OPINIóN
El rearme chino

Aviones sobre la isla para asegurar el frente interno

26-10-2020-Logo Perfil
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Estos últimos días la prensa internacional ha subrayado que un número récord de aviones militares chinos entraron en lo que se denomina la “Zona de Identificación de Defensa Aérea” (ADIZ) de Taiwán, en lo que se considera la mayor intrusión aérea desde que Taiwán comenzó a publicar cifras en septiembre de 2020. La experta de Crisis Group, Amanda Hsiao, dice que con esta demostración significativa de fuerza Beijing busca asegurar a su frente interno que tiene la situación en el Estrecho bajo control, en respuesta a lo que se considera un esfuerzo concertado de los Estados Unidos y otros gobiernos para fortalecer la independencia de facto de Taiwán.

Este episodio se enmarca en el contexto de la rivalidad estratégica entre una potencia en ascenso y una declive que luchan por la primacía del poder mundial. Muchas de las democracias occidentales consideran que China representa un desafío de seguridad tanto para esas democracias como para el orden mundial, lo que podría redefinir el orden internacional hegemónico establecido desde el final de la Guerra Fría.

Sin embargo, a mi juicio, un elemento clave que diferencia el comportamiento de China con la ex Unión Soviética es que Beijing no busca extender la revolución o subvertir otros sistemas políticos. Por ejemplo en África y América Latina, su presencia es esencialmente económico-comercial y sus instrumentos son básicamente financieros como su Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) y el Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura (AIIB) o acuerdos comerciales como la Asociación Económica Integral Regional (RCEP) o el anunciado acuerdo de libre comercio con Uruguay, entre otros.

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China está llevando adelante un programa de construcción naval, que, entre 2014 y 2018, lanzó más buques a navegar que el número total de buques de las armadas alemana, india, española y británica combinadas y apuesta a controlar las vías marítimas cruciales frente a la costa de China. Sin embargo, su presencia militar, más allá del Mar del Sur de China es pequeña (solo tiene una base naval en Djibouti), mientras que Estados Unidos posee docenas de bases muy grandes en el extranjero (sur de Corea y Guam y en Okinawa y Yokosuka en Japón).

China es ahora el segundo país que más recursos invierte en gastos militares, después de los Estados Unidos, y ha demostrado que tiene la capacidad técnica para desarrollar las industrias de alta tecnología, en particular en materia de inteligencia artificial, ciberespionaje y en el espacio ultraterrestre, desarrollos que a menudo están relacionados con fines militares y que determinarán la distribución futura de la economía y el poder militar. Sin embargo, sus fuerzas armadas continúan rezagadas en lo que respecta a la tecnología militar nuclear, ya que Beijing solo tiene entre 270 y 350 ojivas nucleares, un poco más que las fuerzas armadas francesas. De acuerdo al último informe de Sipri el gasto militar de China en 2020 representó sólo una tercera parte del de los Estados Unidos.

El reciente anuncio de la conformación de una alianza entre Australia, Estados Unidos y el Reino Unido (Aukus), la reactivación del Quad y otras medidas de países occidentales fueron inmediatamente interpretadas como una herramienta para contrarrestar la influencia de China en el Indo-Pacífico y para resistir el crecimiento de sus capacidades militares y nucleares.

Hasta ahora, las declaraciones y las acciones de China en el escenario mundial han proporcionado indicadores mixtos con respecto al futuro de las relaciones internacionales y el orden mundial global. Sin embargo, creo que China buscará establecer algún tipo de orden asociativo al orden liberal vigente, conformado por un orden económico abierto, un orden político relativamente más igualitario y un enfoque cooperativo en materia de seguridad. No creo que la “trampa de Tucídides” se convierta en una realidad. O al menos eso es lo que deseo.

*Profesor de Teoría y Práctica Diplomática y Consular (UB).