OPINIóN
Mayor rendimiento

Ecosistemas colaborativos: la clave es agregar valor

Es crucial invertir las horas de trabajo en donde uno puede agregar el mayor valor posible y donde el ecosistema en que se trabaja lo reconozca.

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Teletrabajo. Cambia de forma radical la organización de la producción. | shutterstock

Las relaciones formales del tipo empleador-colaborador, agencia-cliente, socio-asociado, que se definen por el vínculo, dan lugar a la generación de ecosistemas colaborativos que ponen todo el foco en el valor agregado por cada participante.  

Erich Joachimsthaler (CEO Vivaldi Group) en su reciente libro habla de “campos de interacción” y esboza la idea de la creación de valor compartido a través de propósitos comunes y una red de participantes que se expanden desde el núcleo (la empresa) hacia distintos anillos concéntricos de pares, proveedores, clientes y socios que interactúan mutuamente. Li Jin en su artículo Unbundling Work from Employment establece que la noción de “hombre de la organización” (White, 1956) que describe la sumisión de las capacidades individuales al servicio de largas corporaciones está dando paso al surgimiento de agentes libres, creadores, free-lance y trabajadores independientes que utilizan los entornos de plataformas digitales para de agregar valor y conocimiento a proyectos en la ausencia de un marco formal de empleados-empleado, haciendo eso una forma de trabajo y de vida.

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El tema no es nuevo, pero la aceleración de esta transición es notable. Las grandes organizaciones formales requieren de procesos, estructuras, y áreas de soporte al negocio propiamente dicho disipando el valor agregado en pos de la necesidad de procesos y control. Existen muchísimos gerentes, directores y presidentes de grandes compañías que están presos de sus agendas y de las estructuras organizacionales, sintiendo la asfixia de no poder agregar en todo su potencial el valor que les da su conocimiento y experiencias.

En el otro extremo, la concepción puramente entrepreneur y solitaria implica tener que lidiar con un sin número de desafíos fuera del terreno propio: la lista de desencantados de las corporaciones que se han encontrado luego desbordados por tener que ocuparse de todos los aspectos operativos de un negocio personal hasta tener que darse por vencidos es igualmente larga. Es que sin red de contención, sin oportunidad de delegar y sin tiempo para pensar es imposible potenciar el valor.

Cazadores de talento en tiempos de pandemia

Es en el centro de estas tensiones opuestas que el concepto de ecosistema se eleva fuerte, y trasciende las definiciones conceptuales para ser práctica cada vez más habitual. Por disposición generacional los trabajadores más jóvenes buscan maximizar su libertad de horarios y espacios y aprovechar al máximo los recursos tecnológicos disponibles para poder armar su propio modelo de trabajo. Grandes multinacionales suelen ponerlo en juego en forma limitada, para proyectos específicos, donde se permiten desdibujar lo límites organizacionales y generar equipos de trabajo que conjugan talento interno y externo para el logro de objetivos concretos. En estos casos, desde el punto de vista del contenido del trabajo estamos ante un ecosistema colaborativo aunque desde el punto de vista del marco estamos ante un acuerdo de forma de trabajo que no deja de enmarcarse en un contrato de contraprestaciones y pagos, de clientes y proveedores o de empleadores o empleados.

El desafío está en poder hacer el cambio hacia este nuevo modelo liberando todas las limitaciones que supone enmarcarlo como sólo una práctica dentro de un esquema tradicional. La clave es centrarse en el contenido y el fin de trabajo (qué queremos lograr y para qué) y desde ahí definir quienes deben estar involucrados y en qué roles. Cada uno (persona, empresa) debe participar de la forma que maximice el valor agregado, permitiendo amalgamar las mejores experiencias y prácticas personales minimizando las tareas que son sólo secundarias y de proceso (reuniones innecesarias, procesos no orientados al resultado final, etc.).

La pandemia y los equipos de trabajo

Mi caso personal da cuenta de un camino posible. Tras 20 años de trabajo corporativo y en relación de dependencia hace algo más de un año decidí hacer un cambio, pero no quise volver a intentar por el lado del proyecto propio, esos intentos ya los agoté con resultados diversos aunque siempre con aprendizajes. Me propuse buscar un marco de trabajo que me diera la posibilidad de construir desde mis habilidades, capacidades y experiencias y, a su vez, mucha independencia en el manejo de la agenda (que no implica trabajar menos, sino mejor). La clave es invertir las horas de trabajo en donde uno puede agregar el mayor valor posible y donde el ecosistema en que se trabaja reconozca ese valor.

Desarrollar hoy un proyecto no requiere de una única organización que integre las capacidades necesarias para lograrlo. Aún si se lograra unir todos esos talentos y experiencias bajo una sola organización formal, difícilmente se pueda tener el mismo nivel de excelencia en cada uno de los aspectos. Con el soporte tecnológico adecuado y la clara orientación a fines (resultados) en el marco de ciertos acuerdos mínimos y básicos, un ecosistema de personas y estructuras flexibles interactuando desde sus capacidades individuales tendrá muchas más chances de generar mayor valor y hacerlo de la forma más eficiente.

 

Andrés Guaragna. Licenciado en Administración de Empresas. Director de ADBlick Business Consulting. Linkedin.