OPINIóN
Falacia electoralista

¿Peligra la democracia en Argentina?

Sólo con elecciones no se sostiene una democracia. Para que realmente funcione debe cumplir también con el respeto a los derechos privados (entendidos como naturales) y con las obligaciones que tienen los gobernantes con el poder público.

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Congreso | Telam

Argentina cumplirá 40 años ininterrumpidos de democracia este 2023. Para quienes abogamos por esta forma de gobierno como la mejor -después de todas las demás, citando a Churchill- y para quienes trabajan (y trabajaron) para mantenerla, es un orgullo inmenso. A su vez, este aniversario coincide con las elecciones presidenciales y por ello intentaré aclarar el panorama que se viene.

Partiré de una serie de premisas que responderán las siguientes preguntas: ¿Qué se entiende por democracia? ¿Qué está sucediendo a nivel mundial, regional y nacional? ¿Seguiremos en democracia?

Es muy difícil definir la democracia en pocas líneas, tomaré conclusiones hechas por Guillermo O’Donnell, quien se basó en una serie de autores. La democracia es una forma de gobierno que tiene como mecanismo las elecciones libres “para alcanzar los cargos más altos del Estado (...) y que cuenta con condiciones concomitantes, libertades o derechos, consideradas necesarias y/o suficientes para la existencia de las elecciones” (O’Donnell, 2010). 

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La primera "Marcha por la Vida", en 1982, abrió las compuertas argentinas hacia la democracia

Además, esta forma de gobierno es posible gracias a tres dimensiones que se relacionan entre sí: la dimensión democrática, liberal y republicana. Principalmente, la primera hace referencia a las elecciones, la segunda a los derechos privados (entendidos como derechos naturales) y la tercera a las obligaciones que tienen los gobernantes con el poder público.

Para que una democracia funcione sustancialmente deben cumplirse las tres dimensiones y no sólo la democrática, para evitar caer en la falacia electoralista: creer que por el sólo hecho de haber elecciones es una democracia. Por ello O’Donnell introdujo los conceptos de accountability vertical y horizontal que no serán tratados aquí, pero recomiendo su estudio.

Dueños de la democracia

Veamos la situación de la democracia en el mundo. Tomaré como referencia el último informe de The Economist (2022) que, para el estudio de la democracia, analiza cinco indicadores: proceso electoral, funcionamiento del gobierno, participación política, cultura política y libertades civiles. 

La democracia está perdiendo en el mundo. Los países más importantes -y más grandes en territorio- han bajado su índice, por ejemplo Estados Unidos. Por el contrario, en Europa encontramos la mayoría de “democracias plenas”, 14 países de 24 están aquí. 

Latinoamérica ha empeorado. Brasil, Colombia, Ecuador, Paraguay y Perú registraron un índice considerablemente menor si los comparamos con 2019. Ni hablar de Centroamérica: El Salvador y Guatemala son los peores casos y, si vamos hacia el norte, México no es la excepción a la regla. Sólo Uruguay, Costa Rica y Chile son “democracias plenas” en latinoamérica, según The Economist.

La conclusión principal es que las democracias, en general, han bajado su puntaje comparado a años pasados y los “regímenes autoritarios” son cada vez más autoritarios -valga la redundancia-.

Argentina ha bajado de 7.02 puntos (2019) a 6.85 (2022), se mantiene en la franja de “democracias defectuosas”. Registró un excelente puntaje en el proceso electoral, pero muy bajo en “funcionamiento del gobierno” y, peor aún, en “cultura política”. 

En otras palabras, cumple con los requisitos de la dimensión democrática, pero falla en las dimensiones republicana y liberal.
El indicador “cultura política” hace referencia a si la población cree en la democracia; la preferencia por líderes que pasen por alto al Congreso; si priorizan gobiernos militares o de tecnócratas; la percepción de si la democracia beneficia al desempeño económico, entre otros. 

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Algunos expertos indican que el bajo puntaje en “cultura política” es porque las personas más jóvenes prefieren gobiernos autoritarios pero económicamente estables, antes que democracias pobres. No estoy de acuerdo con esta hipótesis porque no hay relación directa entre autoritarismo y desarrollo económico.

¿Hay peligro de que, gane quien gane en las próximas elecciones, la democracia en Argentina empeore? No hay peligro alguno, a mi entender, de que Argentina deteriore su proceso electoral. 

Sin embargo, podemos suponer que el mal funcionamiento de un futuro gobierno y una cultura política pobre podrían debilitar nuestra democracia entendida en su totalidad.

El proceso electoral argentino está en buenas condiciones, pero eso no quita que la democracia como forma de gobierno sea fuerte, todo lo contrario. Pero vimos que la sociedad argentina es proclive a permitir el deterioro de su democracia por diversos factores.

Mientras se escriben estas líneas, la inflación acumulada es de 32%, la pobreza registrada ronda el 40% y el dólar informal -termómetro de la economía argentina- aumentó más de un 40% en lo que va del año.