El juez federal y docente de la Facultad de Derecho en la UBA Daniel Rafecas dialogó con Jorge Fontevecchia para Modo Fontevecchia, por Radio Perfil (FM 101.9), y presentó su libro Historia de la Solución Final, donde repasó el Holocausto y lo comparó con lo sucedido en la última dictadura militar.
De aquel desastre que fue la Alemania de Hitler, ¿qué resuena hoy en Argentina y el mundo para que no se repita?
Hace veinte años que doy clases en la Facultad de Derecho sobre el Holocausto, y me interesó mucho la catástrofe que sufrió el pueblo judío en Europa, en el marco de la Segunda Guerra Mundial. Sentí un impulso por hacer algún aporte en materia de memoria, y así surgió la idea de hacer el libro, que es una obra histórica. Pertenezco al mundo del Derecho, pero me transformé en un historiador y llevé adelante una cronología sobre cómo pudo haber sido posible Auschwitz. La idea es que llegue a todas las personas de bien, que estén interesadas en que esto no se repita. Tiene mucho de actualidad la pregunta por la salvaje invasión rusa a Ucrania, que nos retrotrae al siglo XIX. Es más, pareciera que se olvida la catástrofe de la Segunda Guerra Mundial y, en especial, el Holocausto. Es decir, el aspecto de deshumanizar y cosificar a los pueblos, como en este caso le pasa al ucraniano, y refleja los procesos de crímenes masivos que tuvimos, especialmente, por parte de los nazis. Casualmente, el régimen ruso utiliza la propaganda como el nazismo para demonizar a su enemigo. Lejos de servir como una herramienta para la paz y no repetir, se la usa para agredir y atacar a civiles. Me siento muy frustrado y decepcionado con lo que está sucediendo, pero hay que seguir insistiendo para formar a las nuevas generaciones en valores democráticos y en reconocer la paz.
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Cuando estuviste en Auschwitz, ¿sentiste algo similar a cuando recorrías los campos de concentración de la dictadura?
Por supuesto. Si uno es, mínimo, conocedor de estos episodios, es decir, lo que fue el terrorismo de Estado, y es un conocedor del Holocausto, es inevitable que en ambos espacios se te estruje el corazón. Da sensación de vacío y despersonalización. Es un punto muy fuerte de vinculación entre ese fenómeno y lo nuestro.
El hecho de que te haya tocado juzgar parte de los juicos que se hicieron a la dictadura ¿te sirvió e inspiró para el análisis?
Sí, después de 18 años trabajando en casos de lesa humanidad, crímenes de tortura y desapariciones en la Argentina, viendo a fondo las estructuras y las decisiones que tomó la dictadura, advertí que el 24 de marzo de 1976, Videla, Massera y Agosti tomaron la idea nazi de la Solución Final y ordenaron el exterminio físico. Esto implica que, previamente, se ensayaron distintas estrategias para lidiar desde el poder con la izquierda y el peronismo. Por eso se establecieron leyes y tribunales especiales o la pena de muerte. Ninguna de esas estrategias funcionó y, por eso, se puso en marcha el exterminio físico de todos los militantes y gente que apoyaba a esas organizaciones.
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¿Qué reflexión se puede hacer sobre la "banalidad del mal"?
Es un concepto muy interesante y pertinente. Lo que quiere decirse con esa frase es que (los Aliados) esperaban encontrarse con un teutón de dos metros, musculoso, que sacaba espuma por la boca y tenía la cola del diablo: la personificación del mal, habitual en ese momento. Y cuando apareció Adolf Eichmann se encontraron con un burócrata, pálido, que hablaba con estereotipos y clichés. Los genocidios modernos no son más a sangre y fuego, se trata de matanzas administrativas. Se aplican las burocracias del Estado moderno y eso convierte a las matanzas en algo banal, porque hay una enorme distancia entre los lugares de ejecución y los espacios donde se están tomando las decisiones criminales, que banalizan al producto porque nadie lo ve. Es como si fuese un montaje.
JL PAR