—Usted fue jefe global de fusiones y adquisiciones de Lazard, además de CEO de Lazard Francia y vicepresidente de Lazard Europa, actualmente es socio de Centerview. La destrucción de valor que está produciendo en las empresas la crisis de coronavirus en los países desarrollados, y generando oportunidades de compra por menor valor, ¿aleja por varios años las inversiones en empresas de los países emergentes?
—La prioridad principal, en todos los países del mundo, es cambiar la economía y evitar la cadena mortal de recesión: bancarrotas, desempleo masivo, desigualdad explosiva... Este es el único objetivo que importa hoy. En este contexto, las economías emergentes son más frágiles y vulnerables que las de los países desarrollados: están notablemente más endeudadas y más dependientes de los flujos internacionales y del tipo de cambio. Deben ser ayudadas en el marco de una coordinación internacional. Por lo tanto, la cuestión no es la de las oportunidades de inversión, sino la de la supervivencia de nuestras sociedades tal como las conocemos y las medidas tomadas con ese fin.
“Esta crisis marca el fin del capitalismo neoliberal como lo conocemos.”
—Antes de pasar a la actividad privada, usted fue asesor del Ministerio de Finanzas e Industria cuando lo condujo Strauss-Kahn a fines de los 90, y jefe de Gabinete del mismo ministerio a comienzos de este siglo, cuando lo condujo Laurent Fabius. ¿Cómo evalúa las medidas económicas de la Unión Europea frente al Covid-19?
—En esta etapa, las medidas se han tomado a tiempo y van en la dirección correcta. Nos enfrentamos a un shock de oferta que no tiene nada que ver con la crisis de 2008. Los países están confinados y no pueden trabajar, la producción está cayendo. Por lo tanto, la quiebra y el desempleo deben evitarse a toda costa. Ponemos los ahorros en un coma artificial y nadie sabe cómo vamos a salir de él. Lo que es seguro es que debemos inventar un mundo nuevo, reinventar colectivamente un modelo unido y a largo plazo. Es ahora cuando realmente estamos entrando en el siglo XXI.
—Y en ese sentido, ¿qué pasa entonces con Argentina?
—Es interesante notar que los países que mejor han manejado la pandemia hasta ahora son aquellos que tienen un estado social fuerte o que tienen líderes que no están encerrados en el pensamiento neoliberal. Si se compara con otros países de la región, la Argentina de Alberto Fernández y Cristina Kirchner es la ilustración perfecta.
“No existe una ‘mano invisible’ que permita a los mercados regularse solos.”
—¿La caída del precio del petróleo es síntoma de un síndrome donde la pérdida de valor de un sector arrastra al otro y al otro, espiralizándose descendentemente?
— La caída del precio del petróleo está relacionada principalmente con la caída de la demanda mundial y un desacuerdo a principios de marzo dentro de la OPEP sobre los volúmenes de producción. Sin embargo, en términos más generales, hay dos fenómenos en los mercados financieros. Primero, una descorrelación entre los mercados financieros y la economía real: los mercados permanecieron abiertos mientras que las economías estuvieron en gran parte cerradas, no reflejan los fundamentos de la economía. En segundo lugar, los mercados financieros son procíclicos: acentúan los choques hacia arriba y hacia abajo, empeorando los choques de la economía real. Por lo tanto, existe una necesidad urgente de más regulación, por ejemplo, autorizando a los bancos centrales a comprar activos financieros de baja calidad durante una recesión o aceptando límites de calificación más bajos para los inversores.
“Mientras se llegue a un acuerdo, Argentina podría rápidamente volver a los mercados.”
—Estados Unidos, Europa y China han lanzado paquetes de estímulo fiscal y monetario muy grandes para responder a la crisis. Argentina y otros países más pobres están tratando de hacer lo mismo, pero no tienen la potencia de fuego. ¿Qué deben hacer y cuáles son los riesgos potenciales?
