Netflix acaba de anunciar la producción de un tándem de grandes films originales argentinos. La noticia implica una movida que la compañía de la N no había realizado hasta este momento. Francisco “Paco” Ramos, el vicepresidente de contenido para Latinoamérica, habló con PERFIL y explicó el porqué de todo lo que se viene (donde se incluyen nombres como Sebastián de Caro, Anahí Berneri, y otros grandes nombres locales): “Me parece que desde que empezamos en todos los países, pero especialmente en Argentina, a dar un paso para producir y programar contenido local muy rápidamente nos dimos cuenta que nuestros miembros reaccionaron muy bien con el contenido con el que se veían reflejados”. Y suma: “Lo que se ha demostrado a través del streaming es que ese reflejo genera una inmediata adecuación emocional e intelectual respecto de lo que te cuentan, y eso nos lleva a ir por más. En Argentina entendimos que el mix es importante, que los documentales, además de ser tradición, gustan mucho (sobre todo si hablan de su país)”. ¿Hay diferencia en el público argentino a la hora de sus consumos? Ramos: “Nuestros miembros ven mucho cine, al igual que ven muchas series. Nuestros compromisos con las industrias creativas locales también pasan por hacer películas. Hay muchas personas que siguen eligiendo el cine, y descubriremos que no hay tal división en el público en cine y en TV”.
—¿Cuál es el criterio a la hora de dar luz verde a una producción original argentina en Netflix, sobre todo considerando que es un país con una historia muy fuerte y siempre presente a la hora del noveno arte?
—Creo que obedece a varias cosas que tenemos en cuenta simultáneamente. Por un lado la búsqueda de la diversidad, y es una búsqueda de diversidad a la hora de los géneros, de los puntos de vista, en historia. Eso nos lleva a pensar que por un lado nos interesa tras directores consolidados, con carreras importantes, que sabemos que tienen mucho que contar y que lo cuentan eficazmente. Nombres que tienen una mirada y un punto de vista potentes y nos garantiza que van a despertar el interés de nuestra comunidad, principalmente en Argentina, pero, claro, también afuera del país (como ocurre en muchos casos). Esta diversidad nos obliga también a tener otro tipo de historia, otro tipo de directores, que vienen de un mundo más independiente, y poder abrirles la puerta a que puedan hacer algo más grande y ambicioso, de más impacto. Es una mezcla de miradas y de mezcla de nuevas voces. Siempre comenzamos con esa fórmula, y ya después vamos a indagar en caminos más específicos y complejos.
—Esta primera camada parecería ir más por nombres establecidos que por nuevos directores…
—Por supuesto… también es muy importante para nosotros licenciarle las películas a los diferentes autores. Y así abrir las puertas a que entiendan que queremos trabajar con ellos, y que la fórmula que ellos quieran llevar a cabo con su película está abierta. Nosotros somos sus compañeros de viaje. A veces están abiertas las licencias, a veces son producciones originales. Podemos tener una película como Cómo salvar al mundo, de Ariel Winograd, que acaba de estrenarse: no estamos encasillados.
—Para entender cómo es el plan ¿son producciones que tendrán estrenos en sala, idealmente a nivel global, o Netflix tiene los derechos en todos el mundo y se estrena por la plataforma en todo el planeta?
— Hacemos un poco de todo: hacemos licencia de película donde solo adquirimos los derechos de televisión paga, como te decía con Hoy se arregla el mundo, están las películas que se estrenan directamente en nuestra plataforma y hay otras que son originales, y que le damos un corta ventana de estreno, como sucedió con El poder del perro, La mano de Dios o con la película de Pedro Almódovar, que fue original, pero que también estuvo dos semanas en salas comerciales en Argentina.
—Están generando nuevas adquisiciones de clásicos argentinos, generando producciones más recientes, de los últimos 20 años, ¿cómo es ese plan en el largo y sí quizás implica la restauración de films de otras eras?
