Cómo pensar, cómo imaginar el futuro de nuestra Argentina? Lo primero que nos atraviesa es un inquietante interrogante. Oscilamos entre anhelos y reflexiones, y muchas veces, los límites entre ambos son imprecisos.
Un dato, señalado hace unos meses por el Observatorio de la Deuda Social de la UCA nos impacta dolorosamente, pero no nos extraña: el 20% de la población argentina sufre depresión. A ello podemos agregar la dimensión que tienen ciertas “patologías” de época, como las adicciones, los ataques de pánico, los trastornos de la alimentación, el estrés postraumático.
Estas problemáticas que afectan la subjetividad en su dimensión singular y colectiva están profundamente ligadas a las condiciones materiales y sociales de existencia.
Hay un denominador común de angustias, incertidumbres, sentimientos de indefensión. La zozobra es sostenida y se genera una falta de perspectivas de futuro. El desanclaje subjetivo es de tal profundidad que afecta la pertenencia social y las identidades.
Si bien hay problemas de larga data, las políticas implementadas por el gobierno de Macri han producido un cambio sustancial en cuanto al deterioro de las condiciones concretas de vida y a la vigencia de los derechos básicos.
El Estado no ofrece alojamiento, reconocimiento ni apoyatura que garanticen un adecuado funcionamiento psicosocial. Esta es la base de la gigantesca deuda interna que es imprescindible saldar en el futuro inmediato.
Un acontecimiento notable de los últimos años fue la eclosión del movimiento feminista y de género, que cuestionó las bases materiales y sociales de la doble explotación de la mujer y el patriarcado, y puso en la agenda política y social la temática de género en todas sus implicancias.
Los cuerpos congregados de jóvenes en la escena social, visibilizaron la problemática y conmovieron de tal modo a la sociedad y a sus protagonistas, que la apatía, el sinsentido, se transformó en fuerza colectiva, acompañada de un sentimiento de júbilo emancipatorio.
En un plano diferente, en el ámbito electoral, con las PASO, también se produjo un hecho imprevisto para todos: una diferencia abismal en el número de votos de los candidatos.
Una lectura posible es que no se trató solo de un voto castigo. También se expresó una voluntad de cambio ampliamente mayoritaria. Como un huracán, se manifestó la exigencia de salir del desastre económico y social producido por el gobierno actual e imprimir un nuevo rumbo para la Argentina.
En el voto de las PASO hay historia y memoria colectiva concentrada, memoria de padecimientos profundos y de prácticas sociales en las calles, que visibilizan dramas colectivos y demandan soluciones. Ese proceso subterráneo encontró ocasión de expresarse a través del instrumento electoral.
Esta vez hay entusiasmo y vale la pena leer el entusiasmo en clave de voluntad de cambio. No hay certezas. Como en toda crisis, hay posibilidades de transformación, que generan esperanza, pero eso no está escrito anticipadamente. Todo está por construirse. Evidentemente las condiciones son y serán difíciles por la devastación padecida. Pero lo fundamental es la direccionalidad que imprima el nuevo gobierno, que todo indica será del Frente para Todxs.
Para construir futuro hay que producir los cambios necesarios para resolver los grandes problemas sociales que afectan la vida de nuestro pueblo, y garantizar un camino independiente y soberano para la Argentina.
La composición del Frente que seguramente gobernará es heterogénea. Será un desafío que quienes nos gobiernen escuchen las voces del conjunto y muy especialmente las de los movimientos populares que, potentes protagonistas en la escena pública, ejercen el derecho de defender sus derechos. Con esa condición es posible transitar un camino que haga posible la Argentina que nuestro pueblo se merece.
* Médica psiquiatra-psicoanalista. Coordinadora del Equipo Argentino de Trabajo e Investigación Psicosocial (Eatip).