Este hombre de baja estatura –mide 1,70 m– se formó por una vía atípica: para aprender a ser autor de cine y televisión se dedicó –mientras cursaba la secundaria– a escribir guiones por su cuenta, tomando como modelo una copia del guión de Gente como uno. Copiaba, así, el orden de las columnas y la forma en que debían presentarse los diálogos. La prueba de que tanto esfuerzo valió la pena la obtuvo en 1992, cuando vendió su tercer guión profesional –Eternamente joven, protagonizada por Mel Gibson– por dos millones de dólares. Dos años más tarde, escribió Armagedón –protagonizada por Bruce Willis–, y se repetía un esquema: ganaba millones por lo que escribía y las mayores estrellas de Hollywood decían sus palabras.
Agrandar la pantalla chica. Sin embargo, el espaldarazo de Abrams se iba a dar en televisión. En 1998 crea la serie Felicity. Tres años más tarde, inventa una serie que iba a identificarlo con el éxito: Alias, protagonizada por una entonces desconocida Jennifer Garner, reformuló las historias de espías. Empezaba, entonces, la admiración de sus colegas: Quentin Tarantino, fascinado con la serie, le rogó participar como actor, cosa que hizo personificando a un villano en uno de los episodios.
Por entonces, en la Disney llegaba un proyecto televisivo: hacer una serie sobre náufragos en una isla desierta. La idea original era hacer algo como la película protagonizada por Tom Hanks, pero en formato televisivo. Los ejecutivos citan a Abrams, y una de las primeras cosas que exclama en la reunión es: “El protagonista de la serie no tienen que ser los náufragos, sino la isla. Los misterios que hay en esa isla”.
Nacía, entonces, Lost.