El discurso de Macri en 2015 y el de Fernández en 2019 tienen más puntos en común de lo que muchos imaginan. Independencia judicial, corrupción, pobreza y unidad: temas que forman parte de la agenda y que todavía siguen sin ser atendidos en profundidad.
El pasado martes, el presidente Alberto Fernández asumió su cargo en el Congreso de la Nación. A diferencia de lo ocurrido hace cuatro años, el traspaso de mando fue acorde a un país que manifiesta claros deseos de querer salir adelante. En ese sentido, hay que resaltar el ejemplar comportamiento de Mauricio Macri, quien entregó el mando como corresponde. Que mal habrán estado las cosas en materia de republicanismo en Argentina que resaltamos algo que en otros países se da con naturalidad. Sino pregúntenles a nuestros amigos uruguayos.
El discurso de Alberto fue bien recibido, incluso entre votantes de Macri
En el horizonte argentino todavía se vislumbra la duda respecto de quien será el verdadero gobernante de los destinos de los próximos cuatro años de los argentinos. “Alberto al Gobierno, Cristina al Poder” vitorean algunos. Deja vú de tiempos lejanos y esa cosa tan nuestra de aferrarnos a recuerdos pasados e intentar reflotarlos en diferentes contextos. Otros hablan de un Alberto Fernández que se hará cargo de la toma de decisiones él solo y que solo conversarán cuestiones muy puntuales con la ex Presidenta. La dicotomía en la que convive diariamente la cúpula del Poder Ejecutivo tiene otros actores externos (gobernadores, sindicalistas, etc.) que podrán fomentar esa grieta interna con la que coquetea el presidente.
Cuatro años después, el discurso de Macri de 2015 y éste de Fernández de 2019 tienen más puntos en común de lo que muchos imaginan. Esa similitud discursiva nos interpela a nosotros como sociedad pero mucho más debería hacerlo a la clase política. Debemos celebrar que el discurso del presidente Fernández fue más bien concertador, llamando a la unidad de todos los argentinos para “superar la grieta”, en sintonía con aquel “aporte de todos” que esbozó Macri, llamando a los de izquierda y derecha, los peronistas y antiperonistas y los jóvenes y mayores. Somos muchos los que deseamos ver la ejecución de esas cálidas palabras en hechos concretos que apuntalen en ese objetivo común. Ambos también profundizaron en la independencia judicial, donde Fernández fue más tajante y realizó una controvertida radiografía que todavía resuena en los pasillos de los juzgados federales.
Señal de buena sintonía en la reunión del Papa y la primera dama
En materia de corrupción, Macri fue más bien frontal atacando el desvío de fondos y bienes públicos por parte del gobierno anterior, mientras que Alberto Fernández fue más ambiguo y, curiosamente, puso el foco en la obra pública, ese talón de Aquiles que tuvieron los doce años de kirchnerismo. Con relación a la pobreza, Macri habló de un ambicioso “pobreza cero” que hoy sigue siendo materia de crítica por las recientes cifras difundidas por el Observatorio de la Deuda Social de la UCA. En ese sentido, Alberto ya empezó a tomar algunas iniciativas después de su triunfo electoral con la reunión del Consejo del Hambre. En su discurso, Fernández recalcó dicha iniciativa y deseó ser recordado “por haber sido capaz de superar la herida del hambre en la Argentina”.
Quizás el aspecto más llamativo del discurso de Fernández haya sido el uso del Nunca Más, cuando se refirió al deterioro del sistema judicial argentino. Apelando más a tocar las fibras emotivas, Fernández utilizó esa famosa frase que tiene una fuerte resonancia en todos los argentinos como repudio al terrorismo de Estado de los años setenta. Quizás haya sido un tanto desafortunada la manipulación de ese Nunca Más, que late en el acervo colectivo para aludir al Poder Judicial.
Los mensajes de Alberto Fernández y de Adepa para cerrar la grieta
Otro punto interesante en el que no hubo similitudes entre ambos discursos fue en la revisión de la herencia recibida, pese a que ambos si fueron muy críticos de los gobiernos que los precedieron. Mientras Alberto Fernández sí habló de la misma, aunque no con el nivel de agresión que tuvieron otros miembros del actual gobierno, Mauricio Macri no dedicó muchas palabras a lo recibido tras doce años de kirchnerismo. Al día de hoy existe una fuerte recriminación a Macri por no haber brindado la realidad del país que recibieron, algo que seguro haya sido fruto del mal asesoramiento de quienes vieron la imprudencia de hablar de aquellos temas cuando recién se empezaba a calzar el traje de presidente.
Tantas similitudes entre la retórica de uno y de otro plantean diversos interrogantes que van desde el por qué no se pudo todavía sortear la grieta que divide a la sociedad argentina en su conjunto hasta hallar los métodos más eficaces para poder subsanar un poco la economía. Argentina es un país que parece vivir en un laberinto de vaivenes políticos, económicos y sociales, donde siempre se repiten las mismas fórmulas y actores, pero en el que nunca se encuentra la salida para volver a ser el país próspero que fue en tiempos de antaño. Al igual que hace cuatro años, el nuevo presidente también se enfrenta a desafíos similares que tuvo su anterior y también el anterior al anterior. Gradualismo o shock, esa es la cuestión, por más que no se utilice la misma terminología que seguramente traiga recuerdos poco felices. El deseo para este fin de año es que las palabras del actual presidente con las que sedujo a gran parte del electorado no queden en meras promesas de campaña sino que se traduzcan en acciones concretas de gobierno para todos, tanto para aquellos que lo votaron como para quienes así no lo hicieron.