—Con cada crisis, somos testigos del colapso de un dogma. Hoy, estamos redescubriendo que el Estado cumple funciones esenciales. Y que todos los bancos centrales pueden utilizar la emisión monetaria para financiarlos, aumentando la emisión de billetes. Este es un cambio importante y esencial, cuya importancia aún no se ha apreciado. Es posible crear dinero para financiar déficits, por lo tanto, gastos esenciales y a largo plazo, sin crear inflación o demasiada inflación. No es la deuda la que financia estos “paquetes de estímulo”, es el dinero. Incluso podemos imaginar un nuevo modelo de sociedad en el que distribuyamos ingresos a todos aquellos que no quieran trabajar, como el ingreso universal, financiado por los bancos centrales.
—Antes de la crisis, el mundo estaba inundado de liquidez, que algunos culpan de haber creado burbujas de activos. ¿Adónde fue esa liquidez? ¿Volverá rápidamente?
—La liquidez sigue siendo muy importante y aumentará aún más con las medidas de estímulo y apoyo. Son, de hecho, cantidades considerables y sin precedentes que se inyectan en la economía: por ejemplo, en los Estados Unidos, más de 2 mil billones de dólares... El riesgo es, por supuesto, el de la inflación, cuyos efectos conocemos, son potencialmente devastadores. Pero ese no es el tema hoy. Un poco de inflación no dañará la deuda, y es bueno para reiniciar el aparato de producción. Sobre todo, creo que ya no hay un vínculo entre la creación de dinero y la inflación. Japón tiene una oferta monetaria equivalente al 100% de su PBI sin impacto en los precios, en comparación con el 30% en Europa. El riesgo de exceso de liquidez es también el de las burbujas especulativas, eso se soluciona mediante una regulación.
“Cuando una deuda pública se vuelve insostenible, debe ser reestructurada.”
—En 2003 como director de Lazard le tocó trabajar en algunas de las reestructuraciones de deuda soberana más importantes de la última década: Irak, Ecuador, Argentina, Chipre y Grecia. ¿Qué recuerda de la renegociación de la deuda con Argentina por entonces?
—De hecho participé en las reestructuraciones de las deudas públicas más grandes de los últimos veinte años, sin excepción. Aprendí dos lecciones de eso. Primero, cuando una deuda pública se vuelve insostenible, debe ser reestructurada. No hay otra alternativa, los acreedores deben asumir sus responsabilidades. En segundo lugar, las consecuencias de un incumplimiento para el país son siempre negativas y, a veces, dramáticas. Por lo tanto, debe evitarse en la medida de lo posible un default o limitarse el mayor tiempo posible. Hay un equilibrio que se debe encontrar y que siempre se puede encontrar en la discusión. Este equilibrio debe ser justo para el país y su gente. Debe permitirle volver al camino del crecimiento y el empleo. Este es el objetivo principal.
—El Fondo Monetario Internacional ha expresado su apoyo al plan de reestructuración de la deuda soberana de Argentina. ¿Qué ha cambiado entre el FMI dirigido por Anne Krueger en 2002 durante el default de Argentina y hoy?
—Desde 2002, el FMI se ha enfrentado a grandes crisis mundiales (la crisis hipotecaria de Estados Unidos, la crisis griega, la actual crisis del Covid, etc.) que han afectado a los países desarrollados. Estos países son los mayores contribuyentes al FMI y es de estos países de donde proviene la mayor parte de sus colaboradores (personal, staff). Esto fomenta la modestia y la comprensión... Ningún país es invulnerable. Por lo tanto, el FMI de hoy es menos dogmático que el de 2002, es más pragmático, ha aprendido mucho de las crisis anteriores y es más abierto.
—Argentina nuevamente está renegociando su deuda externa, ¿qué diferencias encuentra entre aquella y esta renegociación?
—Hay muchas similitudes: a veces encontramos los mismos actores en ambos lados de la mesa años después y el problema es el mismo: cómo reestructurar la deuda de una manera aceptable para todos, haciendo sostenible el interés principal del país. Primero en el país. Pero hay una diferencia fundamental: el contexto global ha cambiado profundamente. La reestructuración significativa de la deuda pública se ha multiplicado desde 2002, pasó en grandes países, particularmente en Europa, los acreedores están más acostumbrados, las organizaciones financieras internacionales son más comprensivas, finalmente el mundo en conjunto entró en recesión. Esto debería permitirnos encontrar rápidamente el mejor acuerdo posible.
