesa contar, sé que no lo podré remontar. Me ha pasado de tener un buen guión y encontrar fallas en los otros rubros, pero igualmente quedé conforme.

—¿Cómo fue filmar en tu propia ciudad, en lugares tan emblemáticos para los porteños como la librería El Ateneo/Gran Splendid o el microcentro?  

—Filmé varias películas en Buenos Aires, pero ésta fue en lugares muy icónicos para mí. La librería está cerca de la escuela donde van mis hijas. Me pasa un poco lo mismo con otra escena que hicimos en la avenida Belgrano, sitios por los que pasé muchas veces. Me gusta grabar en Buenos Aires, porque descubro cómo el director o directora de arte vuelven a mostrar la ciudad desde un lugar distinto. Consiguen siempre sorprenderme. Tenemos una ciudad que es muy poco uniforme. En este policial negro está enfocada hacia esos edificios y arquitecturas. Hace poco filmé otra película, El suplente de Diego Lerman (N.d.R. con Bárbara Lennie, Alfredo Castro, Rita Cortese y María Merlino) donde estuvimos en La Boca, Isla Maciel y en la villa 31. O sea, paisajes completamente distintos. Realmente Buenos Aires en pocas cuadras tiene una variedad enorme. Me gusta mucho filmar aquí. 

—En estos últimos años te convocaron para personajes cercanos a la violencia, sería imposible no asociarte con El marginal…

—Más o menos. Sí es cierto que El marginal fueron dos temporadas juntas. Pero después realicé esta película La ira de Dios que está atravesada por la violencia, aunque mi personaje no tiene ni ese lenguaje, ni esas herramientas. También hice la de Diego Lerman y ahí interpreto a un profesor que da clases en lugares que están con una tensión social fuerte, pero no particularmente violentos. Hace poco grabé una comedia romántica que se llamará Matrimillas de Sebastián de Caro (N.d.R: coprotagonizada junto a Luisana Lopilato). Pero sí reconozco que hay mucho material y producción te diría regional, no sólo argentina, sino también chilena, brasileña, colombiana y mexicana, que tiene que ver con estos temas. Me parece natural porque en los últimos años la tensión social y la inequidad en la región se han profundizado, a lo mejor en el mundo entero, pero aquí seguro.

—¿Cómo se comporta un actor, quien además es director? En tu caso filmaste Vaquero y algunos cortometrajes. ¿Sos más rebelde por conocer el detrás de cámara?

—Se lo tendrías que preguntar a los directores y directoras. (Se sonríe). Creo que al contrario. Justamente porque dirigí e incluso en El marginal 5 estuve a cargo de algunos capítulos, prefiero desligarme de los problemas infinitos que tiene un director, muchos más que un actor. Me entrego a la actuación. Es como comparar a quien dirige un orquesta, con quien sólo debe tocar el violín. Lo que sí me pasa, creo que a favor, es que veo la película entera, como una narración y también desde la producción, buscando aprovechar los recursos. Siempre tengo en cuenta a los equipos y la armonía entre ellos.

—¿Pudiste palpar la popularidad de Netflix fuera de la Argentina?

—A principio de año estuve filmando - también para Netflix- en Barcelona. Y me sorprendió mucho la cantidad de gente que había visto El marginal…esto era muy difícil hace cinco años. Ahora me paraban tanto españoles como latinoamericanos. Una de las ventajas que veo es que las producciones nuestras rebotan en toda la región de habla hispana. Cuando visité a mi padre que vive en los Estados Unidos descubrí que también habían visto estos programas. No sólo hay un público hispano, también lugares más remotos como Asia y desde allí me escriben en mi red social.

—Estudiaste un año en Londres: ¿no te tentó quedarte?

—Mi plan nunca fue quedarme a vivir allí. Estudié un tiempo largo, pero quería seguir desarrollándome en Argentina. Siempre viajé mucho. Me crie en el exilio, desde 1976 hasta 1983 viví en México, por lo cual también siento que tengo raíces allí. Mi padre vive hace más de treinta años fuera del país. Mi madre además de México, también estuvo en Brasil y Europa. Estoy establecido aquí, mis hijas van al colegio en este país. Pero me gusta poder viajar y ver a la Argentina con cierta perspectiva desde afuera y por suerte puedo hacerlo. 

—¿Qué ficciones elegís ver?

—Miro muchas películas, ahora no tantas series. Por lo general sigo a un actor o director y busco ver todos sus trabajos. Aunque por curiosidad veo siempre algún capítulo de las series, pero las películas me dan más paz. 

—¿Los argentinos tenemos un lenguaje o estilo propio en el mundo audiovisual?

—Creo que sí aunque me costaría mucho definirlo. Tenemos una tradición de cine muy importante, pienso en Torres Ríos, Torre Nilsson o Favio, si vamos más para atrás tenemos autores y directores que nos han marcado. También se da en el teatro. Siento que en nuestra región somos reconocidos. Cuando veo cine chileno, uruguayo o mexicano sé a qué me refiero, aunque adentro hay muchísima variedad. Nosotros tenemos grandes creadores y creadoras.

 

Desde la danza al teatro 

Para los argentinos el Instituto Di Tella fue un centro de investigación y experimentación cultural clave en los años sesenta, teniendo algunos artistas muy reconocidos y una de ellas fue Marta Minujín. Dice hoy Juan: “Marta es la prima de mi papá y siempre tuve vínculo con ella. En mi familia era la única artista. Tuvimos un psicólogo muy conocido en los Estados Unidos, pero que ya falleció.”.

En el año 2000 fue invitado por el grupo “El descueve” a integrar los espectáculos Hermosura y Patito feo, junto a Carlos Casella, Ana Frenkel, Mayra Bonard, María Ucedo y Gabriela Barberio. Reconoce: “Hace muchos años que no bailo, aunque sigo entrenando, pero lo que hice en estos últimos tiempos en el teatro no se relaciona con ´El descueve´. Desde muy chico siempre me gustó la danza y tuve la gran fortuna de dar con ellos. A nivel personal me sigo sintiendo como un hermano y me formé allí”.

Su último trabajo en el teatro fue en la primera versión de La verdad con dirección de Ciro Zorzoli, pero también formó parte de los elencos de Todos felices/Jardín/Comedor y Living con dirección de Oscar Martínez. La popularidad le llegó con la televisión y no son casuales sus dos premios Martín Fierro como mejor actor de ficción diaria por: Viudas e hijos del rock and roll (2015) y Cien días para enamorarse (2019)

Afirma:  “En principio me imagino dirigiendo algún proyecto audiovisual. El teatro me gusta como actor o creador de materiales en creaciones colectivas. Este 2022 y por ahora tampoco tengo proyectos teatrales, sí audiovisuales”. Entre sus profesores figuran Cristina Banegas, Alberto Ure, Pompeyo Audivert y Guillermo Angelelli. Cuando se le pide que defina la actuación nacional asegura: “Cada idiosincrasia tiene su color. Aquí tenemos actores y actrices muy talentosos. Siempre nos subrayan afuera la fluidez y naturalidad que tenemos. Lo digo por los comentarios que escucho en el exterior. Igualmente siento que en todos los países hay muy buenos intérpretes”.