OPINIóN
Elecciones 2023

Incertidumbre política sobre el futuro económico

No hay un “programa” concreto, pero el presente no satisface. Hay crisis de la política y de la representación. El sector empresario teje lazos en ambos lados de la “grieta” y teme por la incertidumbre de las formulaciones del libertario ganador de las PASO. Lo que viene ya vino: ajuste.

Milei
Javier Milei, candidato a presidente de La Libertad Avanza | Noticias Argentinas

Un 30% del electorado sugiere que estamos al final de un tiempo político, a lo que podría sumarse otro porcentaje similar expresado por las abstenciones, incluso agigantado por votos nulos o impugnados. Los primeros parecen “esperanzados” en una propuesta simplista, categórica, que asume una crítica a la lógica, no solo de los últimos 20 años, sino a la transcurrida por un siglo. Los segundos descreen de lo que existe y se ofrece con perspectiva, con diferente nivel de desencanto. 

Puede decirse que dos tercios de la población parece desencantada con el presente y quisieran transformaciones profundas que satisfagan necesidades que la realidad no resuelve desde hace mucho tiempo y que se expresan en la pobreza y la incertidumbre de la cotidianeidad. 

No hay un “programa” concreto, pero el presente no satisface. Hay crisis de la política y de la representación. La inflación crece de un gobierno a otro, de Macri a Fernández, y aun con apropiación de ganancias por encima de los ingresos populares, lo que define la desigualdad, el propio sector empresario teje lazos en ambos lados de la “grieta” y temen a lo incierto de las formulaciones del libertario ganador de las PASO. Parece que el poder mundial también está preocupado por el ascenso del libertario.

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En el plan de gobierno de “La Libertad Avanza” se dice que los problemas del país remiten a 100 años atrás, proponiendo retomar aquel momento de la Argentina “liberal y agroexportadora”, la del “mito” de la Argentina disputando en la cúspide del crecimiento económico mundial.

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Lo que existe no entusiasma y resuena el “que se vayan todos” del 2001, ayer desde una rebelión popular también con sujeto diverso, no eran lo mismo los piquetes que las cacerolas, y hoy desde un sujeto difícil de calificar, que incorpora novedad política al debate civilizatorio local, aunque parte de un fenómeno mundial asociado al individualismo y a un enfoque a la derecha de las opciones electorales. El espejo está en Trump, en Bolsonaro y otros similares que emergieron en este tiempo.

 

¿Es el fin del ciclo iniciado entre el 2001/03? 

Ni el kirchnerismo ni el macrismo pudieron lograr su ciclo virtuoso. Los primeros no lograron sostener una distribución progresiva del ingreso, ni el macrismo pudo efectivizar la lluvia de inversiones que otorgara perspectiva al régimen del capital. 

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La inflación obturó ambos procesos y evidencia la crisis política en el orden económico, ya que no existe sector económico que imponga vía competencia de precios su dominación, frenando una puja que estimula nuevas rondas al alza. Al mismo tiempo existe impotencia desde la política pública para frenar la inflación. El intento de los 90 se resolvió disciplinando la demanda de ingreso popular y sesgando mejores ingresos y ganancias de quienes definen la acumulación en el mercado mundial. Remitimos al caso de los servicios públicos privatizados, que facturaban en pesos y vía convertibilidad remitían divisas al exterior.

El impacto social derivó en la pueblada que hizo saltar por el aire la ilusión de la estabilidad “de precios”, que escondía una profunda inestabilidad política y social. La “solución” del 2001 vía devaluación favoreció al sector productivo bajo lógica proteccionista, vía tipo de cambio, y animación del mercado interno, sin construir una dinámica de acumulación que pudiera resolver ganancias y salarios como en los mejores tiempos del capitalismo local entre los 40 y los 70 del siglo pasado.

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Es que la liberalización inducida desde 1975/76 desestructuró la capacidad competitiva del capital mediante la incorporación de capitales externos favorecidos por una política pública de endeudamiento, base de problemas estructurales no resueltos en 40 años de vigencia constitucional. La deuda pública es el gran condicionante de política en el país y parte esencial de una lógica que favorece la permanente salida (fuga) de capitales.Intereses, remesas de utilidades y constitución de activos en el exterior es el destino del excedente económico generado por el trabajo social local, limitando la acumulación del capital en el territorio.

Por eso, los desequilibrios del capitalismo local remiten a límites internos de la lógica competitiva que tienen como base a la ley del valor y una política pública sin capacidad de disciplinar al poder. Ejemplo de ello son los incumplibles acuerdos de precios o las devaluaciones que estimulan la espiral de precios para recrearse en nuevas depreciaciones de la moneda, tal como acontece con la devaluación del 22% inmediato al resultado electoral de las PASO.

Lo que viene

Milei pregona “su” solución retomando el ciclo liberal abandonado hace un siglo, con expectativa en el agro-negocio, los hidrocarburos no convencionales y el litio, todo para la exportación, junto a una política de ajuste brutal en el gasto público (15% del PBI), sobrecumpliendo la meta del acuerdo con el FMI, e imaginando que el mercado resolverá, vaya a saberse cómo, el tendal de excluidos por la lógica del mercado. No solo de pobres hablo, sino también de los cesanteados, en principio trabajadores estatales sobrantes según el candidato y una cantidad de empleados del sector privado, afectando a una parte de micros y pequeños empresarios que perderán mercado, más aún si se confirma el rumbo por la dolarización. 

En rigor, lo que viene ya vino, porque ese trasfondo de modelo productivo está en marcha, aun cuando sus resultados se esperan para los próximos años, con fin de la seca y réditos por nuevas exportaciones de gas y el proceso productivo del litio. Por su parte, el ajuste es una realidad que soportan los sectores empobrecidos, la mayoría de la sociedad argentina.