“Un poco de inflación no dañará la deuda y es bueno para reiniciar el aparato productivo.”
—Los tenedores de bonos argentinos sostienen que sería mejor una quita moderada para que Argentina pueda volver al mercado de deuda voluntaria. El ministro de Economía de Argentina, Martín Guzmán, sostiene que prefiere una quita de más 50% porque igual Argentina no tendrá posibilidades de volver a tomar deuda en el mercado voluntario. ¿Quién le parece que está más acertado?
—Creo que mientras se llegue a un acuerdo, sea el que fuera, Argentina podría rápidamente volver a los mercados financieros. También creo que todavía es posible un acuerdo, a pesar del rechazo por parte de los acreedores al plan propuesto. Finalmente, creo que es deseable un acuerdo para poder avanzar nuevamente y enfocarnos en las prioridades económicas y sociales del país. Conozco y mido las sensibilidades de estos temas y no voy a emitir una opinión pública sobre el quite de capital de la deuda.
—¿La crisis del coronavirus permitirá un regreso de formas similares al estado de bienestar y a una mayor intervención del Estado sobre los mercados?
—Esta crisis marca el fin del capitalismo neoliberal como lo conocemos, construido alrededor del tríptico: rol decreciente del Estado, globalización y declive en la protección social. El rol del Estado es fundamental y debe reafirmarse. No existe una “mano invisible” que permita a los mercados regularse solos y armoniosamente. Esta función del Estado es clave en el ámbito económico pero también en el social. El otro fenómeno, que la crisis ha hecho aún más visible, ha sido la explosión de la desigualdad durante varias décadas. Se han vuelto insostenibles. La prioridad es la cohesión de la sociedad, el compartir. Es necesario remunerar mejor las funciones esenciales: salud, transporte, aumentar los salarios y los precios, para asumir una redistribución social.
—En su libro “Éloge de l’anormalité”, critica la incapacidad de las élites a nivel mundial para abordar la crisis y el uso sistemático de medidas de austeridad. ¿La crisis del coronavirus pone en evidencia aún más esa incapacidad?
—Ningún país del mundo, ninguna economía, ha vuelto al crecimiento a través de políticas de austeridad. La austeridad es una ilusión. Sería una elección con consecuencias dramáticas. Lo viví en Grecia, la política de austeridad condujo a la dislocación de la sociedad, a una alta explosión del desempleo, al colapso del poder adquisitivo y a una explosión de desigualdades, de pobreza y precariedad. Más bien, lo que se necesita es mantener la economía continuamente, mantenerse con vida en lugar de morir curado.
“Nos enfrentamos a un shock de oferta que no tiene nada que ver con la crisis de 2008.”
—Usted es hijo de un periodista y usted mismo es un gran actor de los medios en Francia siendo en distintos momentos accionista del diario “Le Monde”, las revistas “Le Nouvel Observateur” y “Les Inrockuptibles”. la Radio Nova, y las versiones francesas de “Huffington Post” y “Vice”. ¿Cómo afecta a los medios la crisis sanitaria y económica de coronavirus?
—La crisis ha hecho que la necesidad apremiante de contar con medios fuertes e independientes capaces de combatir el fenómeno de las noticias falsas alentadas por las redes sociales sea aún más evidente. Son un elemento esencial de la democracia y tienen un papel central que desempeñar no solo en la descripción de los hechos, sino también en el análisis de los hechos. Una sociedad libre se basa en los medios libres. La crisis actual afecta naturalmente el equilibrio económico de los medios de comunicación, en particular con un fuerte descenso en la publicidad y una menor circulación del papel debido al encierro por la cuarentena. Algunos medios están y estarán amenazados. Nuestro papel como accionistas de los medios es ayudar a encontrar el modelo de negocio adecuado, obviamente más digital, para garantizar su independencia.
Traduccion del francés: Natalia Gelfman.