En el mes de junio en Los Ángeles se celebrará la IX Cumbre de las Américas, titulada “Construyendo un futuro sostenible, resiliente y equitativo”. La primera se celebró en 1994 en Miami por convocatoria del entonces presidente Bill Clinton, y luego de casi 30 años vuelve a tierras norteamericanas, aunque en un escenario muy distinto al de aquella ocasión.
De acuerdo al documento publicado por el Departamento de Estado, los principales desafíos identificados y que pretenden abordarse en este encuentro son “la pandemia de COVID-19 y las grietas que ha dejado al descubierto en los sistemas sanitarios, económicos, educativos y sociales; incluyen las amenazas a la democracia; la crisis climática; y la falta de acceso equitativo a oportunidades económicas, sociales y políticas, lo que supone una pesada carga para los más vulnerables e infrarrepresentados entre nosotros.”
Si bien todos estos tópicos son muy relevantes, hay uno en específico que es trascendental: el auge de los regímenes autoritarios, o como lo llama el documento, “las amenazas a la democracia”. Este es un tema de fondo, porque determina la manera en la que se abordan los problemas enumerados en el párrafo anterior.
Ante este escenario, hemos visto distintas estrategias por parte de los regímenes híbridos y autoritarios por un lado, y los democráticos por el otro. La administración de los Estados Unidos ha anunciado que no invitará a la Cumbre a los gobiernos (sí a los representantes de sociedad civil) de Cuba, Nicaragua y Venezuela, debido a las sobradamente documentadas violaciones a los derechos humanos promovidas por sus autoridades.
El objetivo es aislar a aquellos que no se preocupan en cumplir con lo previsto en los más básicos instrumentos internacionales. Sin embargo, no observamos una coordinación regional en este sentido, es decir, las democracias de la región no están acompañando esta medida activamente, no hay un marco de acción compartido (más allá de instrumentos como la Carta Democrática Interamericana), comunicados conjuntos, ni tampoco se ha anunciado hasta el momento algún incentivo para los excluidos, es decir, que esta decisión pueda ser revisada o revertida ante ciertas concesiones democráticas por parte de los autócratas (liberación de presos políticos, condiciones electorales, etc.).
Por su parte, los regímenes autoritarios han mostrado un nivel sofisticado de coordinación. Si ya han infiltrado cumbres anteriores, en las que han boicoteado actividades con muy poco esfuerzo, en este caso las tres dictaduras latinoamericanas han sido apoyadas abiertamente por México, Honduras y Bolivia. López Obrador y Luis Arce han anunciado que no asistirán a la Cumbre de Líderes, y Xiomara Castro ha puesto su presencia en duda. Boric ha anunciado que asistirá bajo protesta por la exclusión de estos países, aunque reconociendo la violación de los derechos humanos; mientras que Alberto Fernández confirmó su presencia pero no se pronunció sobre la situación de los presos políticos, la criminalización de la disidencia o la falta de alternabilidad en esos tres países. Por último, los países que conforman la Comunidad del Caribe (CARICOM) también anunciaron su declinación a la invitación ante las ausencias de Cuba, Venezuela y Nicaragua.
No podemos leer este movimiento sin tener en cuenta los posicionamientos ambiguos o directamente de apoyo a la invasión rusa a Ucrania por parte de Cuba, Venezuela y Nicaragua, pero también de Bolivia, El Salvador o Brasil, ante distintos organismos internacionales (OEA-ONU).
Estados Unidos busca lazos económicos más fuertes con América Latina
El club autoritario, encabezado principalmente por Rusia y China, tiene años trabajando en acciones que exacerben los conflictos de las sociedades abiertas, aprovechando justamente las libertades propias de esta. De acuerdo a Armando Chaguaceda y Claudia Mare, “el impacto de poder incisivo (para promover las autocracias) va destinado a perjudicar y censurar la libre expresión, neutralizar las instituciones independientes y distorsionar el entorno político, a menudo socavando la integridad de las instituciones democráticas” (El poder de Rusia en Latinoamérica Autocracia global, influencia regional).
La pandemia y sus consecuencias económicas y sociales han catalizado el malestar que ya existía en la región con la democracia. La ciudadanía se siente en general defraudada, y considera que sus condiciones de vida no solo no mejoran, sino que empeoran. De acuerdo a distintos estudios, buena parte de los ciudadanos aceptaría un régimen autoritario a cambio de mejores condiciones económicas.
Mientras la Cumbre de las Américas se convierte en un club exclusivo de demócratas (con cada vez menos socios), el club autoritario ofrece cada vez más incentivos: vacunas, barbijos y material sanitario, cómodas líneas de crédito, cooperación militar, solidaridad autocrática internacional y opacidad, encontrando cada vez más interesados.
Andrés Manuel López Obrador endurece su postura frente a Biden
No pretendemos dar una respuesta simple sobre cómo actuar ante el retroceso democrático. Pero si buscamos poner en tela de juicio la utilidad de hacer una cumbre aséptica, higienizada o endogámica.
Más bien, parece que solo se castiga a los regímenes autoritarios, reforzando su narrativa de exclusión y victimismo, y se les ahorra el tener que rendir cuentas y ser confrontados por sus pares democráticos, como pasó por ejemplo cuando Lacalle Pou le recitó el tema “Patria y Vida” a Díaz Canel en la CELAC.
La postura se muestra aún más inconsistente con el anuncio de la administración Biden de las nuevas medidas para Cuba, que suavizan las tomadas por Trump y se asemejan a las del “deshielo” de Obama. Además, la información fue presentada con un pésimo timing, un día después de la aprobación del nuevo Código Penal, mucho más restrictivo con el activismo y el periodismo independiente.
En la misma dirección, se anunciaron concesiones sobre las sanciones impuestas a Venezuela, con el objetivo de que se retomen las negociaciones entre el gobierno de Maduro y las fuerzas opositoras en México.
Es decir, que por un lado se impide que estos gobernantes asistan a la Cumbre de las Américas por violar los derechos humanos, y por otro lado se relajan las sanciones contra sus gobiernos.
¿Es conveniente que en un contexto de retroceso democrático en el mundo y, específicamente en la región, las instancias regionales e internacionales expulsen a los autócratas (en vez de exigirles condiciones)? ¿El aislamiento no es justamente el objetivo de la cooperación autocrática internacional? ¿A quién acuden los autócratas de nuestra región cuando se les excluye?
Jesús Delgado Valery. Director de Desarrollo Institucional de Transparencia Electoral
@JesusDValery @TransparenciaAL