Hace seis años estrenaba mi ópera prima Verdades verdaderas, la vida de Estela, biopic sobre Estela de Carlotto. La película, que fue bien recibida en festivales y en salas argentinas, logró llegar a cientos de miles de personas en el año 2014, cuando Estela encontró a Guido Montoya Carlotto: nieto 114 recuperado por la institución Abuelas de Plaza de Mayo, que hace algunos días recuperó la identidad de la nieta 126.
En estos años que me llevó poder concretar un nuevo proyecto cinematográfico, tuve la dificultad de encontrar y generar uno que me llenara con la misma satisfacción que me produjo filmar la película de Estela. Algo extremadamente complejo. No sólo porque mi primera película trataba sobre un tema tan difícil y terminaba cumpliendo una función, sino también porque cualquier historia puede quedar “chica” en comparación con la vida de alguien que marcó un antes y un después en nuestro país.
Así fue que hace tres años me reencontré con un libro de Claudia Piñeiro, Las grietas de Jara. En ese texto me topé con un nuevo abanico de temas de los que me interesa hablar (la sociedad, las desigualdades, la crisis de los cuarenta), pero lo que más me llamó la atención es cómo sus personajes frente a determinado suceso pueden llegar al límite. Eso es lo que le pasa a Pablo Simó, protagonista de la novela, quien por un hecho puntual se replantea su vida y se encuentra con quién es y con quién quiere ser. Una persona que en definitiva rearma su identidad. Es en parte la historia de un hombre gris y las herramientas que encuentra para sobrevivir en esta sociedad. Cuando con el coguionista, Emiliano Torres (director de una de las mejores películas de 2016, El invierno), empezamos a trabajar en la adaptación de la novela, nos dimos cuenta de que era una tarea compleja: teníamos que rescatar lo que nos interesaba contar de una gran obra, y armar una nueva, siendo fiel al texto pero que a su vez pudiéramos crear una obra cinematográfica que desde otra mirada cuente la misma historia. Ese había sido mi compromiso para con la autora de la novela y ese fue el resultado.
Con guión en mano, y la producción arrancando (una producción mucho más comercial que mi primera película), se me presentó el gran desafío de dirigir a un tándem actoral increíble. Actores premiados en el mundo entero como Oscar Martínez y Joaquín Furriel (que se viene posicionado como uno de los mejores actores de su generación), que tomaban un riesgo al formar parte de un proyecto tan ambicioso. Sumado a, luego de algunos años, la vuelta al cine argentino de Soledad Villamil. Asimismo, la primera interpretación de Santiago Segura en un papel dramático; la oportunidad de volver a dirigir a Laura Novoa, y de conocer a Zoe Hochbaum y Sara Sálamo, dos grandes actrices que van a dar de que hablar. Actores que uno admira, y que de un momento al otro están a disposición para lograr la mejor interpretación en función de la historia que uno quiere contar. Sumado al gran desafío que tenía, en hacer ahora un thriller psicológico, mezclando así el cine de género y el cine de autor.
Luego de un inmenso trabajo de meses, incluyendo preproducción, producción y posproducción, con más de 300 personas entre actores, cabezas de equipo y técnicos, llegamos a hacer una gran película, y de la única manera que concibo haciéndolo: en equipo. Toda película es el resultado de la unión de diversos elementos que se plasman en la obra y del trabajo de todas las personas que participan en ella.
En el último año, los números que reflejan la realidad del cine argentino son muy desalentadores: cada vez se hacen menos películas, y cada vez menos personas se acercan al cine a ver realizaciones nacionales. Sólo dos de ellas pudieron superar el millón de espectadores, aun contando con grandes producciones, muchas de ellas multipremiadas en el exterior. Esta realidad no se puede distanciar del contexto económico del país y de las nuevas políticas del Incaa, que no están funcionando para lograr acercar a los espectadores a las salas.
A días del estreno, me resulta inevitable pensar en lo privilegiado que soy de poder filmar en un momento en donde la crisis del cine se hace sentir cada vez más fuerte.
*Director de cine. Guionista.
Realizador de tres cortos: Identidad perdida, Fragmentos (sobre Malvinas) y La última carta.