Pese a que decenas de manifestantes protagonizaron el jueves escamaruzas con la policía, el gobierno de Brasil cree que la Copa de Fútbol será la oportunidad ideal para lograr el sexto campeonato del mundo y, también, para relanzar a nivel internacional la imagen de la sexta economía del globo. Con ese objetivo, Dilma Rousseff será la anfitriona de al menos veinte jefes de Estado, que asistirán a partidos de sus seleccionados. Así, mantendrá cumbres bilaterales con Vladimir Putin, Joseph Biden y Angela Merkel, entre otros.
El Ejecutivo brasileño considera que la máxima cita deportiva es el momento ideal para afianzar la política exterior de su país. Por eso, la primera mandataria recibió en el Palacio del Planalto, horas antes del puntapié inicial, a su par chilena, Michelle Bachelet. Tras una reunión en la que repasaron la agenda de integración entre ambos países, viajaron a San Pablo para participar de la ceremonia inaugural. Allí, saludaron a otros once líderes extranjeros, entre ellos el primer ministro de Croacia, Zoran Milanovic, y los presidentes de Bolivia, Evo Morales; de Ecuador, Rafael Correa; de Paraguay, Horacio Cartes, y de Surinam, Desiré Bouterse.
Por su parte, Merkel llegará mañana a Brasil, donde será recibida por Rousseff con todos los honores. La sucesora de Luiz Inácio Lula da Silva buscará consolidar los lazos comerciales con el motor económico de la Unión Europea (UE), al tiempo que dialogarán sobre las negociaciones que matienen Bruselas y el Mercosur. El lunes será el turno del vicepresidente norteamericano, Biden, que irá a Natal para asistir al partido de su seleccionado y, un día después, se reunirá con Dilma en el Planalto. Esa misma fecha, también arribará José Eduardo dos Santos, presidente de Angola, país con el que Brasil tiene un intercambio comercial de casi 2 mil millones de dólares anuales.
“La política exterior durante la Copa será importante, porque habrá un gran número de visitas, en un momento en que en la agenda internacional brasileña hay muchos temas relevantes pendientes”, opinó esta semana David Fleischer, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Brasilia.
Sin embargo, no todos concuerdan con las oportunidades que el Mundial le ofrece a la presidenta. Según Clevis Rossi, analista político del diario Folha de Sao Paulo, Dilma tiene más para perder que para ganar. “Ahora, no hay nada más que hacer. Lo que había que hacer era antes del inicio de la Copa, en términos de construir a tiempo las canchas y mejorar las redes de transporte”, le confió a PERFIL.
Aunque la presidenta fue duramente insultada el jueves, la diplomacia brasileña tiene un as escondido bajo la manga. El 13 de julio, cuando se disputará la final en el mítico Maracaná, los flashes de los fotógrafos retratarán a Roussef y Putin en el palco oficial. El ex jefe de la KGB llegará para la cumbre de los BRICS, que se celebrará dos días después en Fortaleza y contará con la presencia de la Argentina. También podría ser parte de esa imagen el presidente chino, Xi Jinping. El dirigente asiático fue invitado al último partido de “la Copa de todas las Copas” y tiene programada una gira por América Latina, que incluirá Buenos Aires.
Aunque nadie sabe si podrá conquistar la Copa –y menos si la organización se sobrepondrá a las críticas y será un éxito–, Dilma, una tecnócrata poco apasionada por el fútbol, quiere capitalizar políticamente la competencia. Sabe que la pelota, que cautiva a millones de personas en todo el mundo, provocará la peregrinación a Brasil de los más poderosos líderes políticos. Y está decidida a aprovecharlo.