—Hay varios temas que confluyen para poder traer películas del catálogo del cine argentino. Por una lado la disponibilidad, ya que muchísimas de estas películas fueron financiadas o producidas por otros agentes, por lo que es complejo que nos las vendan. Por otro lado confluye el factor sobre que los materiales estén preparados para las emisiones con la calidad de visión que requerimos en Netflix. En muchos casos, es nuestro impulso el que permite actualizar y remasterizar sus series o sus películas, tal se dio con Okupas. Y eso lo veremos muy pronto con la versión remasterizada de Tiempo de valientes de Damián Szifrón.
—¿Qué se puede saber de ese futuro más allá de lo anunciado ahora?
—Creo que tenemos que encontrar una forma de equilibrar la calidad con la cantidad. Que uno no desborde a lo otro. Eso en un país como Argentina, donde hay una calidad enorme y un talento igual de grande técnicos, además de locaciones y de una competitividad importante. Yo estoy contento con el equilibrio que hemos logrado: tenemos documentales, contenidos licenciados, producción originales. Tenemos un poco de todo. 2022 va a ser un año, que dentro de 10 meses, va a generar un retrato muy diferente. Vamos aprendiendo y recapacitamos rápido para poder ir en una dirección o en otra.
—¿Cómo se conjuga aquello que queres que exista, que se produzca, y la idea de conseguir lo mejor para la plataforma?
—Lo importante, a la hora de Netflix, es que la decisión de lo que hacemos y no hacemos es parte de un equipo muy amplio. Si una sola persona decide, todo se parece entre sí. Confíamos mucho en esa fórmula y en ese equipo. Hay que encontrar el equilibrio entre el riesgo y lo clásico. Los productores ya consolidados ayudan muchísimo a encontrar nueva voces. No solo resuelven el corto plazo, si no que siembran en el largo plazo. Por eso uno quiere trabajar con productores grandes como KyS o Haddock, que es una productora guerrera y con mucha huella. Es parte de nuestro compromiso con que sea mejor: poder lograr imágenes que antes no se podían hacer. Muchas veces pasa por brindarle más medios de producción. En ciertos géneros es cierto que los medios de producción permiten determinadas imágenes. El mercado requiere que todos tiremos del carro, y que en América Latina se puedan hacer producciones de alto nivel que compitan a nivel mundial.
La animación y el corazón
—La producción original de animación es en América Latina, y en Argentina, es una industria bastante fuerte ¿qué puede anunciarse en ese aspecto?
—Sí, la animación es muy importante para nosotros y hacemos tanto series y películas licenciadas como originales. Los plazos de preproducción, producción y postproducción en la animación son muy extensos. Eso tiene su connotación en el calendario. Somos conscientes que la animación es un arte tan complejo, tan específico, que requiere tiempo, y la comunión de los mejores talentos viene desde una estructura mundial, de un equipo experto, y especializado en animación.
—¿Cuáles son tus recuerdos más cercanos, a nivel personal, del cine argentino?
—Antes de trabajar en Netflix era productor, y tengo relación con el cine argentino, ya que produje varias películas allí. La primera que produje fue Kamchatka, hace 20 años, y ahí empezó mi vínculo con el cine argentino. Me gusta muchísimo el cine argentino previo a mi etapa de productor. Me gusta muchísimo La historia oficial. Me gustan muchísimo todas las películas de Adolfo Aristarain, y hay un vínculo con él. Tiempo de revancha me parece fascinante. Todos sus policiales, y su cine, me parecen muy buenos. La dupla de Federico Luppi y Aristarin me parece increíble. En la premiere en España de Plata quemada, a la que fui porque era amigo de Eduardo Noriega, conocí a Marcelo Piñeyro y le ofrecí producirle una película. Me dijo que no le interesaba la que yo le ofrecía, y me mostró la idea de Kamchatka. Ahí comenzó mi camino como productor. Hicimos cuatro películas con Marcelo. Cuando yo entré a Netflix hicimos El reino juntos.